sábado, 8 de junio de 2013

Entre los gigantes Redwoods


¡Hola! Como la mayoría ya sabe, nuestro viaje ya terminó y desde el 1° de Enero de este año, estamos de regreso en Chile – nuestro país, junto a nuestras familias y amigos. El simple retorno a la realidad, después de tan largo viaje, es otra historia que contar… sin embargo, aún falta narrar gran parte de nuestras aventuras y estoy determinada a concretar esto (aunque nadie lo lea por lo atrasado que está).
A nuestros fieles seguidores, quienes nos siguen a pesar de todo, les agradezco y espero que sigan entreteniéndose con estos relatos. =)


Despidiéndonos de la entretenida ciudad de San Francisco, atravesamos un largo túnel en dirección norte. Retomamos la ruta 1, que bordea la costa Oeste de EEUU y permite disfrutar de hermosas vistas. Esta es una carretera poco concurrida ya que la mayoría de gente prefiere la ruta 101, que la reemplazó y que es más ancha y de mayor velocidad. Nosotros, como se hizo costumbre durante el viaje, priorizamos la calidad del paseo a la rapidez de éste. A lo largo de la ruta 1 generalmente se visualiza el mar desde distintas alturas y en instantes también nos aleja de él y nos introduce en hermosos bosques y senderos tranquilos pasando por pequeños pueblos y asentamientos de casas.





Nos dirigíamos hacia el parque nacional Redwood, sin embargo la distancia era larga y la idea era llegar ahí temprano ya que acamparíamos para disfrutar del entorno natural. Así que decidimos pasar la noche en un lugar intermedio y llegamos a un pueblo llamado Fort Bragg, California. Alojamos ahí y a la mañana siguiente partimos temprano hacia nuestro destino, por la ruta 1 junto a la neblina característica de esa costa.

El camino fue introduciéndose al bosque y nos encontramos con un sitio de atracción turística llamado Chandelier Tree. Decidimos entrar a ver este gran árbol Redwood, calado por el hombre.
Se forman largas filas de vehículos a la espera de atravesarlo (ya que funciona igual que un corto túnel), y nosotros quisimos ser parte de esta experiencia novedosa.




Igual debo reconocer que me dio un poco de pena, ya que este tremendo y bello árbol fue tallado y dañado por el hombre, sin embargo nos asombró que siguiera creciendo a pesar de todo y mantenía sus colores naturales.
Existe otro Redwood de este tipo que se puede atravesar de este modo, pero que es así naturalmente (no intervenido por el hombre). Al encontrar este árbol, pensamos que era ese… pero no fue así jaja. Como no supimos encontrarlo, tendrá que quedar para la imaginación.


Continuando con el viaje, dimos con una interesante ciudad llamada Eureka. Esta es una de las ciudades más antiguas de este lado del país, y su carácter histórico se recalca con su arquitectura.


Ahí nos detuvimos a almorzar. Encontramos un local de sándwiches vegetarianos en pan de bagel, el cual recuerdo perfectamente ya que el mío estaba exquisito.



Poco tiempo después, llegamos al parque nacional Redwood. Para los que no la conocen, Redwood es una especie de tremendos árboles.
Tremendamente grandes (dentro de esta familia está el récord del árbol más alto), tremendamente viejos (pueden llegar a vivir hasta los 1.000 años), y también, en nuestra opinión, tremendamente hermosos.
En la costa norte de California existe una gran concentración de bosques Redwood, repartida en cuatro parques que cubren 540 km2. No teníamos tanta información al respecto en el momento de llegar, pero quise dársela a ustedes, para que pudieran entender un poco mejor la magnitud de este lugar.



Ya que en el parque nacional mismo no hay campings, nosotros nos quedamos muy cerca – en un pedacito que es parque estatal y se llama Jedediah Smith Redwood State Park. Armamos campamento y se empezó a poner de noche, así que preparamos la cena con mercadería que traíamos comprada de antes y luego nos refugiamos en la carpa.

