Luego de descender del avión desde Colombia hicimos los trámites de ingreso a Panamá, los cuales fueron muy expeditos y, por nuestra sorpresa, nos entregaron un seguro de salud gratuito. Cobertura total para enfermedades o accidentes ocurridos durante la estadía, para todo turista que llega al país vía aeropuerto. Excelente beneficio! Esta fue una muy buena bienvenida. Luego fuimos en busca de nuestro equipaje (el cual se demoró bastante en aparecer) y bajamos, en busca de un taxi. Nos encontramos con un puesto de informaciones, así que aprovechamos de hacer algunas consultas. No sabíamos qué moneda se usaba en el país, y nos alegramos al saber que su moneda oficial es la Balboa y que su valor es exactamente igual al dólar americano (y por ende también se aceptan dólares en todo el país). Esto nos pareció mucho más fácil de calcular y desde los cajeros automáticos salían dólares directamente. Además consultamos por hoteles baratos, ya que teníamos sólo un dato y no nos convencía mucho. La señorita que nos atendió fue muy amable, nos explicó todo lo que preguntamos e incluso nos entregó un mapa muy completo de Panamá City para ubicarnos. Todo bien hasta el momento.
El transporte desde el aeropuerto al centro de la ciudad tiene tarifa fija... así que nos subimos los dos, solitos, a un transfer que nos cobró lo mismo que un taxi. Cuando nos preguntó hacia donde nos dirigíamos, nos dijo que el hotel quedaba en un mal barrio y que sólo podríamos salir de día (y en ese momento ya estaba de noche). Claramente eso no nos gustó, y afortunadamente él conocía otro hotel en un mejor barrio por casi el mismo precio. Se llamaba Hotel Latino y no es muy bonito, pero tenía todo lo que necesitábamos incluyendo estacionamiento y se ubica en una zona céntrica así que ahí nos quedamos.
No sabíamos nada de la ciudad, pero observando el mapa que teníamos determinamos lo que nos gustaría conocer. Así que la mañana siguiente salimos caminando hacia la avenida costera y nos encontramos con una Panamá totalmente moderno, con edificios altos, mucho paseo peatonal, una costanera amplia con 4 pistas por lado, pasarelas sobrenivel, ciclovía, etc etc. Realmente estaba todo muy bien cuidado y muy lindo, lo único malo fue el calor excesivo (como siempre). Caminamos y sudamos bastante rato (incluso la recepcionista del hotel nos dijo que debíamos que tomar una micro ya que era demasiado para hacer a pie) hasta encontrarnos con el barrio que buscábamos: el Casco Antiguo.
Ésta es la parte más antigua de la ciudad y es donde se visualiza el Panamá auténtico. Las personas son alegres y por describirlos de alguna forma, latinos y con ritmo en la sangre. El contraste de este barrio con la parte más nueva es impresionante, casi como estar en otro país. Se caracteriza por casas antiguas prácticamente desmoronándose, pero hermosas en esencia... remarcando un pasado maravilloso. Debido a ser considerado patrimonio, el gobierno ha tomado la iniciativa de rescatar los edificios emblemáticos del lugar y por lo mismo se podía ver trabajos de restauración en todos lados, desde los adoquines de las calles hasta las fachadas del teatro y catedral. El embellecimiento del sector también incentiva a los privados, por lo que también eran visibles los arreglos de otras construcciones.
Diría que el 70% de las personas que caminaban por esas calles eran turistas, tanto que nosotros nos sentíamos muy bajo perfil y cómodos por estar hablando español! Hay muchas tiendas de venta de souvenirs y cosas típicas, como también ferias artesanales y gente vendiendo en la calle.
Cuando llegamos a la punta de la península que alberga este sector nos encontramos con "Las Bóvedas", al parecer la edificación más antigua de la ciudad y lugar al cual va todo turista que llega. En su entorno inmediato hay una plaza, un obelisco y se coloca una feria artesanal, donde la mayoría de las vendedoras son indígenas y visten con su ropa típica que encontramos muy interesante. Era hora de almorzar, pero el calor nos quitó el hambre y encontramos la mejor solución: raspados de hielo! Un señor muy simpático, que como dato rosa nos contó que estaba enamorado de una chilena, los preparaba de un enorme cubo de hielo y salsas a elección. Qué rico!
En el casco antiguo hay un museo del Canal de Panamá, así que fuimos ya que el tema nos parece muy interesante. Les recomiendo a los que no conocen su historia, la investiguen ya que hay realmente mucha historia detrás de lo que es hoy y de los trabajos que están haciendo para ampliarlo y convertirlo en lo que será mañana. El museo en sí no nos gustó... lamentablemente consiste en muchas paredes con lectura y poco material didáctico así que uno se marea de tanto leer y para eso existen los libros o el internet jeje. Igual nos sirvió para comprender la magnitud de los trabajos actuales en el Canal.
Después de un largo día de caminar bajo el sol, decidimos retornar al hotel a descansar y nos enteramos de que para tomar la micro que nos servía, necesitábamos una tarjeta especial y no pudimos encontrar el único lugar donde la vendían a esa hora. Así que nos regresamos caminando también.
El día siguiente era lunes, el día que nos correspondía ir a retirar la moto. Fue complicado llegar al terminal de carga a pie... hubo que comprar la famosa tarjeta para la micro y luego subirnos a una que nos llevara a las afueras de la ciudad, de donde se tomaba un taxi a la oficina de Girag. Cuando llegamos tuvimos que hacer varios trámites como era de esperarse... pasar los papeles por aduana, inmigración, sanidad, y policía. Lo único que retrasa todos estos procesos de migración son los papeleos tan demorosos, sino sería todo tan sencillo. Una hora y media después, pudimos retirar la moto desde la bodega donde estaba estacionada y agradablemente en perfectas condiciones, tal como la habíamos entregado. Volvimos a estar completos! Y salimos de ahí andando.
