lunes, 30 de julio de 2012

Paso por Nicaragua y Honduras.


Llegamos a la frontera con Nicaragua cuando ya se hacía de noche. Por el lado de Costa Rica los trámites fueron extremadamente lentos. De partida, las calles eran de tierra haciendo todo más incómodo para andar de noche. En migración conseguimos los timbres en los pasaportes y de ahí faltaba tramitar el ingreso de la moto... pero ahí surgió el problema. Nadie sabía donde teníamos que hacer ese trámite! Primero nos mandaron a unas casetas que estaban unos 300m más atrás (o sea tuvimos que devolvernos), llegamos ahí y no era pero tampoco sabían donde. Luego seguimos un cartel que decía "aduana" y llevaba a un estacionamiento de camiones que no tenía ninguna oficina. Tuvimos que preguntar mucho y adivinar, y finalmente llegamos a unas oficinas que no tenían cartel alguno y preguntamos en una ventanilla, donde por casualidad resultó ser el lugar correcto. Para variar, para hacer ese trámite había que sacar varias fotocopias y no las sacaban ahí, sino que teníamos que ir a una fotocopiadora para sacarlas. Otra falla, la fotocopiadora estaba cerrada. Roberto tuvo que caminar mucho para encontrar otra (todo esto de noche) y cuando finalmente volvió a la ventanilla, le dijeron que no era ahí, sino por dentro de las oficinas! Aaaaah nunca nos habían tramitado tanto para SALIR de un país. 

Cuando logramos salir de ahí, se terminó el camino y se transformó en un barrial (era de tierra pero había llovido hace poco entonces era netamente barro) con muchísimas imperfecciones y hoyos hasta las oficinas de Nicaragua. Luego, al estacionarnos fuera del edificio de migraciones nos comenzaron a invadir los "tramitadores" (personas que supuestamente ayudan a agilizar los trámites, cobrando una "propina voluntaria" pero que realmente no hacen nada que uno no pueda hacer por sí solo). Hicimos todo perfectamente solos, pero al entrar nos enteramos de que cobran mucho dinero por ingresar al país: $1USD para la alcaldía + $10USD como impuesto de ingreso + $2USD por tramitación, es decir $13USD cada uno! Por tan solo ingresar, ni siquiera contando la moto. Bueno, no nos quedó otra opción y pagamos todo lo que se nos exigía y conseguimos las estampas en nuestros pasaportes. Después de esto, otra vez con lo de la moto y hubo que comprar un seguro obligatorio de $12USD... entonces, resumiendo, entrar a este país nos costó $38USD ($19.000 pesos chilenos).

Debido a que nos desocupamos muy tarde, quisimos alojar en el primer lugar disponible. La ciudad más cercana a la frontera se llama Rivas, y afortunadamente conseguimos un hotel descente muy cerca de la entrada. Se me olvidó mencionar que además había llovido durante casi todo el trámite... así que a penas llegamos a la habitación del hotel desarmamos todo el equipaje para colgar las cosas mojadas. 

Nosotros teníamos el dato de una amiga de Arturo (el novio de la hermana de Roberto) quien vive en Nicaragua y que quizás nos podía recibir, entonces lo primero que hicimos la mañana siguiente fue llamarla. Resultó que Keila vive en una localidad llamada Tola, que queda a una media hora desde donde estábamos nosotros. Nos invitó a pasarla a ver, así que fuimos de inmediato. Nos hicimos amigos al instante, ya que ella es una persona totalmente sociable y nos sentimos muy cómodos con ella y su familia. Conversamos un par de horas y su mamá nos atendió con deliciosa comida: limonada casera, un rico almuerzo de sopa de cangrejo (si les gustan los mariscos, les recomiendo que la prueben), y de postre helado casero de pasas. Hacía muchísimo calor así que fue muy agradable escaparnos un ratito del exterior. Tipo 3pm decidimos que debíamos retomar nuestro camino, ya que sino llegaríamos muy tarde a Managua (la capital de Nicaragua y nuestra próxima parada). Así que nos despedimos rápidamente y seguimos el viaje. Al parecer lo más bonito de Nicaragua son sus campos y playas (que son muy buenas para el surf). Nosotros no conocimos sus playas, pero todas las carreteras que tomamos cruzan los campos y es realmente lindo y natural. Habían más animales sueltos en el camino de lo que jamás habíamos visto hasta ese momento, caballos, vacas, toros, burros y chanchos.



Llegamos a Managua en la tarde y nos dirigimos específicamente a un hotelito que nos recomendó Keila, ya que el dueño es papá de uno de sus amigos. Nos hicieron precio especial y además nos dejaron estacionar la moto en la recepción. Entre que nos acomodamos y salimos, ya era hora de cenar así que preguntamos por ahí y encontramos una pequeña picada de comida típica Nicaragüense. Nos gustó mucho la comida, el plato tenía una brocheta con carne (de res, cerdo, o pollo), gallo pinto (arroz preparado con frijoles negros), ensalada de repollo y plátano (frito o cocido). Además, era muy barato.


No alcanzamos a conocer la ciudad ese día por lo que la mañana siguiente, antes de continuar viajando, dimos algunas vueltas en la moto. Hacía demasiado calor así que no aguantamos y nos salimos rápido a la carretera en busca de viento. 


Durante el trayecto, muchos policías nos pararon para pedirnos los documentos (e intentar sacarnos algo de dinero) pero, en general, cuando veían que éramos chilenos nos hacían pasar. Habíamos escuchado de bastantes viajeros a quienes les habían sacado alguna "coima", y ese tema nos preocupaba... pero pudimos comprobar que buscan turistas que no hablan el idioma para asustarlos (generalmente gringos y brasileños). Qué lamentable nos pareció, pero que bueno para nosotros que no les llamamos la atención!

Eso fue todo lo que conocimos de Nicaragua. Desde ahí seguimos directo hacia la frontera con Honduras, camino por el cual el paisaje constantemente fue campestre y de plantaciones manteniendo la belleza natural que habíamos percibido anteriormente. 


Los trámites de salida de Nicaragua fueron lentos pero mucho menos que los de ingreso. Otra vez nos sorprendieron, cobrándonos $3USD cada uno por salir del país (siendo que ya nos había parecido extraño que nos cobraran por ingresar), como que nos robaron un tanto.

La frontera por el lado Hondureño es muy chiquita y mucho más tranquila. Aquí no hay tramitadores y todas las oficinas están juntas. Este país también cobra un impuesto de ingreso, de $3USD por cada uno. Respecto al vehículo, cobran $35USD por ingresar la moto (ojo: sólo por ingresarla, no por comprar un seguro ni alguna garantía) y esto se cobra cada vez que se ingresa al país. Mientras Roberto tramitaba los papeles de la moto, pude conversar bastante con un señor que trabajaba en las minas de oro. Él me comentó mucho sobre el estado actual del país y de que las personas estaban muy insatisfechas, de que hay mucha pobreza y mucha rabia. 