La mañana siguiente despertamos temprano, como suele suceder en los campings, y salimos a recorrer a pie. Nos adentramos en un sendero entre árboles, que cada vez se hacían más enormes, y nos asombramos con la belleza de esta naturaleza absoluta. El sendero subía entre cerros y la huella que seguíamos en el suelo se angostaba entre las plantas silvestres. Nos encontramos con insectos y pájaros, con hongos muy peculiares y una babosa gigante. Y entre el cantar de los pájaros y el silencio absoluto, me dio bastante miedo de encontrarnos cara a cara con un oso (porque ésta es zona de osos, sin duda). Roberto no estaba preocupado, ya que éste era un sendero bastante cerca al camping. Intenté que el miedo no se apoderara de mí, y haciendo mucho ruido (dicen que eso ahuyenta a los osos) seguimos disfrutando del paseo, porque realmente todo era muy hermoso.





Terminando con el circuito del sendero, volvimos a nuestra carpa, cocinamos y almorzamos. En la tarde nos subimos a la moto y fuimos a recorrer otro sector del parque: la costa. Había muchísimo viento, incluso era difícil mantenerse de pie.
Aquí se ve como el bosque Redwood llega hasta la playa y como contrasta lo plano con lo gigante.




Comenzó a bajar el sol y a hacer frío y decidimos retornar, pero antes pasamos a la ciudad Crescent City (aledaña al parque) para conocerla y comprar en el supermercado algunas cosas que nos faltaban.


Cuando llegamos al estacionamiento del supermercado, nos encontramos con un motociclista viajero y como es de costumbre entre viajeros se acercó a hablar con nosotros. Resultó ser del estado de Utah y andaba de paseo por dos semanas. Su nombre es Neal. Mientras hablábamos apareció otro motociclista, quien se nos acercó porque andaba medio perdido y quería pedirnos indicaciones. Él era canadiense, de nombre Martin. Neal estaba viajando de norte a sur y pretendía acampar en el parque, y Martin de sur a norte y debido a estar apresurado quería seguir hasta la siguiente ciudad y buscar un motel.


Nos caímos bien los cuatro y entre la conversa decidimos compartir el sitio de camping. A nosotros nos pareció súper bien, ya que este camping era particularmente caro y así dividiríamos los gastos. Además siempre nos entretiene hablar con otros viajeros, conocer sus puntos de vista y saber de sus aventuras. Entré bien rápido a comprar la cena al supermercado y luego nos fuimos juntos los 4, en 3 motos, al camping. Pedimos permiso a la guarda parques para armar 2 carpas más y entrar 2 motos más, y nos aceptó (y menos mal, ya que el parque estaba completo).

Se hizo de noche muy pronto y nuestros “huéspedes” se instalaron apretados en el sitio, para luego cada uno preparar su cena a la luz de las linternas de cabeza. Nosotros comimos unos ricos macarrones con queso, uno de los platos de fácil preparación favoritos de Roberto. Conversamos bastante y estuvo muy grato.

A la mañana siguiente seguiríamos nuestro camino y nuestros nuevos amigos también. Sin embargo, ellos tenían itinerarios bastante distintos al nuestro, partiendo a horas muy tempranas de la mañana. Primero partió Martin, muy apurado ya que tenía como meta llegar a su casa en British Columbia – Canadá, en sólo un par de días. Se fue tan rápido que ni le alcanzamos a sacar foto, pero nos dejó invitados a quedarnos con él cuando llegáramos a Canadá. Neal partió después, rumbo al sur (y también nos dejó invitados a quedarnos con él en Utah).


Ya que los tres teníamos distintos destinos, nos separamos y después de despedirlos nosotros nos alistamos tranquilamente, a nuestro ritmo de chilenos. Nuestro siguiente destino era Seattle, pero el camino era largo así que sabíamos que pararíamos en alguna ciudad intermedia esa noche.
Aún por la ruta 1, continuamos hacia el norte.





Atravesamos un pequeño pueblo en el camino y nos encontramos con una reunión de automóviles viejos, algún club que se había reunido a almorzar. A Roberto claramente le encantó.



Avanzando un poco más, dejamos el estado de California y entramos a Oregon. Permanecimos en la ruta 1 y en un mirador nos encontramos con una multitud de gente mirando hacia el mar. Nos detuvimos a descansar un poco y a ver qué estaba sucediendo.
¡Qué maravillosa sensación sentí al visualizar lo que todos estaban observando! Ahí mismo, a la orilla del camino, sobre una especie de mirador improvisado y entre una nube baja blanca, vi un lomo negro flotando en el agua. Luego vi otro más. Se los indiqué a Roberto. No entendí que eran en un principio. ¡Eran ballenas!!! Fue hermoso. Realmente pacífico y un momento maravilloso.







