La mañana que partimos desde Ushuaia -la Ciudad Más Austral del Mundo- nos despertamos temprano para desarmar la carpa y volver a hacer entrar todo nuestro equipaje a la moto (nos demoramos mucho tiempo en hacer eso, como 2 horas al menos, algo a lo que probablemente ya nos acostumbraremos). Esa mañana nos despedimos también de un amigo que nos hicimos en el camping. No les conté de él en la entrada anterior, pero tiene una historia de viaje muy interesante: Se llama Oli y es Alemán. Viajó desde Alemania hasta Pakistán en una moto parecida a la nuestra, para dejarla ahí y comprarse una moto mucho más chica (Yamaha CG 70) sólo porque así le antojó.
Dice que esta moto es increíble, que rinde mucho más. Lleva viajando 3 años en la moto... y su meta máxima es llegar a la Antártica para luego dar la vuelta y llegar a Alaska. Los viajes comerciales en crucero a la Antártica son increíblemente caros... por lo que se le ocurrió sumarse al staff de trabajo de algún barco que valla hacia allá... y así trabajar mientras navega hacia su objetivo. Incluso dice que lo haría sin paga, sólo quiere llegar. Llevaba 10 días en Ushuaia y hasta el momento ningún barco lo aceptó, todos los días iba al muelle a esperar los barcos que llegarían, para preguntar por disponibilidad, y todos los días volvía sin resultados positivos al camping. Oli es un chico muy alegre y soñador... todos nosotros ansiábamos por verlo llegar con su objetivo logrado. Al irnos, nos indicó que sólo esperaría algunos días más... y si no obtenía resultados, tendría que pagar el alto valor del viaje. Ojalá que haya logrado su meta!!! Aunque nunca lo sabremos.
Ese día anduvimos unas 4 horas en la moto con viento extremo, hasta retornar a Río Grande. Ahí paramos a almorzar y, debido a que ya eran alrededor de las 4pm y estábamos físicamente agotados, decidimos quedarnos ahí esa noche y continuar nuestro viaje hacia Río Gallegos al día siguiente. Nuestros amigos, Koala y Fita, quisieron seguir ya que no les gustó la ciudad y ese mismo día llegaron hasta Gallegos en la madrugada. La vez anterior que estuvimos en Río Grande, tuvimos una muy mala experiencia en cuanto a encontrar alojamiento, así que esta vez nos fuimos a la segura y luego de cotizar un par de lugares, nos quedamos en un hotel. No era barato pero tampoco tan caro y estaba muy limpio, tenía tv con cable, baño privado, incluía desayuno y estacionamiento. Así que bien por esa noche. Fuimos al supermercado y volvimos temprano a la habitación a cenar mientras vimos una película tendidos en la cama. Descanso absoluto.
Al día siguiente desalojamos a las 10am (horario impuesto por el hotel) y seguimos con rumbo a Río Gallegos. Nuestro propósito de ir a esa ciudad, a parte de conocerla, fue reencontrarnos con nuestros amigos Cacho y Sergio a quienes conocimos en el barco de Puerto Montt a Puerto Natales. Ellos nos habían dejado más que invitados, y teníamos muchas ganas de visitarlos en nuestro camino.
El trayecto de Río Grande hasta Río Gallegos fue muy largo. Si bien no eran mucho kilómetros, lo dificultoso, como ya deben de esperarse, fue el viento. En toda la región de Tierra del Fuego es así, y sobretodo para las motos. Otro tema grande en este sector es el desabastecimiento del combustible, o de la nafta como de le dice en Argentina. Nosotros andamos cargando un bidón de más de 5 litros de combustible extra, para usarlo cuando haga falta. Ese día no teníamos el bidón lleno, y andábamos algo cortos. Al llegar al paso fronterizo San Sebastián (para cruzar a Chile) hay una bencinera en la que teníamos planeado cargar, pero no le quedaba nada y conseguimos como 2 litros no más. La siguiente ciudad en nuestro trayecto con bencinera era Cerro Sombrero (Chile), donde planeábamos parar a almorzar y cargar. Como era de esperarse, a mitad de camino, en el medio de la nada... y por una mezcla de factores inoportunos... nos quedamos en pana de bencina. Es decir, parados en la inmensidad de la pampa y en un camino muy poco transitado.
