domingo, 20 de mayo de 2012

Decisiones, Largos Caminos y Nuevos Amigos!

Desde que planeamos este viaje teníamos muchas dudas con respecto a nuestra ruta a seguir estando dentro de Brasil. Siempre tuvimos claro que queríamos conocer la costa y llegar hasta Brasilia, pero desde ahí en adelante nuestro camino era incierto. La siguiente ciudad que teníamos marcada como destino fijo era Manaus -ciudad natal del abuelo de Roberto y Amazonia plena. 

Para llegar a Manaus desde Brasilia definimos tres rutas posibles: la primera por la costa del nordeste brasileño -conociendo la zona más turística del país-, la segunda directamente norte por el interior hasta la ciudad de Belém, y la tercera yendo al este -entrando a la Amazonia- hasta la ciudad de Porto Velho. Al final de cada una de estas tres opciones habría que tomar un barco por el amazonas hasta la ciudad de Manaus, ya que prácticamente no existen vías transitables que conecten Manaus con el resto del país (las rutas existentes son de tierra, y por ende de barro, totalmente abandonadas hace años en cuanto a su mantención) y el negocio de los barcos se ha convertido en opción única de traslado, una especie de monopolio. 



El camino a seguir lo decidimos el último día en Brasilia. No fue fácil, pero así lo decidimos: La opción del nordeste significaba muchísimos kilómetros más, por ende más días y más gastos... además de ser una zona más cara por ser más turística. Así que lo dejaremos para un siguiente viaje (en unas vacaciones se puede lograr). 

La elección entre las otras dos opciones tuvo directa relación con la información que pudimos obtener de los barcos que hacían el recorrido hasta Manaus. Se trata de un mercado bastante informal, donde el precio pagado por cada pasajero varía según que tan bien puede negociar. Debido a esto, fue muy difícil conseguir información concreta de cada barco sin estar en el lugar. Sin embargo, nos contactamos con una persona que vive en Belém quien averiguó que el precio relativo para dos personas y una moto ascendía a $700 reales (US$350) sin incluir las comidas abordo, y el viaje sería de unos 6 días. Al mismo tiempo, conversamos con Gabriel (un amigo venezolano que conocimos en Río Gallegos, Argentina) quien había hecho el trayecto en barco desde Porto Velho a Manaus un mes atrás y calculó que nos saldría alrededor de $550 reales (US$275), conversables, pero que incluía todas las comidas y demoraría máximo 3 días. En ambas opciones estaba contabilizada la acomodación más económica, que es dormir en hamacas en vez de cuartos con camarotes.

La información que teníamos de las rutas en sí hasta los puertos respectivos era muy poca. Se dice que el camino desde Brasilia hasta Belém es mucho más bonito que el a Porto Velho. A pesar de eso, en el último minuto decidimos ir a Porto Velho (100% de la decisión fue por tener más certeza respecto a las condiciones del barco). Así que esa mañana partimos rumbo a Barra do Garças, una pequeña ciudad a unos 490 km al este de Brasilia. El plan era viajar varios días seguidos un promedio de 400 km por día, hasta llegar a Porto Velho... y así fue. 



Llegamos casi de noche a Barra do Garças y encontramos un buen hotel detrás de una estación de servicio. Nos instalamos ahí y aprovechamos las instalaciones de la bomba para cenar también (casi todas las gasolineras tienen restaurantes además de tiendas en Brasil). A la mañana siguiente, salimos al calor exagerado a seguir andando con destino a Chapada dos Guimarães (cuyos alrededores eran realmente hermosos según pudimos averiguar en internet unos días antes). El camino era muy bonito, muchas plantaciones de choclo y algodón. Habían hartas nubes también y, unos 80 km antes de llegar a nuestro objetivo, se largó a llover con escándalo. Fue tan fuerte y tan rápido que nuestra experiencia nos indicó que debíamos detenernos. Así que dimos la vuelta y retornamos a la última ciudad que habíamos pasado para alojar ahí. Era Campo Verde, y encontramos un pequeño hotel con muy buena atención, aire acondicionado y lugar suficiente para colgar toda nuestra ropa que rápidamente se había empapado. Todo bien al fin y cabo. 


Como es sabido, en ciertas zonas de Brasil y también en todos los países de Centroamérica en general hay riesgo de contraer Malaria (enfermedad transmitida por los zancudos). Antes de emprender el viaje, consultamos a un doctor especialista en medicina internacional y nos recetó un medicamento preventivo para esta enfermedad (además de vacunas para la fiebre amarilla, las cuales recibimos antes de viajar). Por varios motivos, decidimos comprar la medicina en Brasil cercano a la "zona de riesgo", y en Brasilia comenzamos a preguntar en las farmacias. Al parecer, aquí la gente no se preocupa de la malaria hasta que la tienen y es muy difícil encontrar los remedios preventivos. 
La mañana que despertamos en Campo Verde, fuimos a la farmacia de la esquina para preguntar una vez más. No tenían Mefloquina (que es el medicamento que nos fue indicado) pero tenían Doxiciclina (un antibiótico que tiene otros usos pero también suele usarse en la profilaxis de la malaria). No la compramos, porque queríamos hallar el medicamento original y aún nos quedaban varias ciudades antes de llegar al Amazonas. 