Con movilidad propia, dedicamos el resto del día a recorrer lugares un poco más alejados. Primero fuimos a Panamá Viejo, que alguna vez fue el centro de la ciudad capital. Ahora sólo quedan algunas ruinas inmersas dentro de una ciudad moderna.
Desde ahí tomamos rumbo al otro lado del país (se atraviesa de Pacífico a Atlántico en sólo un par de horas), hasta la ciudad de Colón. Panamá es conocido como el país más barato en latinoamérica para comprar una infinidad de cosas y el lugar más barato del país es Colón, ya que es zona libre de impuestos. Teníamos la intención de conocer la Zona Libre (zona franca) pero llegamos muy tarde y ya estaban cerrando las tiendas. Sin embargo entramos a mirar un poco y nos dimos cuenta de que es realmente enorme y no se puede conocer entero en un solo día. Venden de todo lo que se les pueda ocurrir, pero principalmente perfumes, artículos de electrónica, telefonía y ropa. Alcanzamos a entrar a una tienda y compré una batería nueva para mi iPhone... a un precio regalado.
La ciudad de Colón no es bonita, sino más bien peligrosa así que tuvimos que andar con precaución y lamentablemente no me atreví a sacar fotos... pero es una realidad impactante. Edificios muy antiguos despintados y descuidados, repletos de habitantes que se ven en los balcones y ropa colgada desde cada ventana. Los espacios públicos todos colapsados de personas, vendedores en las calles y todos los negocios cerrados con rejas de protección. Es una pena, ya que se ve que alguna vez fue una ciudad muy hermosa debido a su arquitectura antigua y urbanismo planificado.
Tomamos sólo unas fotos en una explanada a orillas del mar, sector que se veía más tranquilo. Ahí por casualidad conocimos a un Chileno quien nos dio indicaciones. Llevaba como un año viviendo ahí por trabajar en el Canal, y gracias a él nos enteramos de que gran porcentaje de los trabajadores de la ampliación del Canal de Panamá son chilenos, incluyendo muchos de los puestos más altos. Nos sorprendió bastante y enorgulleció también.
Desde Colón se puede llegar facilmente a las orillas del Canal, así que tomamos ese camino y fuimos a ver las famosas Esclusas de Gatun (uno de los puntos por donde pasan los barcos que atraviesan el canal). Mientras nos acercábamos, comenzó a atardecer... así que el canal se nos presentó teñido con colores anaranjados. Fue muy hermoso. Hay un recorrido turístico que se puede hacer por las esclusas, pero llegamos muy tarde para eso. De todos modos, simplemente verlo funcionando desde la orilla fue interesante.
A esas alturas se había hecho de noche y nosotros no habíamos almorzado. Nos quedaba un largo trayecto de regreso al hotel, así que preferimos comer antes de retomar el viaje. Encontramos un Burger King a la salida de la ciudad que se veía más seguro para estacionar la moto, así que comimos chatarra por primera vez en harto tiempo. Cuando decidimos irnos, la moto no quizo partir. Simplemente no encendió. Esto fue algo extrañísimo, ya que no nos había sucedido antes. Lo primero que pensé es que era otra falla eléctrica, pero Roberto lo descartó de inmediato ya que la moto si intentaba partir pero no podía (cuando la batería está muerta, por ejemplo, ni siquiera suena el intento de partida). Dedujo entonces que tenía algo que ver con la gasolina. Revisó que todas las conexiones estuvieran bien hechas y no encontró problema. Vació una de las mangueras para ver si había alguna basurita que estuviera tapando la pasada y luego la reconectó. No encontró la falla, pero repentinamente la moto partió y nos fuimos inmediatamente, esperando que no fallara a mitad de carretera. Nunca supimos con exactitud que ocasionó el problema, pero creemos que pudo ser gasolina de mala calidad, mezclada con agua, o simplemente alguna suciedad. Después de eso la moto no ha vuelto a fallar así.
Llegamos muy bien de regreso a Panamá City, donde empacamos todo para partir temprano al día siguiente. Viajaríamos largo ya que nos propusimos una meta: cruzar a Costa Rica. Inicialmente planeamos quedarnos esa noche en la ciudad de David, a unos 400km. desde la ciudad de Panamá, pero el día siguiente sería el cumpleaños de Roberto y no queríamos pasarlo viajando sino que descansando en un bonito lugar.
Para llegar a la frontera con Costa Rica desde la ciudad de Panamá, primero hay que atravesar el Canal de Panamá por medio de un bonito puente arqueado. Recién ahí pudimos apreciar la inmensidad del Canal. Las proporciones se ven totalmente diferentes desde arriba que desde la orilla como lo habíamos apreciado el día anterior desde otro punto. También desde ahí se pueden observar los trabajos de ampliación, un megaproyecto con todas sus letras.
Luego de eso, el camino se transforma en una ruta pacífica entre campos y cerros, pasando por ríos, pueblos y puestos de artesanía nativa hasta llegar al borde fronterizo (si, logramos nuestra meta de ese día... aunque esa es historia para la siguiente entrada).
bien!,abrazos,
ResponderEliminarPanamá, aunque relativamente pequeño, debe ser un país hermoso. No sabía que hay tantos edificios históricos. ¡Buenas fotos!
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