Después de este lindo descanso, continuamos el trayecto. Para nuestro asombro, nos encontramos en el camino con Martin de quien nos habíamos despedido muy temprano esa mañana y a quien supuestamente no veríamos más, hasta Canadá. Había tenido un problema mecánico con su moto. Antes de que lo encontráramos, ya había pasado por un taller y lo habían ayudado supuestamente. Sin embargo, ahora estaba nuevamente con problemas. Era algo eléctrico y lo intentamos ayudar. Roberto fue en nuestra moto en busca de fusibles para la moto de Martin, mientras yo me quedé a un lado del camino junto a él y su moto. Pasó un rato y volvió Roberto sin buenos resultados ya que habían las pocas opciones por ahí cerca no tenían fusibles o estaban cerradas. Es que estábamos en un pequeño pueblo donde no volaba ni una mosca. A Roberto se le ocurrió hacer partir la moto con una bajada que había a la orilla del camino (una salida de autos), y esto resultó al segundo intento.


Una vez prendida la moto, no había problema… pero no la debía detener. Así que decidimos avanzar juntos, por si le pasaba de nuevo. Más adelante nos detuvimos en una estación de gasolina y Martin pudo comprar fusibles.
Ya que se estaba haciendo tarde y Martin entendió que no llegaría a su casa al día siguiente, decidió quedarse en una ciudad cercana. Nosotros pretendíamos quedarnos en Lincoln City – Oregon, así que ahí nos quedamos los 3. Encontramos un motel y pedimos una habitación para 4 personas, el cual pagamos a medias. Esa noche cenamos comida china en un restaurante a la salida del estacionamiento del recinto (de todos modos, no había mucho más de donde elegir en esta pequeña ciudad). Estaba rico.
Los tres estábamos cansados, así que tan pronto llegamos a la habitación, nos dormimos. La mañana siguiente Martin se despidió nuevamente de nosotros. Ojalá haya logrado llegar a su casa ese día, no volvimos a hablar con él.



Nosotros continuamos rumbo a la ciudad de Seattle – Washington. Ahí nos encontraríamos con una amiga de Roberto quien nos alojaría… pero antes aparecieron algunos obstáculos en el camino. Esa es otra historia emocionante, que quedará para el siguiente relato y prometo demorarme menos esta vez!


lunes, 11 de febrero de 2013

Los Angeles y San Francisco -California


Camino a Los Ángeles paramos a almorzar en un lindo Diner, de esos muy típicos ambientados en la década de los 50's. Nos encantan estos diner's, así que cada vez que nos encontramos con uno en el camino y cerca de la hora de almuerzo lo elegimos para comer algo rico y con buen ambiente.


Luego de unos ricos sándwiches, seguimos camino hacia la gran ciudad de Los Ángeles - California. La ruta siguió muy similar a lo anterior: desierto y calor. Anduvimos un par de horas más y luego nos encontramos inmersos en las tremendas carreteras inter-urbanas de esta ciudad, buscando la dirección de la casa en la cual nos quedaríamos esa noche.




















Después de un largo día, llegamos a la casa de Torin – nuestro amigo y anterior dueño de nuestra motito... (él la llevó andando desde Los Ángeles hasta Chile, donde Roberto se la compró). Así que, para quienes no lo sabían, les cuento que la motito es gringa. Con este viaje regresó momentáneamente a su antigua casa y durmió en su antiguo garage.


Torin vive junto a su madre y su lindo perrito, y nos acogieron para quedarnos un par de días juntos a ellos. El primer día, después de un exquisito desayuno casero, nos llevó a pasear en su camioneta y conocimos unas tiendas gigantes de motos y bicis, además de un supermercado muy bueno llamado Whole Foods que vende de todo, cosas muy sanas y ricas (incluso almorzamos ahí adentro). Paseamos por el barrio de Pasadena (lugar en el cual se ambienta la serie de televisión The Big Bang Theory) y vimos la universidad tecnológica y el Cheesecake Factory (donde debería trabajar Penny jajaja), quizás seamos muy ñoños, pero nos encantó! Bueno y, además, ese barrio es muy bonito.




