A penas comenzamos a andar en la moto, sentimos una gran diferencia con el país anterior. En general Centroamérica es de pocos recursos económicos, pero en Honduras se siente muchísimo más. Las carreteras bajaron de calidad, estaban llenas de hoyos. Niños hacían obstáculos a modo de "peajes" para cobrarle a la gente para dejarlos pasar, y también los vimos vendiendo iguanas en la carretera. Muchos tenían ropa sucia y andaban a pie descalzo. Las mujeres, todas trabajadoras con grandes cargas sobre sus cabezas... 

Aquí también nos detuvieron los policías una vez, y había un civil sentado al lado de ellos quien nos preguntó cuánto nos habían cobrado para entrar a Honduras. Nosotros le dijimos el precio y nos dijo que en El Salvador también cobraban lo mismo para entrar, pero que él nos podía conseguir un "trato mas barato" con un contacto suyo. Nosotros le dijimos que no nos interesaba, que nos gustaban las cosas honestas no más. Ojo que todo esto fue con el policía escuchando y no le importó en absoluto (más tarde, al llegar a El Salvador verificamos que nos habían querido estafar, ya que no cobraban NADA en esa frontera!).

Nosotros en un principio planeamos ir a Tegucigalpa, que es la capital. Pero investigamos en internet y pedimos consejos y todos nos aconsejaron no ir. En otras palabras nos dijeron que es un basural, totalmente desorganizado y con ninguna atracción. Yo no sé si es cierto o no y espero no ofender a nadie que esté leyendo esto, pero decidimos saltarnos esa ciudad. Por lo que investigamos de Honduras, la única cosa que realmente nos interesó conocer son las ruinas arqueológicas de Copán. Dicen que es quizás la mayor fuente de información referente a la antigua civilización Maya. Muchas personas visitan este país exclusivamente para conocer estas ruinas, pero nosotros tuvimos que dejarlas fuera del viaje ya que su ubicación nos generó un conflicto en nuestra ruta. Las opciones eran atravesar Honduras para llegar a Copán (pasando por Tegucigalpa y dejando de conocer gran parte de El Salvador ya que era un camino o el otro), o cruzar Honduras por la parte más delgada hacia El Salvador, viajar por dentro de El Salvador y volver a atravesar a Honduras a la altura de Copán (esta opción, que en mapa se veía la mejor, la descartamos debido a que cobran cada vez que ingresa la moto). Después de todo este análisis... decidimos atravesar Honduras por la parte más delgada y simplemente no ir a conocer Copán (a pesar de que nos interesaba bastante), de todos modos podríamos conocer otras ruinas más adelante en México. 



Tomamos la carretera más directa que cruza hacia El Salvador y nos detuvimos una noche a mitad de camino, en una pequeña ciudad llamada San Lorenzo. Encontramos un hotel barato, donde nos pasaron una habitación realmente enorme con 5 camas matrimoniales! Fue extraño. Esa noche aprovechamos de conocer un poco la comida típica del país, ya que a la mañana siguiente nos iríamos de ahí. Para nuestra sorpresa, 2 platos típicos eran los burritos (típico mexicano) y las pupusas (típico Salvadoreño). Igual estaban muy ricos. 


El resto del camino hasta la frontera estuvo algo mejor, tan sólo campos y sencillez. Nuestra pasada por Honduras fue un nuevo récord para nosotros, estuvimos en el país sólo una noche y conocimos tan sólo un pueblo pero sentimos que algo conocimos de su cultura y actual situación. Ojalá el país de a poco se contagie de la alegría que hemos visto en el resto de Centroamérica y de a poco pueda salir adelante, porque en verdad nos dio pena ver todo tan decaído.

viernes, 27 de julio de 2012

Costa Rica!



Después de muchas horas y muchos kilómetros andados ese día, llegamos a la frontera de Costa Rica a las 5:30pm. Debido al cambio de hora, ahí eran las 4:30pm lo cual nos alegró ya que nos regalaba un día más largo para llegar a nuestro destino con luz de día... pero tan demoroso fueron los trámites fronterizos que nos pudimos ir de ahí recién a las 7:30pm, y ya de noche con oscuridad plena. 


Durante nuestra tediosa espera, preguntamos a un par de personas si tenían algún dato para hospedar en la playa Golfito. Nosotros habíamos averiguado por internet que esa supuestamente era una de las playas más lindas de Costa Rica, pero al preguntarle a la gente de ahí nos miraban raro ya que decían que no había nada bonito en ese lugar... sino que más bien era un puerto pequeño. Nos recomendaron que cambiáramos nuestro destino, pero la siguiente playa estaba a varios kilómetros de distancia y a esa hora ya no queríamos andar más. Nos dio pena, ya que el día siguiente era el cumpleaños de Roberto... pero decidimos mantener nuestros planes y llegar a Golfito a probar suerte. Desde la frontera hasta Golfito son muy pocos kilómetros en un angosto camino rural y en ese momento había una oscuridad del 100%, por lo que ambos íbamos con nuestros ojos bien abiertos para esquivar cualquier obstáculo que apareciera y aún así arrasamos con un hoyo inmenso del camino (que jamás vimos). Nos llegó a doler hasta el alma! Pero ya que no se sintió pinchada, seguimos andando. En la entrada del pueblo encontramos inmediatamente 3 hoteles que se veían bien (a todo esto, no estábamos en busca de un hotel básico como siempre sino de uno con comodidades para descansar y festejar el día especial). Al descender de la moto, nos encontramos con la sorpresita de que el neumático no estaba pinchado, pero la llanta trasera estaba completamente abollada! Esto fue una muy mala noticia, ya que la goma podría desmontarse de la llanta en cualquier momento. 


Descartamos los hoteles por su relación "precio-calidad" y con mucho cuidado seguimos andando. Ingresamos al pueblo, el cual es muy pequeño y sencillo, y lo cruzamos completamente hasta que las calles se tornaron de tierra. Ahí encontramos un cuarto hotel. Éste era mucho más lindo y tenía todas las comodidades. Entré a consultar el precio y era más alto de lo que planeábamos... pero la recepcionista se apiadó de nosotros y nos hizo una buena rebaja. Así que después de un día muy largo, cansador y muy caluroso, llegó nuestro merecido descanso.

La mañana siguiente, nos informaron en el hotel que nos darían un "up-grade" a una habitación mejor ya que fumigarían el piso en el que nos quedamos la primera noche. Inmediatamente mudamos nuestras cosas y luego tuvimos que dejar en pausa el relajo cumpleañero, para solucionar la situación de la llanta doblada. Llevamos la moto a primera hora a un taller mecánico para ver si nos podían ayudar, pero no podían. Sin embargo tuvimos la grandísima suerte de que muy cerca había un local de repuestos de moto, quienes trabajaban con un taller que tenía una máquina para reparar llantas, en otra ciudad cercana. Entonces desmontamos la rueda en el taller (dejando la moto ahí) y llevamos la llanta al local de repuestos para que ellos la enviaran en taxi a la otra ciudad, la arreglaran, y la mandaran de vuelta en otro taxi la mañana siguiente. Tuvimos que confiar en que la llanta llegaría de regreso y en buen estado (así funcionan las cosas en los pequeños pueblos), pero la gente se veía confiable así que no lo dudamos. 

