Max nos acompañó hasta la frontera con Colombia en parte porque aprovecha cada oportunidad que se le presenta para viajar en moto, y en parte porque nos quería ayudar a entender los trámites que había que hacer. En un principio pensamos que estaba demás, pero después nos dimos cuenta que esta frontera era muy distinta a las anteriores que habíamos cruzado y muy desordenada. El trámite de salida en la frontera por el lado de Venezuela fue bastante rápido con la ayuda de Max, pero nos sorprendió lo confuso que era. A diferencia de las fronteras de Chile, Argentina o Brasil, las oficinas de migración y de aduana estaban en edificios separados y pedían un montón de fotocopias que había que sacar en otro lado. Además habían muchas personas ofreciendo cambiar dinero a todos los que llegaban. Estando listos ahí, seguimos camino unos minutos hasta llegar a la frontera por el lado de Colombia. Hacía muchísimo calor y también había que hacer trámites separados. En migración timbramos los pasaportes para ingresar al país, y después había que hacer el trámite de aduana para ingresar la moto pero no pudimos hacerlo porque se había cortado la luz y por ende no había sistema. Max se despidió de nosotros ahí, ya que tendríamos que esperar un buen tiempo y hacía mucho calor. Fue muy agradable llegar con un amigo hasta la frontera!
Esperamos como 30 minutos y finalmente llamaron a Roberto para hacer el trámite del ingreso de la moto. El problema es que mientras esperamos hacía demasiado calor, y yo estaba agripada tomando remedios, además de haber desayunado poco... y bueno empecé a sentirme mal, se me durmieron las manos, me dio asco y llamé a Roberto. A penas se acercó a mí, me desmayé en sus brazos. Soñé todo tipo de cosas y de repente comencé a despertar con personas a mi alrededor echándome viento. Qué miedo! Desperté sentada en una silla que me habían llevado, sin enterarme de nada. Todo esto sirve para que entiendan el calor infernal que hacía en ese lugar! Roberto me compró líquidos y chocolate y pronto me recuperé. Él tuvo que volver a terminar el trámite en la aduana y mientras los vendedores ambulantes que me habían ayudado se quedaron a acompañarme. Esta fue una bienvenida bien especial a Colombia, inmediatamente sentimos un cambio en la gente. Nuestros amigos maracuchos ya nos habían comentado de la alegría de los colombianos, y estábamos comenzando a verlo en persona.
Uno de los trámites obligatorios para circular legalmente en Colombia es sacar el seguro obligatorio para el vehículo. En la misma frontera vendían uno, pero lo cotizamos y encontramos muy caro. Así que Roberto preguntó un poco y le dijeron que lo podría comprar más adelante, pero que si un policía le pedía los papeles y no lo tenía podría ser grave (nos dijeron que hasta nos podrían quitar la moto, pero no les creímos mucho). Decidimos arriesgarnos y buscarlo más adelante.
Salimos arrancando de ese calor y buscamos donde almorzar. Encontramos un lugar chiquito donde comimos un plato de carne con patacones, arroz y ensalada (comida simple y típica de la zona). Estaba bien bueno y sirvió para recuperar energías. Desde ahí seguimos camino hasta la ciudad de Santa Marta, donde nos encontraríamos con una amiga del papá de Roberto: Eddy. Ella nos recibió con mucha alegría y conversamos un par de horas en la terraza de su casa, mientras esperábamos a otro amigo para que nos fuera a buscar. Gary llegó junto a sus amigos Efraín y Jerson a encontrarse con nosotros cuando ya se había hecho de noche y nos dijo que tenía muchos planes para nosotros, que si queríamos pasear esa misma noche incluso. Él es una persona muy energética y contagia las ganas de hacer cosas, así que fuimos a su casa a tomarnos un juguito, conocer a su familia y luego salir. Llevamos nuestras cosas a 2 cuadras de ahí, donde su vecina Digna tiene una pensión y nos arrendó una habitación. La moto quedó estacionada en casa de Gary.