Esa noche sucedió algo muy emocionante para mí: conocí a mi media-hermana Elaine. Muchos no lo saben, pero mi padre (quien falleció hace 20 años) se casó 3 veces y tuvo 6 hijos: 2 en cada matrimonio. Yo soy la menor de los 6 hermanos... y no había visto a mis medios-hermanos desde el funeral de mi papá. Elaine es una de ellas y vive justamente en la ciudad de Los Ángeles. Cuando supimos que pasaríamos por esta ciudad, la contacté por e-mail para ver si podríamos juntarnos. Ahí me enteré de que ella estaba embarazada! Con mayor razón quise verla, así que coordinamos juntarnos a cenar. Ella quería invitarnos a alojar en su casa, pero ya que en este viaje nunca podemos saber qué día llegaremos y a dónde... cuando supimos con certeza cuándo llegaríamos a LA, ella ya tenía un montón de compromisos.
A pesar de todo eso, logramos reunirnos con ella y su hermosa familia. Fue un encuentro de muchas emociones y desde ese momento siento que mi familia creció. Esto también me hizo darle todo un maravilloso y nuevo sentido a nuestro viaje, al comenzar el re-encuentro con mi infancia. Obviamente este nunca fue el objetivo de este viaje, pero me dieron ganas de compartirlo con ustedes porque es una hermosa sensación.


La mañana siguiente nos despedimos de Torin, ya que él viajó a visitar a unos familiares. Nosotros seguimos hospedando en su casa, junto a su mamá quien nos trató como reyes. Realmente fue inesperado y lindo de su parte! Gracias a ella, ese día pudimos ir a conocer un hermoso parque y museo llamado Huntington. Solía ser una mansión, perteneciente a una familia millonaria, y ahora se aprecia como museo, biblioteca, y hermosos jardines. Es caro ingresar ahí, pero Susan (la mamá de Torin) nos consiguió especialmente un par de entradas gratuitas.





Más tarde ese día, fuimos en la moto a conocer el famoso sector de Hollywood. Paseamos por una gran multitud mientras fijábamos la vista al suelo, descubriendo los diferentes nombres de famosos dentro de estrellas doradas bajo nuestros pies.



Pudimos ver también el museo de "Ripley's, Beleive It or Not" y el de cera "Madame Tussands", además del hermoso Teatro Chino (pero no ingresamos a ninguno de ellos). Más tarde salimos en busca del famoso letrero de HOLLYWOOD, pero es súper difícil encontrar un lugar desde donde se pueda tomar una foto y que se vea grande!! Ya que está por sobre un cerro al cual no se puede acceder y toda su base está cubierta de casas. Aún así, lo encontramos pero se estaba haciendo de noche y no pudimos capturarlo decentemente.



Esa noche (al igual que todas las que permanecimos en casa de Torin) disfrutamos viendo los Juegos Olímpicos en la televisión, junto a Susan en el living. Esto fue un hecho que disfrutamos mucho y nos hizo sentir parte de la familia. Los gringos tienen una gran pasión por los deportes en general y a nosotros nos encanta eso… muy diferente a Chile, donde lamentablemente sólo le ponen atención al Fútbol y a veces al Tenis (no tengo nada en contra de esos deportes, pero me encantaría que los demás deportes que existen fueran también apreciados y apoyados).

Nos quedaba tan sólo un día en esa ciudad, así que al día siguiente salimos temprano y lo primero que hicimos fue volver al letrero y sacar fotos bien tomadas. Si algo caracteriza a Los Ángeles, diría que son sus anchas y veloces carreteras urbanas. Es difícil atravesar esta ciudad y evitarlas por completo, pero lo bueno es que gracias a ellas todo se siente un poco más cerca.




Desde ahí fuimos hacia las playas. En el camino pasamos por un montón de estudios de grabación, y pasamos por los barrios topísimos de Beverly Hills y Bel-Air (del Príncipe del Rap). No hay palabras para describir la magnitud y el exceso de las casas y de los negocios que vimos ahí.



Siguiendo nuestro camino, llegamos a la costa. Primero a las playas de Santa Mónica (con sus casetas de salvavidas a lo Baywatch) y luego a la playa Venice (conocida por ser muy transitada y llena de tiendas, restaurantes, artistas callejeros, etc.). Nos encantaron estas playas, son realmente lindas y llenas de energía. Fuimos a una feria de atracciones típica, con rueda de la fortuna y todo. Vimos a cientos de personas sobre patines y andando en bicicleta, corriendo, paseando a sus perros, haciendo ejercicio, tomando sol, y llamando la atención.