Luego de terminar con ese trámite, pudo comenzar el cumpleaños... pero se largó a llover! Y no es una exageración, la lluvia fue escandalosa (en un principio fue agradable ya que el calor del lugar estaba insoportable). Intentamos caminar de regreso al hotel, pero ni veíamos de tanta agua y era casi imposible caminar sin caerse, así que nos refugiamos un ratito debajo de unos techos. Cuando pareció disminuir un poco, continuamos hacia el hotel. Sin embargo, nada sirvió y llegamos completa y totalmente mojados de regreso. Se podría decir que conocimos la lluvia tropical, tan característica de este país. Lo bueno es que todo esto es con calor, por lo que la lluvia es mucho más soportable. 




Independiente de la lluvia, nos pusimos en modo celebración y decidimos disfrutar de la hermosa piscina del hotel. Quizás fue por el mal clima, pero éramos los únicos huéspedes en la piscina. Fue el momento de relax máximo. Además del entorno: hermosos pájaros volando y cantando por doquier, nubes formándose entre los cerros tupidos y palmeras tropicales rodeando la piscina. No pudimos evitarlo, y nos dimos el gusto de comer unos ricos calamares rebosados en el restaurant de la piscina. Siguiendo con la celebración, comimos una rica cena en el restaurant del hotel y, con un poco de ayuda del garzón, el cumpleañero finalmente sopló sus velitas. Consideramos que nuestra corta estadía en Golfito fueron unas minivacaciones dentro de nuestro gran viaje, y un lujo totalmente merecido. Nos da pena no haber conocido las fantásticas playas tan recomendadas de este país, pero Golfito con su pequeño puerto y grandes hoteles no se queda atrás.













































Al otro día, Roberto fue en busca de la llanta arreglada y ya estaba de regreso y arreglado perfectamente. Volvió al taller para montarla en la moto y quedamos listos para seguir andando. Ese día planeamos llegar hasta San José, la capital de Costa Rica. El comienzo del camino fue costero y muy hermoso, luego comenzó a abrir camino entre los cerros y la temperatura bajó muchísimo, excelente para nosotros. 

A pesar de que había quedado arreglada la llanta, sentimos mucho movimiento en la rueda y Roberto dedujo que los rayos habían quedado sueltos (ya que era imposible que la llanta quedara 100% redonda de nuevo). Así que en la primera oportunidad que tuvimos, paramos en un taller para ajustar los rayos. Mientras estábamos ahí detenidos, vimos como el cielo se puso negro y una nube amenazadora venía en nuestra dirección. Así que tan pronto quedó lista la moto salimos arrancando. 


El camino siguió entre los cerros, muy bonito. A los pocos kilómetros andados pasamos un viajero en bicicleta (hacía mucho que no nos habíamos encontrado con uno), lo saludamos con un bocinazo y seguimos andando. Un poco más allá nos detuvimos a almorzar, y el ciclista llegó al ratito preguntándonos si éramos chilenos (viajamos con una bandera en la parte de atrás del equipaje) porque él también lo es! Está fue una tremenda coincidencia, ya que no es muy común que un chileno viaje lejos en bicicleta, ni tampoco en motocicleta. Así que ahí, en un local de comidas a la mitad de la carretera en Costa Rica, nos quedamos conversando tres chilenos poco comunes. Mayor fue la sorpresa cuando entre conversaciones descubrimos que teníamos muchos amigos en común, incluso es amigo del hermano de Roberto!. Fue muy agradable. Esperamos que Ignacio también logre su meta de llegar hasta Alaska! 


Nos quedamos conversando y se nos pasó la hora... no nos dimos ni cuenta y ya eran las 4:30pm y nos faltaba mucho por andar. Además, estaba comenzando a llover. Así que nos despedimos de nuestro nuevo amigo del camino y seguimos hacia San José. La lluvia siguió en aumento y cuando entramos a la ciudad de San Isidro (a unos 100km de la capital), ya estaba peligroso para manejar. Nos refugiamos bajo un techo en una estación de gasolina, con la esperanza de que disminuyera pero esto no pasó. Decidimos quedarnos en esa ciudad y no seguir camino. Ni alcanzamos a colocarnos los trajes de goma, en menos de 5 minutos nos encontramos absolutamente mojados y goteando. Nuestro equipaje estaba totalmente mojado por dentro del bolso, situación más que anecdótica ya que San Isidro paradójicamente es el santo de la lluvia! Encontramos un pequeño hotel, donde arrendamos una habitación y esparcimos todas nuestras cosas con la esperanza de que se secaran para el día siguiente. 

Luego de esto, decidimos no ir a hospedarnos al día siguiente a San José ya que avanzaríamos muy pocos kilómetros y nos atrasaríamos una noche más. Así que decidimos seguir camino directamente hasta Nicaragua y cruzar la frontera ese día. Saliendo de San Isidro por el camino montañoso se llega al llamado "Cerro de la Muerte". Este cerro no se llama así por tener caminos malos ni por peligroso, sino porque hace muchos años atrás la gente se moría ahí al cruzarlo a pie con temperaturas tan bajas... es decir que ahí hace mucho frío. Nosotros lo subimos y lo bajamos, llegando al punto más alto que hemos llegado en este viaje con la moto: 3.360km de altura. Hacía bastante frío, pero totalmente soportable con la ropa correcta. Nosotros no íbamos bien abrigados, así que nos detuvimos en un lindo puesto de artesanías a tomarnos un chocolate caliente y entibiar nuestros cuerpos. Luego nos colocamos los trajes de goma, preveniendo la siguiente lluvia. 




Dejando atrás el cerro de la muerte, el camino se hizo mucho más recto y común. De todos modos cruzamos San José (pero sólo de pasadita) y luego la ruta se llenó de muchos vendedores de cosas naturales y artesanías a orillas del camino hasta la frontera con Nicaragua, frontera a la cual llegamos casi de noche. Sentimos que no conocimos Costa Rica como deberíamos... es sabido que es un país maravilloso, y por lo que vimos si lo es. Así que queda anotado en nuestra lista de lugares a los cuales retornar. =)

martes, 24 de julio de 2012

Panamá



Luego de descender del avión desde Colombia hicimos los trámites de ingreso a Panamá, los cuales fueron muy expeditos y, por nuestra sorpresa, nos entregaron un seguro de salud gratuito. Cobertura total para enfermedades o accidentes ocurridos durante la estadía, para todo turista que llega al país vía aeropuerto. Excelente beneficio! Esta fue una muy buena bienvenida. Luego fuimos en busca de nuestro equipaje (el cual se demoró bastante en aparecer) y bajamos, en busca de un taxi. Nos encontramos con un puesto de informaciones, así que aprovechamos de hacer algunas consultas. No sabíamos qué moneda se usaba en el país, y nos alegramos al saber que su moneda oficial es la Balboa y que su valor es exactamente igual al dólar americano (y por ende también se aceptan dólares en todo el país). Esto nos pareció mucho más fácil de calcular y desde los cajeros automáticos salían dólares directamente. Además consultamos por hoteles baratos, ya que teníamos sólo un dato y no nos convencía mucho. La señorita que nos atendió fue muy amable, nos explicó todo lo que preguntamos e incluso nos entregó un mapa muy completo de Panamá City para ubicarnos. Todo bien hasta el momento.