Eran alrededor de las 3 de la tarde y teníamos mucha hambre así que nos sentamos a la orilla del camino a tomar jugo y comer un poco de maní y alfajores, provisiones que teníamos en el bolso de estanque para estas situaciones. Hacía muchísimo viento y un sol radiante. Al poco rato pasó una camioneta y le pedimos ayuda al conductor. Era un trabajador de Enap para nuestra suerte, y nos ofreció ir en busca de bencina a un pueblo a pocos kilómetros de distancia. Me subí a la camioneta con el bidón vacío en mis manos y fuí con el conductor en busca de bencina... y menos mal que había bencina en esa bomba! Cuando volví, noté que la moto estaba apoyada al lado contrario de la pista... y Roberto me contó que estando estacionada, el viento la había botado!!!
En mi ausencia dos autos pararon a ayudarlo a levantarla y moverla del camino. Gracias a la buena voluntad de toda esta gente, pudimos volver a continuar nuestro viaje del día. El único problema que seguía en ese instante era el hambre. Unos 50 kilómetros más allá, tipo 5 de la tarde, llegamos al pequeño pueblo llamado Cerro Sombrero, fundado para los trabajadores del petróleo. Era un pueblito bien bizarro... pero conseguimos comida y combustible para seguir.
De Cerro Sombrero había que seguir algunos kilómetros más hasta Bahía Azul, lugar desde el cual se toma un ferry que cruza el Estrecho de Magallanes. La barcaza sale cada 20 minutos en esta época (temporada alta) y se demora unos 15 minutos en cruzar.
Después de eso, faltaba poco para Río Gallegos. Como el continente está tan desmembrado en la patagonia, tuvimos que volver a hacer aduana, para cruzar nuevamente a Argentina. Llegamos tarde a la ciudad, tipo 9:30pm. Sabíamos que esa noche nuestros amigos alojarían donde Cacho, pero no sabíamos cómo ubicarlos. Mágicamente, a pocas cuadras de haber entrado a la ciudad, nos tocaron una bocina y era el auto de Cacho, con nuestros amigos en su interior. Nos dijeron que los siguiéramos y que estábamos invitados a un asado en casa de Sergio. Qué maravilla ser recibidos así después de tan largo día!!!
Comimos un exquisito asado con ensaladas, hecho por el dueño de casa... y esa noche alojamos en casa de Sergio. A la mañana siguiente dormimos hasta muy tarde, desayunamos y salimos a recorrer la ciudad a pie. Sergio y Cacho trabajaban a esa hora ya que era día de semana. Nuestros amigos trabajaban en su moto. A la tarde fuimos todos a la "Confitería" (así le dicen a las cafeterías). Cacho, Sergio y varios de sus amigos motoqueros se reúnen en la cafetería del Hotel Santa Cruz, sin falta, todos los días al desayuno y a la once (a las 10am y a las 5pm). Se forma un ambiente muy agradable, se conversan cosas ligeras y se pasa muy bien.
Mientras estábamos ahí, Roland (un viajero suizo de 50 años que está recorriendo sudamérica en bicicleta y que también conocimos en el barco) llamó a Sergio, contándole que también llegó a Río Gallegos. Lo pasamos a buscar en el auto de Sergio, quien luego nos hizo un city tour bien completo. Entre otras cosas, fuimos a ver un velero Catamarán que estaba dando la vuelta al mundo, a cargo de una sola persona. Es impresionante el tamaño de esa cosa. Tuvo un accidente y ahora está a la espera de ver como arreglar la nave. Lástima, pero que adventura!!!
Esa noche alojamos en el Hotel Paris, el más económico de la ciudad y excelentemente ubicado. Ahí conocimos a Gabriel, un Venezolano que también anda viajando en moto (destino Ushuaia). Junto a él, Cacho, Sergio, Roland, Koala y Fita, fuimos a cenar a un restaurant de pizzas. Estaban bien ricas. Conversamos mucho, y se nos pasó el rato. A las 1am recién volvimos al hotel. Al otro día hubo que despertar temprano y volver a montar todo en la moto... luego fuimos a desayunar a la confitería como le dicen y para variar conversamos mucho y nos paramos de la mesa tipo 1pm! De ahí a cargar bencina (no quedaba en toda la ciudad, pero uno de los amigos de la mesa es dueño de una bencinera y nos vendió un poco que tenía guardado), y volver a emprender el viaje!!! Nos despedimos de nuestros queridos amigos nuevos... gente como ellos uno no se encuentra todos los días, realmente son algo especial y nos sentimos muy afortunados de haberlos conocido. Ojalá poder regresar a visitarlos algún día!
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