Con nubes aún en el cielo, pero sin lluvia, seguimos nuestro camino... pasamos por la hermosa reserva nacional que planeábamos ver el día anterior y viajamos en total unos 450 km hasta la ciudad de Cáceres. Llegamos tipo 4 de la tarde, nos instalamos en un hotel no muy bueno pero el más barato que encontramos (no habían muchas opciones) y salimos a almorzar muertos de hambre. Una señora que vivía al frente del hotel lavaba ropa, así que le llevamos la nuestra (que estaba muy sucia) y nos cobró el precio ridículo de $2 reales por prenda ($550 pesos chilenos), realmente una estafa! Así que lavamos un poco de ropa interior a mano y la dejamos secando en la pieza... que terribles los precios en Brasil!

El cuarto día de viaje, llegamos a la ciudad de Comodoro. Encontramos un hotel muy pequeño, realmente era una casa que tenía piezas afuera. Los dueños de casa atendían y era todo super humilde, pero super limpio y agradable. El caballero nos cobró muy barato (el hotel más barato que encontramos en Brasil) y cuando nos vio indecisos nos ofreció una habitación más barata aún por no tener aire acondicionado! Tomamos la con aire, ya estábamos cansados de tanto viajar. Nunca habíamos viajado por más de 3 días seguidos... y aún nos faltaban 2 días más para llegar a Porto Velho. 


Continuamos la ruta al día siguiente, pasando a los pocos kilómetros por una hermosa reserva natural. Es impresionante la diferencia existente entre la reserva y el territorio privado. Poco después, pasamos la ciudad de Vilhena. Nos habían comentado que, desde esa ciudad en adelante, el camino empeoraba bastante debido al gran tránsito de camiones y que el pavimento estaba lleno de "buracos" (hoyos en portugués). Y tal como dijeron, era. 


Entre Vilhena y Ji Paraná (otra ciudad relativamente grande), el camino se hizo insoportable. No era pavimento con hoyos, sino más porcentaje de hoyos que pavimento... y eran extremadamente profundos, como si hubieran bombardeado el camino. En todo caso, con la moto es más fácil esquivar las imperfecciones del camino que con un auto. El problema eran los camiones, porque cuando se encontraba uno al frente de nosotros no podíamos visualizar el camino que venía, el camión haría un movimiento repentino para esquivar el hoyo y nosotros no alcanzaríamos a reaccionar. Así sucedió una vez y nos embutimos de nariz en uno que cabía la moto prácticamente entera, por suerte no se pinchó la rueda ni hubo complicaciones posteriores... pero se sintió fuerte! Después de eso, llegó la lluvia... muy mala combinación, ya que el agua empareja el camino y desaparecen las imperfecciones. Bueno, hubo que avanzar con harta paciencia y tranquilidad y llegando a Ji Paraná las cosas comenzaron a mejorar. La lluvia fue intermitente, como se caracteriza en estos lugares, y nos mojamos y secamos varias veces durante el trayecto. 


Ese día planeábamos dormir en Ji Paraná, pero buscamos hotel y no hallamos alguno que nos convenciera... así que decidimos andar unos kilómetros demás. Llegamos hasta una pequeña ciudad llamada Ouro Preto de Oeste, encontramos un hotel descente atrás de una estación de gasolina y nos instalamos ya de noche.

Nos quedaba el último día de viaje continuo, en el cual finalmente llegaríamos a la ciudad de Porto Velho. El camino estaba muchísimo mejor, habían muchos parches de reparaciones y se podía andar tranquilamente. 
Llegamos a la ciudad tipo 3pm y buscamos a "Papaleguas", un nuevo amigo. Gabriel, nuestro amigo venezolano, se había quedado con él en su casa y nos dio su contacto para que nos ayudara en Porto Velho. Papaleguas es su sobrenombre (y significa Corre-caminos), él es presidente en Porto Velho de un moto club llamado 100% Amazonia y de buena onda y por amor a los viajes en moto ha recibido hace muchos años a viajeros como nosotros en su casa. 
Nos recibió muy bien y nos dejó su casa a disposición mientras que él tuvo que volver a su trabajo. Fue muy agradable descansar esa tarde. La verdad es que la falta de costumbre de viajar tantos días seguidos nos agotó. 

Conocimos a los habitantes de su casa... su mamá, quien es un amor... su perrita Valentina, y su lora!!! Que criatura tan hermosa, nos enamoramos de ella al primer instante y toda nuestra estadía fue nuestra compañía constante. 