Esa noche él y sus amigos nos llevaron a pasear por el centro histórico de Santa Marta y también al sector conocido como el Rodadero (barrio top con playa). Nos encantó la ciudad desde ese momento... y ya nos comenzamos a encantar con Colombia.
Regresamos tarde a la pensión y muertos de cansancio después de un largo día, así que nos preparamos para dormir inmediatamente... cosa que no logramos, en casi toda la noche. Hacía un calor infernal. En estas zonas se acostumbra dormir sólo con sábanas, es decir sin frazadas de ningún tipo.. pero hasta la sábana nos sobraba. La habitación no tenía aire acondicionado y el ventilador ni se sentía. Fue lamentable, ya que la dueña de casa era muy amable... pero la mañana siguiente le tuvimos que avisar que nos cambiaríamos de hospedaje a uno más ventilado. Así que ese día montamos todo en la moto y fuimos a un hostel en la playa Taganga, que está sólo a minutos de Santa Marta.
Taganga es una pequeña playa, o más bien una pequeña caleta de pescadores y es muy bonita. El hostel al que llegamos estaba bien bonito y los que atendían muy simpáticos también. Nos tocó una habitación con una cama matrimonial y dos camas individuales, sólo para nosotros. No tenía aire acondicionado, pero la gran diferencia con la pensión anterior fue que en Taganga corre mucha más brisa y no hace el mismo nivel de calor así que el ventilador de techo fue más que suficiente. Esa noche nos fueron a buscar nuestros nuevos amigos para cenar en un local de la playa. Comimos ceviche y estaba muy bueno. Gary y sus amigos son todos unos personajes, muy extrovertidos y muy locos, tirando tallas a todas las personas que estuvieran cerca. Conocimos un humor muy diferente y lo pasamos genial!
A la mañana siguiente quisimos conocer el principal atractivo de Taganga: Playa Grande. A esta playa se llega sólo por agua, así que bajamos a la caleta y nos subimos a una lancha. La playa es pequeñita, pero el encanto de ir ahí es su agua cristalina y tranquila sin ni una ola. Hay varios puestos de comida y vendedores ambulantes que ofrecen desde lentes de sol y baldes de playa hasta masajes con aceite. Hay bastante sombra y ambiente relajante.
Nuestro amigo Gary nos invitó esa tarde a conocer su parcela "Las Termópilas", que está en las afueras de Santa Marta. Ahí tiene una pequeña producción de frutas y verduras y animales de campo, lo suficiente para que se mantenga sola ya que los animales comen los frutos de ahí mismo y sobra un poquito para la familia. Estando ahí vimos gallinas y pollitos, patos, pavos, cabras y chanchos, y comimos cocos y mangos cosechados al instante. Lo único malo fue el exceso de mosquitos, que nos picaron como querían y sin importarle el repelente. Nos dieron a probar como 6 variedades de mango! No tenía idea que había más de un tipo y, según él nos dijo, existen muchas más que las que probamos... que rico! (y pensar que en Chile es una fruta tan cara y sólo llega uno o dos tipos).
En su meta de hacernos conocer lo más posible de lo característico del lugar, esa noche nos llevó a cenar a un local de comida rápida donde todo era a base de plátano. Roberto comió un plato muy parecido a una pizza (pero que en vez de la masa, tenía base de plátano frito) y yo un plato que tenía base de puré (si, puré!) de plátano y sobre eso carne, salsa de tomate y queso. Qué rica la comida colombiana.
Esa noche fue nuestra despedida... una vez más el viaje nos regaló buenos nuevos amigos de quien nos costó desepedirnos. Es muy agradable sentir que tenemos una pequeña familia en cada lugar que nos quedamos, es la magia del viajero!
La mañana siguiente nos vestimos con la ropa de moto y salimos al calor infernal una vez más, a seguir nuestro camino hacia Cartagena de Indias. Camino hacia allá pasamos paisajes hermosos, como playas escondidas y la Ciénaga, momento en el cual se ve agua a ambos lados de la carretera.