El transporte desde el aeropuerto al centro de la ciudad tiene tarifa fija... así que nos subimos los dos, solitos, a un transfer que nos cobró lo mismo que un taxi. Cuando nos preguntó hacia donde nos dirigíamos, nos dijo que el hotel quedaba en un mal barrio y que sólo podríamos salir de día (y en ese momento ya estaba de noche). Claramente eso no nos gustó, y afortunadamente él conocía otro hotel en un mejor barrio por casi el mismo precio. Se llamaba Hotel Latino y no es muy bonito, pero tenía todo lo que necesitábamos incluyendo estacionamiento y se ubica en una zona céntrica así que ahí nos quedamos. 


No sabíamos nada de la ciudad, pero observando el mapa que teníamos determinamos lo que nos gustaría conocer. Así que la mañana siguiente salimos caminando hacia la avenida costera y nos encontramos con una Panamá totalmente moderno, con edificios altos, mucho paseo peatonal, una costanera amplia con 4 pistas por lado, pasarelas sobrenivel, ciclovía, etc etc. Realmente estaba todo muy bien cuidado y muy lindo, lo único malo fue el calor excesivo (como siempre). Caminamos y sudamos bastante rato (incluso la recepcionista del hotel nos dijo que debíamos que tomar una micro ya que era demasiado para hacer a pie) hasta encontrarnos con el barrio que buscábamos: el Casco Antiguo. 


Ésta es la parte más antigua de la ciudad y es donde se visualiza el Panamá auténtico. Las personas son alegres y por describirlos de alguna forma, latinos y con ritmo en la sangre. El contraste de este barrio con la parte más nueva es impresionante, casi como estar en otro país. Se caracteriza por casas antiguas prácticamente desmoronándose, pero hermosas en esencia... remarcando un pasado maravilloso. Debido a ser considerado patrimonio, el gobierno ha tomado la iniciativa de rescatar los edificios emblemáticos del lugar y por lo mismo se podía ver trabajos de restauración en todos lados, desde los adoquines de las calles hasta las fachadas del teatro y catedral. El embellecimiento del sector también incentiva a los privados, por lo que también eran visibles los arreglos de otras construcciones. 






Diría que el 70% de las personas que caminaban por esas calles eran turistas, tanto que nosotros nos sentíamos muy bajo perfil y cómodos por estar hablando español! Hay muchas tiendas de venta de souvenirs y cosas típicas, como también ferias artesanales y gente vendiendo en la calle. 


Cuando llegamos a la punta de la península que alberga este sector nos encontramos con "Las Bóvedas", al parecer la edificación más antigua de la ciudad y lugar al cual va todo turista que llega. En su entorno inmediato hay una plaza, un obelisco y se coloca una feria artesanal, donde la mayoría de las vendedoras son indígenas y visten con su ropa típica que encontramos muy interesante. Era hora de almorzar, pero el calor nos quitó el hambre y encontramos la mejor solución: raspados de hielo! Un señor muy simpático, que como dato rosa nos contó que estaba enamorado de una chilena, los preparaba de un enorme cubo de hielo y salsas a elección. Qué rico! 


En el casco antiguo hay un museo del Canal de Panamá, así que fuimos ya que el tema nos parece muy interesante. Les recomiendo a los que no conocen su historia, la investiguen ya que hay realmente mucha historia detrás de lo que es hoy y de los trabajos que están haciendo para ampliarlo y convertirlo en lo que será mañana. El museo en sí no nos gustó... lamentablemente consiste en muchas paredes con lectura y poco material didáctico así que uno se marea de tanto leer y para eso existen los libros o el internet jeje. Igual nos sirvió para comprender la magnitud de los trabajos actuales en el Canal. 

Después de un largo día de caminar bajo el sol, decidimos retornar al hotel a descansar y nos enteramos de que para tomar la micro que nos servía, necesitábamos una tarjeta especial y no pudimos encontrar el único lugar donde la vendían a esa hora. Así que nos regresamos caminando también. 


El día siguiente era lunes, el día que nos correspondía ir a retirar la moto. Fue complicado llegar al terminal de carga a pie... hubo que comprar la famosa tarjeta para la micro y luego subirnos a una que nos llevara a las afueras de la ciudad, de donde se tomaba un taxi a la oficina de Girag. Cuando llegamos tuvimos que hacer varios trámites como era de esperarse... pasar los papeles por aduana, inmigración, sanidad, y policía. Lo único que retrasa todos estos procesos de migración son los papeleos tan demorosos, sino sería todo tan sencillo. Una hora y media después, pudimos retirar la moto desde la bodega donde estaba estacionada y agradablemente en perfectas condiciones, tal como la habíamos entregado. Volvimos a estar completos! Y salimos de ahí andando.

Con movilidad propia, dedicamos el resto del día a recorrer lugares un poco más alejados. Primero fuimos a Panamá Viejo, que alguna vez fue el centro de la ciudad capital. Ahora sólo quedan algunas ruinas inmersas dentro de una ciudad moderna. 


Desde ahí tomamos rumbo al otro lado del país (se atraviesa de Pacífico a Atlántico en sólo un par de horas), hasta la ciudad de Colón. Panamá es conocido como el país más barato en latinoamérica para comprar una infinidad de cosas y el lugar más barato del país es Colón, ya que es zona libre de impuestos. Teníamos la intención de conocer la Zona Libre (zona franca) pero llegamos muy tarde y ya estaban cerrando las tiendas. Sin embargo entramos a mirar un poco y nos dimos cuenta de que es realmente enorme y no se puede conocer entero en un solo día. Venden de todo lo que se les pueda ocurrir, pero principalmente perfumes, artículos de electrónica, telefonía y ropa. Alcanzamos a entrar a una tienda y compré una batería nueva para mi iPhone... a un precio regalado. 

La ciudad de Colón no es bonita, sino más bien peligrosa así que tuvimos que andar con precaución y lamentablemente no me atreví a sacar fotos... pero es una realidad impactante. Edificios muy antiguos despintados y descuidados, repletos de habitantes que se ven en los balcones y ropa colgada desde cada ventana. Los espacios públicos todos colapsados de personas, vendedores en las calles y todos los negocios cerrados con rejas de protección. Es una pena, ya que se ve que alguna vez fue una ciudad muy hermosa debido a su arquitectura antigua y urbanismo planificado. 



Tomamos sólo unas fotos en una explanada a orillas del mar, sector que se veía más tranquilo. Ahí por casualidad conocimos a un Chileno quien nos dio indicaciones. Llevaba como un año viviendo ahí por trabajar en el Canal, y gracias a él nos enteramos de que gran porcentaje de los trabajadores de la ampliación del Canal de Panamá son chilenos, incluyendo muchos de los puestos más altos. Nos sorprendió bastante y enorgulleció también. 