Esa noche mientras nuestro anfitrión trabajaba nos pasó a buscar Jack, de quien más tarde nos hicimos muy amigos, para llevarnos al local de "Mad Max", otro de sus amigos. Ahí conocimos a varios amigos más y todos nos recibieron muy bien. Nosotros nos estábamos muy acostumbrados a toda la onda motoquera y de los moto clubs... ya que en Chile esos factores son muy distintos a como son en Brasil. Nos sentimos muy a gusto desde un comienzo. Notamos que aquí los moto clubs y los "moto grupos" son agrupaciones de amigos unidos por intereses comunes, en vez de agrupaciones de gente para llamar la atención. (Si algún chileno miembro de moto club está leyendo esto y se siente ofendido, no es esa nuestra intención! No queremos generalizar... sólo que en nuestro círculo de influencia no hemos visto otra cosa). Conversamos hasta tarde en el local y cuando volvimos a la casa ya teníamos nuevos amigos. 

El día siguiente era lunes y también el único día a la semana en que Papaleguas no trabaja, así que nos pudo acompañar a hacer algunos trámites. Nuestra prioridad fue averiguar las condiciones de los barcos a Manaus, así que primero nos dirigimos al puerto. Al llegar allá nos encontramos con instalaciones mínimas, como ya nos imaginábamos que iba a ser. Conversamos con un conocido de nuestro amigo, quien al parecer era uno de los dueños del barco Almirante Moreira VIII. Logramos que nos hiciera rebaja en los precios... pero debíamos esperar hasta el día sábado para zarpar, ya que llegaría recién el viernes. Había otro barco que zarpaba el miércoles, pero no pudimos conseguir buen descuento para ese. Había que tomar otra decisión: irnos el miércoles para seguir avanzando luego, o esperar casi una semana y ahorrar en los pasajes. Suena más fácil de lo que fue, porque habíamos andado tantos kilómetros la semana anterior justamente para zarpar el miércoles. Sin embargo, pensando en nuestros gastos decidimos irnos el sábado. Entonces cerramos trato y dejamos pagado la mitad del valor negociado ($400 reales, US$200, en total para nosotros dos y la moto, bastante menos de lo que nos habían dicho). 


Saliendo del puerto, Papaleguas nos llevó a la feria a comprar las dos hamacas que necesitaríamos para el viaje. Escogimos las más baratas, ya que después del barco no las podríamos llevar con nosotros. Nos ocupamos de un par de cosas más y volvimos a la casa, donde su mamá nos estaba esperando con un rico almuerzo de carne con arroz y feijao, comida casera típica brasileña. ¡Qúe agrado! 
Luego a la noche volvimos a juntarnos con amigos, en el local recién inagurado de su amigo "Red Bull". Una vez más, buen ambiente y muy buena conversación.

A la mañana aprovechamos la tranquilidad y nos quedamos durmiendo hasta tarde... hacía muchos días que no habíamos podido. Luego me dediqué a actualizar cosas en el computador... subir fotos, actualizar este blog (lo cual es bastante demoroso y siempre permanece algo desactualizado por más que intento) y diseñar un sticker que nos representara en nuestro viaje. Hace rato que queríamos tener para publicitar un poco este blog y poder pegarlos en lugares del camino. Esta fue la mejor ocasión para crearlo, ya que todos nuestros nuevos amigos nos regalaron de sus motoclubes... y queríamos poder retribuirles. Nos gusta como quedaron, aquí les dejo una muestra:


Mientras tanto, Roberto trabajó en la moto. Desde siempre hemos estado con algunos problemillas eléctricos, ya que todo el cableado fue reemplazado por él al modificar el carenado. En esta ocasión, las luces estaban titilando mucho y no se permanecían encendidas fijas. Para evitar que los policías nos pararan a causa de esto, Roberto desarmó todo el sistema y lo ordenó. También aprovechó de hacer un cambio de aceite (más que merecido después de tantos kilómetros) y una limpieza general.


La mamá de Papaleguas me ayudó a encontrar el remedio preventivo para la malaria. Tal como nos dijeron en las ciudades anteriores, la mefloquina no se vende en farmacias (sólo la dan en los centros de salud a las personas que ya tienen la enfermedad). Fuimos juntas a varias farmacias a preguntar, e incluso me llevó a un centro de asistencia pública... pero no hubo caso. 
En Chile todos nos alertaron de cómo prevenir la malaria, y en Brasil mismo la prevención no existe. Uno pensaría que se preocuparían más pero no es así. Finalmente con Roberto decidimos comprar la alternativa, que se llama doxiciclina y es un antibiótico que se usa para otras cosas, teniendo como efecto secundario la profilaxis de la malaria. Ningún medicamento es un 100% eficaz, pero pensamos que esto sería mejor que nada. Además de todo, compramos mucho repelente de insectos y decidimos que usaríamos ropa larga en lugares con muchos insectos. 

Los demás día fueron muy tranquilos... descansamos bastante y esperamos que llegara el barco. Lavamos mucha ropa, incluyendo nuestros trajes de moto completos (por primera vez en todo el viaje). Paseamos un poco por el centro, el cual está colapsado en comercio... pero no conocimos mucho la ciudad. El último día tuvimos que reordenar todas nuestras pertenencias para lograr que nuestros trajes de moto -incluyendo botas- entraran en los bolsos, para subir al barco y tener menos cosas de las cuales preocuparnos. Mágicamente pudimos.