Cuando ya era hora de irnos, nos perdimos y no encontramos la moto (hay millones de estacionamientos y son todos pagados). Estábamos preocupados porque nos habíamos pasado del tiempo que habíamos pagado en el parquímetro y pensamos que nos podían poner una multa o algo. Pasamos un mal rato y caminamos mucho más de lo necesario... pero finalmente la logramos encontrar. Desde ahí tomamos la carretera de regreso a la casa de Torin y pudimos apreciar la inmensidad de la ciudad con sus altos edificios del sector de downtown.



La mañana siguiente nos tocó continuar el viaje así que esa noche nos despedimos de Susan, de quien nos encariñamos tremendamente. Nos dirigimos hacia la ciudad de San Luis Obispo - California, donde comenzamos a recorrer la Ruta #1 (que va por toda la costa oeste de Estados Unidos) que recorreríamos casi por completo en los siguientes días. Es un camino precioso.



Pasamos por unos lugares hermosos, pequeñas ciudades costeras como Malibu y otras igual de extravagantes. Nos encantó pasar por Ventura, donde la ciudad además de calles de asfalto tiene una red de canales para navegar en todo tipo de embarcaciones. Es hermoso! También pasamos por Santa Bárbara, otro lugar hermoso, con palmeras y mansiones... es otro mundo por ahí. Ah, y vimos más casas rodantes inmensos de los que jamás habíamos visto!




















Hasta parar para descansar en ese lugar era bonito.


Esa tarde llegamos a la ciudad de San Luis Obispo, una pequeña ciudad entre Los Ángeles y San Francisco. No la conocimos mucho, pero se vio agradable. Aprovechamos de comer en un pequeño diner de hot-dogs y hamburguesas, y estaba todo súper rico.


Notamos que el neumático delantero de la moto ya estaba comenzando a morir y debíamos cambiarla muy pronto. Roberto buscó en internet tiendas que vendieran neumáticos de moto que nos sirvieran y quedaran en nuestro camino, sin obtener buenos resultados... y sucedió lo mismo por la página de ebay. Así que usamos un medio para encontrar cosas a la venta que nunca habíamos usado: Craigslist. Este es un sitio web internacional, mucho más utilizado en Estados Unidos que en otros países. Ahí se puede encontrar de todo lo que necesites, productos y también servicios... cosas nuevas y usadas, generalmente a precios bajos. Ahí Roberto encontró un neumático nuevo y la persona que lo vendía decía que estaba impecable. Como vive en Santa Cruz y nosotros cruzaríamos esa ciudad al día siguiente, nos pareció ideal y logramos coordinar reunirnos en una estación de gasolina.

Salimos la mañana siguiente, rumbo a la ciudad de San Francisco y el camino siguió igual de bonito que el día anterior, bordeando la costa. Nos juntamos con el vendedor del neumático, tal cual habíamos acordado. La compramos, amarramos a la moto sobre todas nuestras cosas, y continuamos el viaje. Fue una transacción muy rápida y muy buena! Así que nos encantó Craigslist. Incluso le pedimos rebaja, y nos salió re-barato!






















Un par de horas después de retomar el camino, nos metimos a una nube baja la cual nos siguió por todo el resto del camino hasta San Francisco. Hizo que el paseo fuera algo más "místico", ya que no podíamos ver bien el horizonte y el mar desaparecía entre lo blanco. En un punto, el camino se aleja del mar y nos metimos entre campos y plantaciones.





















A penas llegamos a la ciudad de San Francisco, nos encantó. Hay algo muy especial en la arquitectura victoriana que la caracteriza y sus también típicos trolley-buses, que cautiva inmediatamente. Nos detuvimos en una estación de gasolina para llamar a Nathan, a quien Roberto contactó por horizonsunlimited (el foro de viajeros en moto, que les he mencionado anteriormente). Nathan también es motociclista y nos invitó a pasar unos días en su departamento en San Francisco. Por suerte, el lugar en el cual nos detuvimos estaba muy cerca de ahí.