Desde Colón se puede llegar facilmente a las orillas del Canal, así que tomamos ese camino y fuimos a ver las famosas Esclusas de Gatun (uno de los puntos por donde pasan los barcos que atraviesan el canal). Mientras nos acercábamos, comenzó a atardecer... así que el canal se nos presentó teñido con colores anaranjados. Fue muy hermoso. Hay un recorrido turístico que se puede hacer por las esclusas, pero llegamos muy tarde para eso. De todos modos, simplemente verlo funcionando desde la orilla fue interesante. 






A esas alturas se había hecho de noche y nosotros no habíamos almorzado. Nos quedaba un largo trayecto de regreso al hotel, así que preferimos comer antes de retomar el viaje. Encontramos un Burger King a la salida de la ciudad que se veía más seguro para estacionar la moto, así que comimos chatarra por primera vez en harto tiempo. Cuando decidimos irnos, la moto no quizo partir. Simplemente no encendió. Esto fue algo extrañísimo, ya que no nos había sucedido antes. Lo primero que pensé es que era otra falla eléctrica, pero Roberto lo descartó de inmediato ya que la moto si intentaba partir pero no podía (cuando la batería está muerta, por ejemplo, ni siquiera suena el intento de partida). Dedujo entonces que tenía algo que ver con la gasolina. Revisó que todas las conexiones estuvieran bien hechas y no encontró problema. Vació una de las mangueras para ver si había alguna basurita que estuviera tapando la pasada y luego la reconectó. No encontró la falla, pero repentinamente la moto partió y nos fuimos inmediatamente, esperando que no fallara a mitad de carretera. Nunca supimos con exactitud que ocasionó el problema, pero creemos que pudo ser gasolina de mala calidad, mezclada con agua, o simplemente alguna suciedad. Después de eso la moto no ha vuelto a fallar así. 

Llegamos muy bien de regreso a Panamá City, donde empacamos todo para partir temprano al día siguiente. Viajaríamos largo ya que nos propusimos una meta: cruzar a Costa Rica. Inicialmente planeamos quedarnos esa noche en la ciudad de David, a unos 400km. desde la ciudad de Panamá, pero el día siguiente sería el cumpleaños de Roberto y no queríamos pasarlo viajando sino que descansando en un bonito lugar. 


Para llegar a la frontera con Costa Rica desde la ciudad de Panamá, primero hay que atravesar el Canal de Panamá por medio de un bonito puente arqueado. Recién ahí pudimos apreciar la inmensidad del Canal. Las proporciones se ven totalmente diferentes desde arriba que desde la orilla como lo habíamos apreciado el día anterior desde otro punto. También desde ahí se pueden observar los trabajos de ampliación, un megaproyecto con todas sus letras. 


Luego de eso, el camino se transforma en una ruta pacífica entre campos y cerros, pasando por ríos, pueblos y puestos de artesanía nativa hasta llegar al borde fronterizo (si, logramos nuestra meta de ese día... aunque esa es historia para la siguiente entrada).  

jueves, 19 de julio de 2012

Colombia, el único riesgo es que te quieras quedar!



Max nos acompañó hasta la frontera con Colombia en parte porque aprovecha cada oportunidad que se le presenta para viajar en moto, y en parte porque nos quería ayudar a entender los trámites que había que hacer. En un principio pensamos que estaba demás, pero después nos dimos cuenta que esta frontera era muy distinta a las anteriores que habíamos cruzado y muy desordenada. El trámite de salida en la frontera por el lado de Venezuela fue bastante rápido con la ayuda de Max, pero nos sorprendió lo confuso que era. A diferencia de las fronteras de Chile, Argentina o Brasil, las oficinas de migración y de aduana estaban en edificios separados y pedían un montón de fotocopias que había que sacar en otro lado. Además habían muchas personas ofreciendo cambiar dinero a todos los que llegaban. Estando listos ahí, seguimos camino unos minutos hasta llegar a la frontera por el lado de Colombia. Hacía muchísimo calor y también había que hacer trámites separados. En migración timbramos los pasaportes para ingresar al país, y después había que hacer el trámite de aduana para ingresar la moto pero no pudimos hacerlo porque se había cortado la luz y por ende no había sistema. Max se despidió de nosotros ahí, ya que tendríamos que esperar un buen tiempo y hacía mucho calor. Fue muy agradable llegar con un amigo hasta la frontera! 




Esperamos como 30 minutos y finalmente llamaron a Roberto para hacer el trámite del ingreso de la moto. El problema es que mientras esperamos hacía demasiado calor, y yo estaba agripada tomando remedios, además de haber desayunado poco... y bueno empecé a sentirme mal, se me durmieron las manos, me dio asco y llamé a Roberto. A penas se acercó a mí, me desmayé en sus brazos. Soñé todo tipo de cosas y de repente comencé a despertar con personas a mi alrededor echándome viento. Qué miedo! Desperté sentada en una silla que me habían llevado, sin enterarme de nada. Todo esto sirve para que entiendan el calor infernal que hacía en ese lugar! Roberto me compró líquidos y chocolate y pronto me recuperé. Él tuvo que volver a terminar el trámite en la aduana y mientras los vendedores ambulantes que me habían ayudado se quedaron a acompañarme. Esta fue una bienvenida bien especial a Colombia, inmediatamente sentimos un cambio en la gente. Nuestros amigos maracuchos ya nos habían comentado de la alegría de los colombianos, y estábamos comenzando a verlo en persona.

Uno de los trámites obligatorios para circular legalmente en Colombia es sacar el seguro obligatorio para el vehículo. En la misma frontera vendían uno, pero lo cotizamos y encontramos muy caro. Así que Roberto preguntó un poco y le dijeron que lo podría comprar más adelante, pero que si un policía le pedía los papeles y no lo tenía podría ser grave (nos dijeron que hasta nos podrían quitar la moto, pero no les creímos mucho). Decidimos arriesgarnos y buscarlo más adelante. 


Salimos arrancando de ese calor y buscamos donde almorzar. Encontramos un lugar chiquito donde comimos un plato de carne con patacones, arroz y ensalada (comida simple y típica de la zona). Estaba bien bueno y sirvió para recuperar energías. Desde ahí seguimos camino hasta la ciudad de Santa Marta, donde nos encontraríamos con una amiga del papá de Roberto: Eddy. Ella nos recibió con mucha alegría y conversamos un par de horas en la terraza de su casa, mientras esperábamos a otro amigo para que nos fuera a buscar. Gary llegó junto a sus amigos Efraín y Jerson a encontrarse con nosotros cuando ya se había hecho de noche y nos dijo que tenía muchos planes para nosotros, que si queríamos pasear esa misma noche incluso. Él es una persona muy energética y contagia las ganas de hacer cosas, así que fuimos a su casa a tomarnos un juguito,  conocer a su familia y luego salir. Llevamos nuestras cosas a 2 cuadras de ahí, donde su vecina Digna tiene una pensión y nos arrendó una habitación. La moto quedó estacionada en casa de Gary. 