Sólo por coincidencia, nuestra última noche en Porto Velho hubo un gran asado y reunión de todos los motoclubes en el local de Red Bull, quien nos había invitado el día que lo conocimos. Estuvo muy bueno, nunca habíamos estado en una reunión de ese tipo y lo pasamos increiblemente bien conversando con la gente. Se pasaron de buena onda. Nos dio mucha pena justo tener que irnos al día siguiente... pero así es la vida de los viajeros! 



En Porto Velho conocimos gente maravillosa, gente que ahora consideramos amigos. Con certeza los volveremos a ver... en Brasil, en alguna ruta, o en Chile cuando nos visiten! Gracias amigos, por hacernos parte de ustedes.

viernes, 4 de mayo de 2012

Brasilia, Capital Federal


Al descender los cerros adoquinados de Ouro Preto para dirigirnos hacia la carretera, notamos que la cadena de la moto estaba algo suelta y sonaba por debajo de mis pies. Bajamos hasta la parte plana de la ciudad y estacionamos la moto para que Roberto le pudiera hacer algunas modificaciones. Unos días antes, en Niteroi, la había notado suelta ya y la había tensado, pero algo no quedó bien y desde ese entonces sonaba un crujido cada vez que retrocedíamos. 
Estacionamos la moto en el primer lugar plano que encontramos, desembalamos las herramientas y, a penas él se puso a reparar, salieron un montón de escolares desde un centro deportivo aledaño. En cosa de segundos la moto quedó rodeada de niños curiosos tocando todo, preguntando de todo, y riéndose de como hablábamos ya que nos entendían la mitad de lo que decíamos. Fue algo estresante en un comienzo, ya que la moto no estaba bien firme sobre el suelo y pensábamos que se podría caer sobre alguno de ellos (cosa que si sucedió al rato, pero sin consecuencias). Fue también muy entretenido conversar con ellos... son muy alegres. Me quedó grabado un niño que nos preguntó: "¿ya recorrieron la ciudad?, es una ciudad histórica!". Y dijo con un orgullo tremendo. Fue muy lindo darse cuenta de la educación cultural e histórica que reciben estos niños. 


Después de mucho trabajo, Roberto logró arreglar lo mejor posible para esas circunstancias el desperfecto... y muertos de calor decidimos seguir nuestro camino. Seguía sonando, pero menos.
Salimos de Ouro Preto tarde, tipo mediodía. Nuestro objetivo era Brasilia, pero nunca pensamos ir de una tirada porque eran muchos kilómetros. Así que esa tarde paramos a la mitad del trayecto, en las afueras de una ciudad llamada Tres Marías, para continuar temprano a la mañana siguiente... y así fue. 

Después de andar mucho, cuando nos faltaba muy poco para llegar a Brasilia, sentimos una brusca pérdida de tracción en la moto y nos detuvimos a las afueras de la ciudad de Cristalina para revisar qué había sucedido. Yo estaba segura que había sido la cadena, debido a que sentí que me rozó la bota. 
Al bajarnos de la moto nos encontramos con que el problema de la cadena... era que no estaba la cadena! Se había roto y expulsado hacía atrás y nosotros habíamos llegado varios metros más allá simplemente con el vuelo. Lo malo no era realmente la cadena, sino la catalina (la pieza con engranajes que afirma la cadena a la rueda de atrás) que estaba totalmente gastada y casi sin dientes. Al estar así, la cadena se esfuerza más para dar la misma cantidad de vueltas. 


Sin la cadena, no se puede andar. Así que Roberto partió caminando a recuperar la cadena y ver si tenía alguna solución. Después de eso, no nos quedó más que esperar. Lo bueno es que aún era temprano, tipo 3pm. Pensamos que la opción era parar algún auto y pedirle que nos tiraran -con nuestra cuerda de tiro- hasta un mecánico. Como era de imaginar... ningún auto nos socorró. Entonces empezamos a hacerle señas a las motos, lo que si nos dio resultado. Se detuvo una "moto-taxi" (primera que vimos, pero en esta zona es muy común). El conductor nos preguntó qué sucedía y, como un ángel caído del cielo, llamó por celular a un amigo mecánico quien llegó al rato a ayudarnos. Primero intentó reparar la cadena ahí mismo, pero igual la tuvo que llevar hasta su taller para después retornar con la pieza arreglada. Después de que la instaló en su lugar, lo seguimos hasta su taller con la moto para ver si tenía a la venta alguna catalina que nos sirviera de repuesto.