Llegamos y conocimos a Nathan, una persona muy simpática y con muchas ganas de intercambiar historias de viajes. Nos instalamos en el futón del living de su departamento de una habitación, departamento hermoso a todo esto... en un edificio antiguo típico victoriano y remodelado completamente por dentro. Amaría vivir en un departamento así. A la noche llegó su novia y salimos los cuatro, a ver un show en vivo a uno de los tantos barrios nocturnos de la ciudad. Luego fuimos a comer a un restaurant Hindú y paseamos por las calles repletas de locales, restaurantes, pubs, y tiendas. Desde el primer día nos sentimos parte de esta ciudad.


Nuestro anfitrión, como toda la gente normal, trabaja toda la semana… así que desde la mañana siguiente quedamos a nuestra voluntad y comenzamos solitos a conocer la ciudad, a pié. Lo primero fue conseguir desayuno y encontramos un rico local de bagels a la vuelta de la esquina. Para mí, los bagels son el pan más rico del mundo así que fue un excelente comenzar de día.

Entre leer el Lonelyplanet y buscar en internet, creamos una larga lista de cosas que queríamos ver y conocer. Comenzamos a caminar entre las calles de la ciudad – típicas con grandes pendientes – y apreciamos algunas vistas muy características (como los puentes, la isla de Alcatraz, y los cable cars).




















El primer barrio como tal que conocimos fue el barrio chino o Chinatown. En hartos países y hartas ciudades existen barrios chinos… pero nunca habíamos visto uno tan espectacular como éste. Simplemente nos encantó! Son muchísimas cuadras y es realmente muy chino. Incluso cuando consultábamos precios (en inglés), no nos entendían porque casi sólo hablaban chino!




Después paseamos por el barrio financiero, que se encuentra en la parte más plana de la ciudad. Las distancias son grandes, así que la verdad es que caminamos un montón y decidimos que debíamos andar aunque sea un ratito en un cable car (que es una de las cosas más típicas que todo turista debe hacer en San Francisco).








Nos encantó el paseo por los cerros, colgando del trencito. Nos bajamos en un lugar perfecto para apreciar Alcatraz desde las alturas, y bajamos la calle caminando. Llegamos hasta la caleta de pescadores “Fisherman’s Wharf” y paseamos un tanto más por este otro barrio.



Al llegar la tarde comenzó a ponerse frío y con mucho viento, luego llegó la neblina. Por suerte, traíamos cortavientos con nosotros. Después nos explicó Nathan que así es el clima de San Francisco: no tienen 4 estaciones del año marcadas, sino que todos los días básicamente se sienten las 4 estaciones jajaja. En la mañana con sol, la tarde con viento y neblina, la noche generalmente con lluvia. Extraño, pero místico.




Fue un día extremadamente largo y cansador y llegamos con los pies muertos… pero nos enamoramos de esta ciudad, sin excepciones.

Nathan tenía un compromiso esa noche, así que salimos nosotros 2 con la moto a cenar. San Francisco es conocido por tener barrios de restaurantes y muchos barrios nocturnos, así que quisimos aprovechar de conocer uno de esos también. Decidimos ir al barrio Castro, el barrio gay de la ciudad. Digamos que es un lugar muy especial y colorido jajaja.


Como que no teníamos ganas de que terminara el día, y desde ahí cruzamos la ciudad en busca de ver el famoso puente Golden Gate. Anduvimos un montón de rato y llegamos a lo que creímos era la base del puente… pero no lo pudimos encontrar! Estaba todo muy oscuro y solitario y nos sentimos perdidos (a pesar de tener el GPS), así que desistimos y nos regresamos al departamento.

La mañana siguiente salimos junto a Nathan, nosotros en nuestra moto y él en la suya. Necesitábamos algunas cosas, como aceite para la moto y una hebilla nueva para mi bota (que se había roto nuestro último día en México), y Nathan nos acompañó a algunas tiendas de motociclismo. Con mi hebilla no tuvimos suerte, pero si con el aceite. De ahí nos llevó a conocer el barrio Hippie de San Francisco: The Haight.


Aquí hay muchos cafés y tiendas de ropa usada, además de otras cosas por supuesto. A mí me interesaba intercambiar algunas prendas de mi ropa por otras distintas (y eso se acostumbra mucho aquí) pero no quisieron aceptar mi ropa… cosa que debí sospechar desde un principio (porque claramente ropa de un viaje tan largo no se mantiene en las mejores condiciones jajaja). Habría sido muy feliz en ese momento con algunas prendas “nuevas”, pero bueno… fue bueno y entretenido intentarlo.