Esa noche él y sus amigos nos llevaron a pasear por el centro histórico de Santa Marta y también al sector conocido como el Rodadero (barrio top con playa). Nos encantó la ciudad desde ese momento... y ya nos comenzamos a encantar con Colombia. 


Regresamos tarde a la pensión y muertos de cansancio después de un largo día, así que nos preparamos para dormir inmediatamente... cosa que no logramos, en casi toda la noche. Hacía un calor infernal. En estas zonas se acostumbra dormir sólo con sábanas, es decir sin frazadas de ningún tipo.. pero hasta la sábana nos sobraba. La habitación no tenía aire acondicionado y el ventilador ni se sentía. Fue lamentable, ya que la dueña de casa era muy amable... pero la mañana siguiente le tuvimos que avisar que nos cambiaríamos de hospedaje a uno más ventilado. Así que ese día montamos todo en la moto y fuimos a un hostel en la playa Taganga, que está sólo a minutos de Santa Marta. 

Taganga es una pequeña playa, o más bien una pequeña caleta de pescadores y es muy bonita. El hostel al que llegamos estaba bien bonito y los que atendían muy simpáticos también. Nos tocó una habitación con una cama matrimonial y dos camas individuales, sólo para nosotros. No tenía aire acondicionado, pero la gran diferencia con la pensión anterior fue que en Taganga corre mucha más brisa y no hace el mismo nivel de calor así que el ventilador de techo fue más que suficiente. Esa noche nos fueron a buscar nuestros nuevos amigos para cenar en un local de la playa. Comimos ceviche y estaba muy bueno. Gary y sus amigos son todos unos personajes, muy extrovertidos y muy locos, tirando tallas a todas las personas que estuvieran cerca. Conocimos un humor muy diferente y lo pasamos genial!


A la mañana siguiente quisimos conocer el principal atractivo de Taganga: Playa Grande. A esta playa se llega sólo por agua, así que bajamos a la caleta y nos subimos a una lancha. La playa es pequeñita, pero el encanto de ir ahí es su agua cristalina y tranquila sin ni una ola. Hay varios puestos de comida y vendedores ambulantes que ofrecen desde lentes de sol y baldes de playa hasta masajes con aceite. Hay bastante sombra y ambiente relajante. 




Nuestro amigo Gary nos invitó esa tarde a conocer su parcela "Las Termópilas", que está en las afueras de Santa Marta. Ahí tiene una pequeña producción de frutas y verduras y animales de campo, lo suficiente para que se mantenga sola ya que los animales comen los frutos de ahí mismo y sobra un poquito para la familia. Estando ahí vimos gallinas y pollitos, patos, pavos, cabras y chanchos, y comimos cocos y mangos cosechados al instante. Lo único malo fue el exceso de mosquitos, que nos picaron como querían y sin importarle el repelente. Nos dieron a probar como 6 variedades de mango! No tenía idea que había más de un tipo y, según él nos dijo, existen muchas más que las que probamos... que rico! (y pensar que en Chile es una fruta tan cara y sólo llega uno o dos tipos).
En su meta de hacernos conocer lo más posible de lo característico del lugar, esa noche nos llevó a cenar a un local de comida rápida donde todo era a base de plátano. Roberto comió un plato muy parecido a una pizza (pero que en vez de la masa, tenía base de plátano frito) y yo un plato que tenía base de puré (si, puré!) de plátano y sobre eso carne, salsa de tomate y queso. Qué rica la comida colombiana. 




Esa noche fue nuestra despedida... una vez más el viaje nos regaló buenos nuevos amigos de quien nos costó desepedirnos. Es muy agradable sentir que tenemos una pequeña familia en cada lugar que nos quedamos, es la magia del viajero!



La mañana siguiente nos vestimos con la ropa de moto y salimos al calor infernal una vez más, a seguir nuestro camino hacia Cartagena de Indias. Camino hacia allá pasamos paisajes hermosos, como playas escondidas y la Ciénaga, momento en el cual se ve agua a ambos lados de la carretera.

A penas llegamos a la ciudad Cartagena de Indias, supimos que era un lugar especial. La primera imagen es el contraste absoluto de la Ciudad Amurallada con la modernidad de la ciudad actual. 


Llegamos directamente a un hostal en la zona céntrica, donde habíamos hecho una reserva por teléfono, y por error ya habían arrendado nuestra habitación. Fue muy desagradable, llevábamos varias horas viajando, hacía muchísimo calor (en Cartagena siempre hace calor) y las calles estaban llenas de gente. Buscar otro lugar para hospedar no fue fácil, ya que ningún lugar del centro tenía donde estacionar la moto (y los que si tenían estaban fuera de nuestro presupuesto). Así que tuvimos que alejarnos de ese sector y comenzar a buscar más lejos. Lo bueno fue que encontramos un hotel decente en un barrio muy bueno, con estacionamiento y aire acondicionado. Esa noche salimos a recorrer los alrededores, donde nos encontramos con gran variedad de restaurantes y por supuesto cenamos en uno de ellos. Había mucha vida nocturna, venta de artesanías en la calle y alegría en el ambiente. Nos gustó mucho la ciudad desde un comienzo. 

Lo primero que quisimos conocer al día siguiente fue la ciudad amurallada por dentro (ya que el día anterior sólo habíamos visto el muro por fuera). Es un mundo totalmente diferente... como volver atrás en el tiempo. Todo muy hermoso y muy bien mantenido. Caminamos muchas horas bajo el sol, conociendo este mágico lugar. Comenzaron a aparecer los guías turísticos ofreciendo sus servicios y los vendedores ambulantes de todo tipo de artesanía por doquier, pero nosotros no nos dejamos engatusar. 








Uno de los temas que teníamos que comenzar a aclarar respecto al avance de nuestro viaje era el cómo cruzar de Colombia a Panamá. Para los que no saben, esto no se puede hacer por tierra debido a lo que se llama el Tapón de Darién o "Darien Gap" - una barrera natural de bosque impenetrable que separa ambos países y es el único punto en el cual se corta la carretera panamericana que atraviesa todo el continente. Además de no existir paso terrestre, es conocido como un lugar de muchos peligros debido a la gran presencia de comarcas indígenas por el lado panameño y por el lado colombiano aloja a las guerrillas que ahí se esconden. 

Debido a esto, hay sólo 2 formas de cruzar esa frontera: por aire o por agua. Nosotros ya habíamos averiguado las condiciones de ambas opciones, pero queríamos conseguir información más directa en Cartagena (ya que desde ahí salen los barcos). Así que aprovechamos de hacer cotizaciones para cruzar a Panamá por barco o velero. Antiguamente existía un ferry que hacía este recorrido, pero por temas políticos y principalmente por los peligros que conllevaba, hace varios años que dejó de funcionar (se dice que pronto abrirá un nuevo servicio de ferries, pero no se sabe bien la fecha de inaguración). 