Debido a la hora, decidimos que debíamos quedarnos esa noche en Cristalina para no arriesgar quedarnos varados a la orilla del camino y a oscuras. La moto quedó servible, pero en cualquier minuto podía gastarse completamente la catalina dejándonos en pana de nuevo. Le preguntamos si conocía algún hotel barato y nos invitó a alojar a su casa. Nosotros claramente nos sorprendimos, pero ya que su mujer estaba de acuerdo y nosotros teníamos que ahorrar para poder comprar los repuestos... aceptamos. La familia de Homero (el mecánico) esta compuesta por él, su esposa y sus dos hijos -María Eduarda de 6 años y John Pedro de 4 años- y viven en una casa de un piso que por fuera se ve pequeña... pero por dentro es enorme! Dormimos en una pieza que medía unos 4 x 7 metros, realmente grande. Los niños son tremendamente conversadores y compartimos un rato alegre con la familia, cenando comida casera y viendo tele. Esta vez si que nos sorprendimos con la generosidad de un total extraño quien nos recibió en su casa como si fuéramos familia. A la mañana siguiente despertamos muy temprano para tomar desayuno con ellos antes de sus trabajos y nos despedimos. El nos reafirmó que si teníamos cualquier problema en el camino hasta Brasilia, no dudáramos en llamarlo. Gente buena.

Cruzamos los dedos, esperando que la moto nos llevara bien hasta Brasilia... y partimos. Eran tan sólo 120 km. así que las probabilidades eran buenas. Anduvimos más lento ese día, para no forzar el arreglo y funcionó! Llegamos a la Capital de Brasil al mediodía, muy temprano para registrarse en un hotel, pero de todos modos comenzamos nuestra búsqueda.
Roberto había buscado mucho por internet lugares para hospedarnos, y Brasilia es súper caro. Encontró un hotel que parecía prometedor, en un buen barrio y muy accesible así que nos dirigimos primero ahí. 


El motivo por el cual visitamos Brasilia, en primer lugar, es porque arquitectónicamente es reconocida a nivel mundial. Al planear nuestra ruta a través de Brasil, hicimos un gran desvío sólo con el propósito de llegar aquí. Es la capital del país, pero a la mayoría de los brasileños no les gusta y en varias ocasiones cuestionaron nuestra decisión. 
Es una ciudad absolutamente diferente y casi contraria a la cultura del país. En general, las ciudades crecen y se forman de a poco y con el tiempo obteniendo su identidad propia. Brasilia es una ciudad diseñada y creada con el propósito de ser capital del país... ya ese factor la hace completamente diferente a todas las ciudades de casi cualquier lugar. Fue proyectada por un urbanista principal (Lúcio Costa) y un arquitecto principal (Oscar Niemeyer -amigo y alumno del urbanista), e inagurada en 1960. 

Habíamos visto muchas fotos de edificios íconos, pero no sabíamos con exactitud a lo que íbamos, hasta ese día. La confusión comenzó cuando buscábamos el hotel mencionado, el GPS tenía todas las calles y aún así nos perdimos muchas veces. La dirección del hotel era: Av. W3 Sul, Quadra 704, Bloco M, Casa 09, así que con eso me imagino que ya pueden imaginarse la situación. Había que andar por una gran avenida principal, que tenía salidas con números... y después de salir, encontrar una manzana específica y un predio específico... 
No entendimos nada y pedimos indicaciones en varias estaciones de servicio hasta finalmente llegar a la dirección deseada. Y al llegar, una gran desilusión: el dichoso hotel (que aparecía en internet con muchísimos años de experiencia en el rubro hotelero, etc) era casi una mediagua, una especie de choza con tablas clavadas al exterior y una bandera brasileña pintada sobre un portón metálico. Nisiquiera nos antojó preguntar, ya que se veía una estafa con todas sus letras. Del interior salió un caballero, quien nos indicó otra dirección cercana... y al llegar fue la misma situación. Son casas privadas que arriendan habitaciones ilegalmente, aprovechándose de que los hoteles sean tan caros. Pero las arriendan caras y con mal servicio.
Un rato antes, al perdernos, habíamos visto un letrero indicando "sector hotelero sur" así que optamos por ir hacia allá. Cuando llegamos, nos encontramos con un gran conjunto de hoteles de muchas y pocas estrellas pero todos caros. Ya habían transcurrido al menos 2 horas desde que entramos a la ciudad y estábamos comenzando a desesperarnos, cuando hallamos un centro de informaciones turísticas junto a los hoteles. La verdad es que la mujer que atendía sólo tenía información de los hoteles caros, así que no nos sirvió mucho... pero al menos conseguimos un mapa de la ciudad. 


Ahí pudimos comprender su funcionamiento. La verdad es que el diseño es bien interesante y muy práctico a nivel de plano (todo organizado por 2 ejes principales perpendiculares, calles numeradas, manzanas correlativas y predios asignados por letras)... pero llevado a la realidad es absolutamente terrible para transportarse ya que además de todo, las calles transversales no son continuas. 

Pedimos internet prestado y hallamos el único hostel de la ciudad, que costaba menos que todo lo demás (pero aún más caro de lo que habíamos pagado ultimamente). Dispuestos a conformarnos con lo que fuera, fuimos al Hostel. Queda retirado del centro, en las afueras de una reserva natural y por fuera parece cualquier cosa menos hostel, pero por dentro estaba bien decente. Finalmente alrededor de las 3 pm nos instalamos, cambiamos de ropa y salimos a buscar donde almorzar (que era otro trayecto largo ya que no había nada cerca y no existe un centro normal con comercio, así que nos indicaron donde había un sector de restaurantes y en su defecto, malls). 