Ahí nos separamos de Nathan, ya que él debía trabajar, y con la moto seguimos recorriendo más lugares y nos aventurarnos con las tremendas subidas y bajadas de la ciudad. Una de las calles más típicas y, a la vez, extrañas es Lombard Street – la calle más torcida que he visto. Es una solución urbana muy peculiar y única para solucionar un problema de gran pendiente entre una calle y otra. Hoy en día es, sin duda, una gran atracción turística y nosotros que la bajamos en la moto casi ni avanzábamos de tantos autos que estaban haciendo lo mismo. Fue muy chistoso, incluso grabamos un video… pero no se aprecia igual que en persona.


Volvimos a subir (por otra calle más normal), para apreciar bien Alcatraz desde las alturas. Existen tours que llevan a la gente a la isla en lanchas, pero igual son caros y la verdad es que nos contentamos con ser espectadores desde aquí… porque la vista es simplemente hermosa!



Bajamos el cerro y llegamos nuevamente al Fisherman´s Wharf, donde esta vez quisimos sacarle mayor provecho, pasear con mejor clima y comer algo rico. Descubrimos que lo más típico y además barato aquí es el sándwich de cangrejo, así que eso comimos obvio! También vendían sopa dentro de un bol de pan (un pan redondo gigante al que se le saca toda la miga y sirve como un pocillo comestible) y se veía súper rico y original.





Aquí nos encontramos con un museo muy entretenido, llamado Musée Mécanique. Es de entrada liberada y nos pareció de lo más genial. Está lleno de juegos antiguos de arcade, máquinas que “leen el futuro”, tragamonedas, butacas de fotos y cosas así.





Ya que aún nos quedaba rato con luz de día, decidimos ir hacia el otro lado de la ciudad para conocer la Cliff House que es una de las casas más antiguas del sector. La verdad es que no nos interesó mucho… ahora es un restaurante y no hay mucho que ver, pero está en altura y desde ahí hay una hermosa vista a la playa. Como todos los días a esta cierta hora, comenzó a ponerse nublado y frío así que no bajamos a la arena. Siento que esta ciudad nunca dejaría de sorprenderme… tiene de todo lo que amo de una ciudad (y sumarle la playa ya es lo máximo).



En nuestro regreso hacia el departamento, comenzamos a despedirnos de San Francisco ya que al día siguiente continuaríamos viaje, camino al norte de California. De noche y acobijado por el garaje del edificio, Roberto hizo el cambio de aceite de la moto.



Temprano nos despedimos de nuestro buen anfitrión y nuevo amigo Nathan. Lo vimos poco pero nos sentimos muy a gusto con él y fue increíble quedarnos en la ciudad más cara de EEUU gracias a su ayuda.


Lo pensé en el momento, y la verdad es que aún ahora siento que San Francisco fue la ciudad que más me sorprendió, en la que más encajé, y en la que viviría si me fuera a vivir a otro lugar que no sea Chile (ni Nueva York, donde nací). Lamento si les repito mucho en esta narración, pero de verdad acá hay de todo… gente buena onda, diversidad, alegría, arquitectura, paisajes, transporte público, comida rica, playa, puentes, parques, barrios para cada uno, etnias, religiones y creencias… y un lugar para cada persona! Lo único malo y terrible: es la ciudad más cara de los Estados Unidos (principalmente por eso aún seguirá siendo sólo mi lugar soñado).

Luego de despedirnos, salimos en la moto camino hacia el parque nacional de los Redwoods. Para ir hacia el norte, es imprescindible cruzar el hermoso puente Golden Gate (y por lo mismo es que después de nuestro intento fallido de hallarlo, lo habíamos dejado para este momento).


Resultó que la otra noche habíamos llegado hasta el lugar correcto (ahora, con luz de día ya no se veía tétrico). Lamentablemente esta vez casi no lo pudimos ver de nuevo, debido a tanta neblina. Esto es muy normal parece, e igual le da su toque místico al icono. Lo malo es que se pierde en las fotos.





Un montón de gente lo cruza a pie cada día y claro que aún más vehículos. A cada extremo hay un estacionamiento y mirador… y es algo tremendamente turístico. Es una hermosa construcción para despedir la ciudad (o dar la bienvenida, si viajas de norte a sur).
¡Chao San Francisco, hasta luego y por fa no dejes que te olvidemos!