Existen veleros que cruzan personas de un lado a otro, pero tienen prohibido cruzar vehículos (a veces igual lo hacen, pero si los detiene la policía para fiscalizar bajan la moto en la isla más cercana y el dueño se las tiene que arreglar como puede para seguir camino... así que descartamos esa opción por riesgosa). También está la opción de cruzar el vehículo dentro de un container de un barco de carga y las personas tomar el velero... pero el precio es muy elevado. El trayecto del velero demora unos 4 días y dicen que es realmente hermoso, sin embargo tuvimos que descartar eso también y preferimos la tercera opción: el avión. Todos los vuelos de carga que transportan vehículos salen desde la ciudad de Bogotá y llegan a la ciudad de Panamá, por lo que nuestro siguiente paso fue ir a una agencia de turismo a cotizar los pasajes para nosotros. Resulta que eran más baratos a través de internet... así que finalmente los compramos en Avianca.com más tarde desde el hotel. 

Siguiendo el día de trámites, nos faltaba uno sólo: sacar el seguro obligatorio para la moto, que nos habían exigido desde la frontera. Aquí finalmente encontramos una empresa que lo vendía por 3 meses en vez del año y a un precio más razonable. Teníamos nuestras dudas si adquirirlo o no, ya que ningún policía hasta ese momento nos lo había pedido, pero decidimos irnos a la segura para no tener problemas... y qué creen? Al día siguiente nos detuvo un policía de tránsito que solamente nos pidió ese seguro, y luego nos dejó ir! Uf, de la que nos salvamos!


Terminando todo ese agetreo, salimos de la ciudad amurallada y conocimos la tan renombrada playa de Cartagena. Tomamos una micro que nos llevó por toda la avenida costera hasta el sector de nuestro hotel y bajamos en una de las tantas playas bonitas del lugar, donde terminamos de admirar el atardecer en el mar. 

Cartagena de Indias es una ciudad que tiene de todo lo que puedas buscar, atracciones turísticas, arquitectura antigua y moderna, playas, restaurantes y vida nocturna, oficinas, sectores residenciales de toda clase, etc etc. Lo único que le quitaríamos para convertirla en la ciudad soñada sería su calor! Sin eso, viviría ahí feliz. 


Una de las cosas que más nos gustó de las carreteras colombianas fueron los peajes. Ustedes se preguntarán ¿a quién le pueden gustar los peajes?, y la respuesta es a los motociclistas! Ya que en Colombia todos los peajes tienen una pista lateral exclusivo para las motos, por donde se pasa legalmente y sin cobro. 


El camino entre Cartagena de Indias y la ciudad de Medellín (nuestro próximo destino sugerido) es muy bonito. Es una carretera entre cerros verdes, que pasa por muchos ríos y pueblos en los cuales se aprecian techos de paja en la mayoría de las casas, muy típico de la zona. Esa noche alojamos en un pequeño pueblo a mitad de camino llamado Planeta Rica ya que el camino, a pesar de no ser tan largo en kilometraje, es muy lento por tanta curva, tanto camión y tanto reductor de velocidad. 


La tarde siguiente llegamos a Medellín, directamente al Hostal Medellín. Nuestros amigos maracuchos (Gabriel y Maximiliano) nos dieron el dato, ya que son amigos de Claudia, la dueña del lugar. Ella es muy simpática y da un excelente servicio para que uno se sienta en casa así que, si van a Medellín, ya saben donde quedarse! Inmediatamente nos hicimos un amigo nuevo, Micah, un gringo que se enamoró de Medellín y ahora vive en el hostal hasta que decida qué rumbo tomar (y también es motociclista). Esa noche salimos a cenar a la avenida 70, una de las calles más turísticas de la ciudad ya que ahí se concentra la mayor cantidad y variedad de restaurantes (todo muy rico).

El día siguiente era lunes y feriado, lamentable para nosotros ya que teníamos planeado hacer algunas compras para la moto y estaba todo cerrado. Sin embargo en esta ciudad siempre hay mucho para hacer, y lo turístico si estaba abierto. Tomamos el metro y luego caminamos muchísimo, recorriendo todo lo que alcanzamos a ver del centro de la ciudad en un día: la plaza del famoso escultor Botero, el centro cultural, monumentos urbanos, edificios muy antiguos y otros muy modernos, la plaza mayor y la plaza de los pies descalzos son sólo algunas de las cosas que vimos. 






El metro de Medellín es algo muy especial ya que, además de que la gran parte de su trayecto va sobre tierra y puedes ir admirando la ciudad, tiene 2 líneas de "Metro Cable". Esto es algo muy novedoso para nosotros: un teleférico con estaciones que hace combinación con una línea normal del metro trén, para llegar hasta las poblaciones que están en lo alto de los cerros de la ciudad. Muchas personas al día lo utilizan para transportarse a su hogar, y muchos turistas como nosotros lo usamos a modo de paseo.




En la cima del cerro se encuentra una gran biblioteca donada por el gobierno español, que llama la atención por su arquitectura imponente y moderna. Este es un paseo turístico común, y en sus alrededores hay varias plazas repletas de niños jugando y, tal vez por ser un día feriado, familias paseando y vendedores ambulantes por todos lados. Es un ambiente muy modesto y muy alegre a la vez. 


Quedamos agotados con tanto pasear, pero amamos la ciudad. Hasta ahora diríamos que es la ciudad que hemos conocido en nuestro viaje en el cual más nos gustaría vivir... además de tener de todo, tiene buen clima y su gente es muy buena también.

El día siguiente si estaban abiertos los negocios, así que pudimos comprar los repuestos que queríamos para la moto. En el centro de Medellín hay un barrio muy amplio que se dedica exclusivamente a repuestos y arreglos de motocicletas, y además es barato. Compramos un neumático trasero de repuesto y un juego de pastillas de freno trasero. Originalmente queríamos mandar a retapizar el asiento de la moto (que a estas alturas del viaje está duro como tabla), pero no podrían hacer el trabajo en un sólo día así que ni lo cotizamos. Teníamos un par de trámites más que hacer y mientras caminábamos en busca de un centro impresiones, se largó a llover con todo. Nos tuvimos que refugiar un ratito y aprovechamos de comer unos ricos donuts casi idénticos al Dunkin Donuts (dicen que los Colombianos son los reyes de la copia, tanto así que ni se nota que algo no es original). 


Esa noche volvimos al hostal y cocinamos una rica cena mientra esperamos a un amigo de Claudia, Gabriel y Max. Diego es otro viajero en moto y tenía muchas ganas de conocernos, así que nos fue a visitar y conversamos varias horas, hasta que se hizo de noche y nos despedimos. Otro ejemplo de la facilidad de amistad entre motociclistas! La mañana siguiente nos levantamos temprano, armamos una vez más la moto y nos despedimos de nuestros nuevos amigos Micah y Claudia para seguir rumbo a la capital Bogotá.