Inmediatamente después, comenzamos la búsqueda de los repuestos para la moto. Queríamos recorrer pronto los atractivos de la ciudad para dejar de odiarla, pero era mucho más urgente solucionar primero el tema de la moto. Tuvimos muchísima suerte y, a una cuadra del restaurante en que almorzamos, nos encontramos con una tienda de repuestos. No tenían lo que necesitábamos, pero habían varias tiendas más ahí cerca... y descubrimos un barrio del tipo calle Lira de Santiago. Después de mucho preguntar, encontramos una tienda que tenía la cadena indicada y podía encargar la catalina desde Sao Paulo, lo cual demoraría hasta el lunes (y era jueves recién). El motivo por el cual no podíamos encontrar la pieza, es que nuestra moto (Kawasaki KLR 650) no se vende en Brasil, por lo que tampoco existen las piezas. 
Haber encontrado esa tienda fue algo bueno pero, antes de concretar la compra, decidimos ir a la oficina de Kawasaki de Brasilia para ver si tenían las piezas y así contar con la garantía y seguridad que ofrecen los productos originales. Llegar al sector industrial y encontrar Kawasaki fue otra odisea, y cuando llegamos resultó que tampoco las tenían. La persona que nos atendió hizo varias llamadas y encontró la pieza en una tienda en Sao Paulo también. Optamos por comprarla a través de Kawasaki, que era un poco más caro, pero nos dio más confianza. De todos modos, habría que aguardar hasta el lunes.
Con todo ese agetreo, se nos fue el día. Buscamos un supermercado, compramos provisiones para varios días, y volvimos al hostel para cocinar, cenar y finalmente descansar. 

El viernes a primera hora fuimos a comprar la cadena al barrio de motos (porque en Kawasaki sólo nos traían la catalina) y luego salimos a recorrer la ciudad con la moto. Todos los atractivos turísticos se encuentran dispuestos a lo largo de uno de los ejes principales, que se llama "eje monumental". Comenzamos nuestro paseo llendo hasta lo más lejano de nosotros... que es el conocido puente JK. Luego, devolviéndonos siempre por el eje monumental, visitamos la Catedral Metropolitana y el Museo Nacional (donde vimos la exposición de un maravilloso artista del comic, Ziraldo). Todo esto, al igual que todos los íconos de la ciudad, son obras de Oscar Niemeyer. 





Oscar Niemeyer es un famoso arquitecto brasilero, conocido a nivel mundial por sus diseños atrevidos. Es muy difícil hallar un ángulo de 90° en sus proyectos, los cuales son siempre inspirados en las curvas de la naturaleza como las flores y el cuerpo de la mujer. Actualmente tiene 104 años y sus obras siguen inspirando. 
A nuestro punto de vista, sus trabajos siempre buscan destacar y convertirse en "tarjetas postales" de la ciudad en que se emplazan. Como nos dijeron por ahí, "Niemeyer como arquitecto... es un gran escultor!". A nivel práctico, cuesta encontrar un correcto funcionamiento al interior de sus edificios (como nosotros apreciamos en el Museo del Ojo en Curitiba, en el edificio de embarque en Niteroi, y en la Catedral de Brasilia hasta el momento), pero por fuera son siempre únicos y llamativos, con el sello Niemeyer. 


Además de los monumentos mencionados, pasamos por muchísimos más... como los ministerios por ejemplo, que son todos iguales y están a ambos lados del eje monumental (el espacio entre ambos lados se llama Esplanada de los Ministerios). Esa tarde vimos mucho movimiento en ese lugar, estaban armándose escenarios y puestos en honor al aniversario n° 52 de la ciudad de Brasilia. Ya nos habían contado que el sábado era el aniversario de la ciudad y además feriado nacional por el Día de Tiradentes. Así que el día siguiente lo dedicamos a visitar las atracciones de esas celebraciones. 
Fuimos con la intención de primero almorzar allá y al llegar nos encontramos con la avenida principal cortada para vehículos y otorgada a los peatones. Nos estacionamos patudamente con el permiso de un guardia en un lugar para funcionarios del evento y así dejamos bien protegida la motito. Además de todas las celebraciones, en esos días estaba montada la 1° Bienal Brasil del Libro y de la Lectura en el mismo lugar. Lo primero que hicimos fue buscar donde almorzar (comimos acaí na tigela, una especie de helado demasiado rico) y luego recorrimos los pasillos de la muestra. Estaba absolutamente repleto de gente.
Esperamos a que bajara un poco el calor para salir a recorrer lo demás... pero cuando lo hicimos, nos encontramos con muchos techos instalados para el evento sin propósito. Es decir, mucha producción de infraestructura y muy poco con lo que entretenerse de veras. Caminamos muchísimo para ver si había algo de que nos estuviéramos perdiendo, pero en realidad no había más. Nos tiramos un rato al pasto en la sombra que hacía un escenario y muchas personas hacían lo mismo, descansar al aire libre. Más tarde, caminamos un poco más y vimos una gran exposición de globos aerostáticos que eran muy lindos. Caminamos hasta donde termina el eje monumental, el edificio del congreso: uno de los edificios más icónicos de Brasilia, y obvio que otra obra de Niemeyer. Es realmente un lugar bonito. 
A la noche habría un concierto en el escenario principal, pero nos dio nervios dejar la moto estacionada sola hasta tan tarde y preferimos devolvernos al hostel. Además estábamos cansados de tanto caminar y tanto calor.