La ruta hacia Bogotá continuó hermoso entre cerros y ríos, con los tan típicos animales atravesando el camino. Repentinamente el tránsito de puso lento y nos encontramos con una hilera de al menos 3km de autos y camiones detenidos. No teníamos idea del motivo de esto y hasta ese entonces no habíamos visto nada similar, supusimos que había habido algún accidente. Nos aprovechamos del hecho de ser moto y avanzamos lentamente a un costado de los vehículos hasta el comienzo de la fila y supimos lo que había ocurrido: un derrumbe. Las carreteras entre los cerros en este país no son como en Chile, donde antes de hacerlas reafirman los cerros, sino que simplemente colocan las carreteras y con el tiempo, el suelo se afloja con las lluvias y se generan derrumbes. No es tan poco común, pero no nos había tocado encontrarnos con un camino cerrado hasta ese momento. 



No podían dejar pasar autos ni camiones, pero estaban trabajando una ruta alternativa y mientras tanto dejaron pasar las motos por ahí. Así que por varios kilómetros tuvimos el camino sólo para nosotros. Cuando se terminó el desvío y nos volvimos a encontrar con una cola eterna de vehículos detenidos al otro lado del desvío, comenzaron los problemas para nosotros. Algunos vehículos tomaban la mala decisión de adelantar la fila, ocupando toda nuestra pista. Aparecían de la nada autos y buses en nuestra contra (ya que no se veían avanzar debido a las curvas pronunciadas). La irresponsabilidad de esos conductores hicieron que nosotros tuviéramos que andar con extremo cuidado, como si fuésemos nosotros los equivocados... y aún así una moto nos chocó por atrás 2 veces. A nosotros no nos pasó nada, más que el susto, pero la otra moto parece que se dañó. En todo caso no fue nuestra culpa, sino que esa moto no tenía frenos!! No nos paramos de sorprender de lo mal que se conduce en otros países.



Esa noche, después de varias horas de conducción y cansancio, llegamos a la ciudad de Bogotá. Como novedad, nos quedamos en un hotel casi lujoso. Esto gracias a Groupon.cl, ya que aprovechamos un muy buen cupón de descuento que compramos en anticipación. Fue lo más increíble llegar agotados a disfrutar de un lugar con todas las comodidades. Pedimos una pizza con entrega a domicilio y comimos en cama viendo televisión, simplemente lo máximo!

La mañana siguiente despertamos temprano para tomar el desayuno incluído y luego salimos a conocer el centro histórico en la moto. Caminamos bastante por la avenida principal, visitamos el Museo de Oro (que posee una maravillosa colección de elementos de culturas prehispánicas) y también unas ferias artesanales bien lindas. Se nos hizo de noche antes de lo previsto así que pasamos a un supermercado y luego de vuelta a la habitación (tenía además una mini-cocina) donde hicimos algo de cena.







El día siguiente debíamos llevar la moto al aeropuerto para mandarla en avión a Panamá, por lo que esa noche reordenamos todo nuestro equipaje (dejando lo que no podíamos cargar con nosotros en el avión de pasajeros y también las cosas más pesadas dentro de las maletas de la moto) y ordenamos todo el papeleo que nos exigían para el envío. Nos habían dicho que mientras más temprano llegáramos al terminal de carga, mejor. Así que llegamos tipo 8:30am a las oficinas de Girag S.A. (empresa que nos haría el envío). Nos habían advertido que los trámites podían ser lentos, pero pensamos que alcanzaríamos a llegar a almorzar al hotel. La realidad fue otra... tuvimos que esperar horas ahí en el terminal de cargas, ya que había que tramitar un montón de papeles en la Aduana y con la policía internacional. Luego hubo que esperar a que un policía revisara todo el equipaje (si, tuvimos que desempacar y re-empacar todo una vez más) y cuando finalmente estaba todo listo, se estaba haciendo de noche. 



Rápidamente arrancamos de ahí y tomamos un bus de vuelta al centro, donde pudimos conocer la plaza mayor con todos sus edificios emblemáticos y comer unos ricos patacones fritos para engañar el hambre. 



Desde ahí no sabíamos con exactitud como devolvernos al hotel en transporte público, así que decidimos tomar taxi. Sin exagerar, esperamos más de una hora un taxi. Comenzó a llover y ya estaba de noche, caminamos mucho buscando un lugar mejor para parar un taxi sin éxito. Varios iban vacíos, pero no nos pararon (creímos que es un tema de seguridad, no les gusta tomar pasajeros en cualquier parte). Las micros decían lugares que no conocíamos... y finalmente un taxista se apiadó de nosotros y pudimos regresar sanos y salvos para cenar, empacar y dormir. Perdimos casi todo el día en el trámite lento... así que lamentablemente no alcanzamos a conocer más de la ciudad, pero aún así nos gustó mucho y quisiéramos volver algún día. 

La mañana siguiente fuimos al aeropuerto de pasajeros para tomar nuestro vuelo que era a las 2:30pm (ya saben que hay que llegar con 3 horas de anticipación). Todo estaba bien con nuestro equipaje, que pensábamos que se pasaría del peso máximo. La persona que nos atendió nos puso problemas por tener sólo pasaje de ida a Panamá y no pasaje de salida del país. Le explicamos que saldríamos en moto, teníamos todos los papeles del envío con nosotros y no entendíamos el problema. Para hacer el cuento corto, tuvimos que hacer una reserva ficticia para un vuelo de regreso, y así recién recibió nuestros pasajes (a pesar de que ella sabía que era una farsa). Después esa misma señora nos dijo que no nos dejarían pasar nuestros bolsos de mano ya que en su interior estaban nuestros cascos, que ella consideraba "objetos contundentes"... otra ridiculez, ya que no tienen puntas peligrosas ni partes metálicos ni nada. Esta vez no le hicimos caso. Cuando pasamos por aduana, nos preguntaron que traíamos en los bolsos y cuando respondimos que eran cascos de moto, nos dijeron "muy bien, pueden pasar". Jajaja para que vean lo que cambia ser atendido por una persona o por otra!



Llegamos a la sala de embarque a la hora perfecta, pero como era de esperarse hubo retraso y el vuelo salió una hora y media tarde. Ya una vez arriba del avión, a Roberto le vino una jaqueca bien fuerte de esas que le dan a veces... así que tomó un remedio y durmió la primera parte del vuelo. Después de eso, las cosas estuvieron mejor ya que hay muchas cosas para entretenerse (sobretodo para gente como nosotros que volamos muy poco seguido) y vimos un buen episodio de "The Big Bang Theory", jugamos "¿Quién Quiere Ser Millonario?" y otras cosas gracias a las pantallas individuales tras los asientos. La verdad es que paradójicamente se nos hizo demasiado corto el vuelo. 



El proceso de desembarque fue expedito, pensamos que nos podían volver a poner problemas por eso de no tener vuelo de salida del país... pero ni nos preguntaron siquiera! Jaja y bueno... llegamos a Panama!!! Adiós a Colombia, un país realmente maravilloso al cual hay que volver. Como dice su lema: Colombia, "el único riesgo es que te quieras quedar" (el riesgo de venir a Colombia es enamorarse de sus paisajes, de su gente, de su gastronomía, de sus ferias y sus fiestas, de sus artesanías y de sus colores)... y así fue!