El domingo fuimos a ver el monumento más nuevo de Brasilia, una torre de televisión digital que Niemeyer proyectó con el fin de usarse también como mirador. Nos habían dicho que aún no estaba inagurada, por lo que no se podría subir a ella. Está bien lejos del centro, pero de todos modos queríamos verla de cerca... porque se veía desde toda la ciudad y a lo lejos ya era impresionante. Al llegar, se ve magestuosa y grande. Parece ser inspirada en la forma de una flor.
Había una tremenda fila de gente y nosotros entramos a una oficina para preguntar si se podía subir, o para qué era esa fila. Nos atendió un guía quien nos consiguió subir a la torre sólo debido a ser extranjeros. Resultó ser sólo el segundo día en funcionamiento y todos querían subir. La tremenda coincidencia! No nos emocionó tanto estar arriba ya que no se siente mucho la altura, pero el edificio en sí es maravilloso. 


Después de eso, queríamos ir al parque nacional Agua Mineral que se encuentra ahí cerca pero cuando llegamos nos dijeron que ya había ingresado la capacidad máxima de visitantes diaria y que regresáramos al día siguiente. Entonces, decidimos seguir en la moto hasta otro el Parque de la Ciudad para conocerla y descansar un poco. Este parque nos desilucionó, ya que era idéntico a todos los áreas verdes de la ciudad... amplias planicies de pasto con árboles flacos plantados a una distancia equitativa (la ciudad está llena de estos espacios, pero sin veredas o cruces peatonales para llegar a ellos... permitiéndonos sólo apreciarlos desde el vehículo en marcha). No sabemos por qué este parque se diferenciaba de los demás áreas, y no nos interesó bajarnos ahí. 
Seguimos turisteando y llegamos a otra torre de tv (que también tiene mirador) y además un museo de gemas... pero que está cerrado por remodelaciones. Ahí nos estacionamos y descansamos cerca de una gran fuente de agua cuyo rocío se esparcía con el viento, refrescándonos un poco. También recorrimos una gran feria artesanal que está ahi cerquita. 


Ya agotados una vez más, regresamos al hostel. En los hostel, suele haber vida comunitaria y es fácil conocer gente. Nosotros nos habíamos hecho amigos de una pareja de alemanes y una brasileña de Río de Janeiro. Junto a ellos, fuimos en micro esa noche hasta la explanada para ver unos conciertos que darían en honor al aniversario. Vimos un poco de Chico César (artista de Brasilia) y luego a Caetano Veloso (conocido artista nacional). Estuvo bastante bueno y novedoso para nosotros, pero un poco complicado de entender lo que decían por el idioma. 

El lunes tempranito fuimos a la oficina de Kawasaki en el sector industrial. Finalmente había llegado nuestro encomienda. Para nuestra mala suerte, la pieza que llegó no era el original. La persona que nos atendió nos había dicho que esto podría suceder, ya que él la consiguió a través de alguien que no conocía y no a través de Kawasaki mismo. De todos modos, se veía como una buena y resistente pieza y la aceptamos ya que tampoco habían más opciones. Ahí instalaron la nueva catalina y la nueva cadena y la moto quedó lista para viajar, pero decidimos hacerlo al día siguiente para salir temprano. 

En esos momentos comenzó a llover, así que descartamos la idea de ir al parque nacional. En vez, decidimos ir al congreso ya que ahí hacen visitas guiadas gratuitas todos los días y los alemanes nos contaron que era bien interesante. Habíamos preparado unos sandwiches para hacer picnic, así que nos sentamos en el pasto al medio de la explanada de los ministerios a almorzar. Es increíble como cada cosa que uno hace en esta ciudad hace que la ame y la odie a la vez! Para poder estacionarnos con la moto dimos millones de vueltas y finalmente nos estacionamos en uno de los ministerios, para sentarnos... no había ni un árbol para sombra ni una banca, y así suma y sigue. Sin embargo es todo tan interesante a la vista que no se puede odiar. 



El tour por el congreso estuvo bien, y cambió un poco mi perspectiva de los interiores de las obras de Niemeyer ya que los espacios están muy bien logrados y fue muy placentero. Al salir, fuimos a conocer la Plaza de los Tres Poderes (judicial - legislativo - ejecutivo) que se nos había escapado antes. Ahí se encuentran el Tribunal Supremo Federal, el Palacio Presidencial y el Congreso Nacional. La plaza en sí no tiene gracia, pero los edificios de sus contornos son muy interesantes y sacamos fotos lindas junto a un maravilloso atardecer.


Apenas comenzaron a caer gotas de lluvia, arrancamos y regresamos a empacar todo. Estuvimos cinco días en esta ciudad caótica en su orden y la odiamos y amamos a su vez. Sin duda, valió la pena de conocer y la recomendamos a full... pero para una visita corta, jeje! 

martes, 1 de mayo de 2012

Ouro Preto, historia entre los cerros


La mañana que nos despedimos de George salimos tipo 10am. Nuestro destino: Ouro Preto del estado de Minas Gerais. Decidimos ir a conocer esta ciudad porque muchas personas nos la recomendaron. Es una ciudad histórica... conocida por sus minas de oro y sus antiguas iglesias. 



Ouro Preto no es una ciudad costera así que, a diferencia de las rutas anteriores, nos alejamos del agua y comenzamos a dirigirnos hacia el interior de Brasil. El camino pasa entre los cerros, con mucho follaje y pequeños pueblos que aparecen de vez en cuando con sus puestos de artesanía, muy agradable y tranquilo. 
Llegamos a la ciudad alrededor de las 5:30 pm, para encontrarnos con un maravilloso paisaje de atardecer sobre una ciudad iluminada amarilla entre y sobre cerros verdes. Es simple, nos enamoramos al instante. 



Fue complicado saber donde buscar hotel, ya que está todo disgregado repartido entre los pequeños y empinados cerros. Fue una pequeña odisea subir y bajar las calles de adoquines con la moto totalmente cargada... pero toda vista era tan hermosa que no nos importó. 
Después de preguntar en un par de hoteles que nos parecieron muy subidos de precio, nos encontró un guía turístico que estaba buscando oportunidades al medio de la plaza principal. Él nos dirigió a una posada donde conseguimos que nos hicieran rebaja (y el guía ganó también su comisión). Luego de instalarnos en una habitación subterránea (todos los edificios tienen mucho desnivel), salimos a conocer un poco el entorno cercano y a comer. 
Nuestra intención era quedarnos una sola noche en esa ciudad, para continuar rápidamente nuestro viaje hacia Brasilia. Pero nos encantó tanto el lugar, y había tanto que mirar que no se podía ver ya a esa hora (había comenzado a anochecer), que decidimos quedarnos un día más. Total, así es este viaje... la ruta se puede hacer y deshacer como escojamos de acuerdo a lo que se nos va presentando. Da gusto encontrarse con lugares así. 

Esa noche comimos en un restaurant que vende comida por kilo (cada uno se sirve lo que quiere en un plato y luego lo pesa para saber su valor... algo muy común en Brasil). La comida típica de esta región se llama comida Mineira... y nosotros ya la habíamos probado en otros lugares. Es muy rica y casera. Lo más típico es arroz con feijao (frijoles) y carne en olla. Lo bueno es que suele ser, además de deliciosa, barata. 

A la mañana siguiente salimos a pasear para conocer la ciudad. Salimos en la moto ya que nos habría sido imposible subir y bajar tantos cerros para conocer todo en un solo día. Claramente, dejamos todo el equipaje en la posada. 
Hay muchos museos para visitar y recorrer... pero nosotros teníamos suficiente con recorrer todas las calles. Yo iba sacando fotos desde la moto y cada cierto tiempo parábamos para bajarnos y mirar más de cerca. No podíamos parar de sacar fotos! Cada calle y a la vuelta de cada esquina había una vista espectacular. 



Lo que más nos llamó la atención fueron las iglesias, que eran muchísimas... una sobre casi cada punta de cerro, muy antiguas y de una arquitectura barroca maravillosa que destaca. Además de eso, se notó una dedicación especial en la mantención de las fachadas de todo edificio, desde casas hasta colegios y locales comerciales. Todas son blancas o en su defecto colores pastel claro y las puertas, ventanas y persianas de madera son pintadas de colores. El orden dentro del caos de las calles. 







Todo el día recorrimos, subiendo, bajando y tomando fotos. A la tarde comenzó una pequeña llovizna y guardamos la moto para no arriesgar andar sobre adoquines mojados. Más tarde volvimos a salir, pero a pié. Recorrimos una feria artesanal fija que se adueña de la totalidad de una de las principales plazas. La economía de esta ciudad se basa principalemente en dos factores: el turismo y la minería, por ende toda la artesanía del lugar es de piedras. La feria que visitamos es de esculturas, figuritas, adornos y joyería en piedra, y sus calles aledañas están repletas de locales que venden joyería fina de piedras... todo muy bien trabajado y lindo.





Esa noche también apreciamos lo hermoso que se ve la ciudad iluminada. Después, regresamos a alistar todo para viajar la mañana siguiente... para continuar rumbo hacia Brasilia. Estamos muy felices de haber conocido este lugar, lleno de historia, simpleza y belleza!