A penas llegamos a la ciudad Cartagena de Indias, supimos que era un lugar especial. La primera imagen es el contraste absoluto de la Ciudad Amurallada con la modernidad de la ciudad actual.
Llegamos directamente a un hostal en la zona céntrica, donde habíamos hecho una reserva por teléfono, y por error ya habían arrendado nuestra habitación. Fue muy desagradable, llevábamos varias horas viajando, hacía muchísimo calor (en Cartagena siempre hace calor) y las calles estaban llenas de gente. Buscar otro lugar para hospedar no fue fácil, ya que ningún lugar del centro tenía donde estacionar la moto (y los que si tenían estaban fuera de nuestro presupuesto). Así que tuvimos que alejarnos de ese sector y comenzar a buscar más lejos. Lo bueno fue que encontramos un hotel decente en un barrio muy bueno, con estacionamiento y aire acondicionado. Esa noche salimos a recorrer los alrededores, donde nos encontramos con gran variedad de restaurantes y por supuesto cenamos en uno de ellos. Había mucha vida nocturna, venta de artesanías en la calle y alegría en el ambiente. Nos gustó mucho la ciudad desde un comienzo.
Lo primero que quisimos conocer al día siguiente fue la ciudad amurallada por dentro (ya que el día anterior sólo habíamos visto el muro por fuera). Es un mundo totalmente diferente... como volver atrás en el tiempo. Todo muy hermoso y muy bien mantenido. Caminamos muchas horas bajo el sol, conociendo este mágico lugar. Comenzaron a aparecer los guías turísticos ofreciendo sus servicios y los vendedores ambulantes de todo tipo de artesanía por doquier, pero nosotros no nos dejamos engatusar.
Uno de los temas que teníamos que comenzar a aclarar respecto al avance de nuestro viaje era el cómo cruzar de Colombia a Panamá. Para los que no saben, esto no se puede hacer por tierra debido a lo que se llama el Tapón de Darién o "Darien Gap" - una barrera natural de bosque impenetrable que separa ambos países y es el único punto en el cual se corta la carretera panamericana que atraviesa todo el continente. Además de no existir paso terrestre, es conocido como un lugar de muchos peligros debido a la gran presencia de comarcas indígenas por el lado panameño y por el lado colombiano aloja a las guerrillas que ahí se esconden.
Debido a esto, hay sólo 2 formas de cruzar esa frontera: por aire o por agua. Nosotros ya habíamos averiguado las condiciones de ambas opciones, pero queríamos conseguir información más directa en Cartagena (ya que desde ahí salen los barcos). Así que aprovechamos de hacer cotizaciones para cruzar a Panamá por barco o velero. Antiguamente existía un ferry que hacía este recorrido, pero por temas políticos y principalmente por los peligros que conllevaba, hace varios años que dejó de funcionar (se dice que pronto abrirá un nuevo servicio de ferries, pero no se sabe bien la fecha de inaguración).
Existen veleros que cruzan personas de un lado a otro, pero tienen prohibido cruzar vehículos (a veces igual lo hacen, pero si los detiene la policía para fiscalizar bajan la moto en la isla más cercana y el dueño se las tiene que arreglar como puede para seguir camino... así que descartamos esa opción por riesgosa). También está la opción de cruzar el vehículo dentro de un container de un barco de carga y las personas tomar el velero... pero el precio es muy elevado. El trayecto del velero demora unos 4 días y dicen que es realmente hermoso, sin embargo tuvimos que descartar eso también y preferimos la tercera opción: el avión. Todos los vuelos de carga que transportan vehículos salen desde la ciudad de Bogotá y llegan a la ciudad de Panamá, por lo que nuestro siguiente paso fue ir a una agencia de turismo a cotizar los pasajes para nosotros. Resulta que eran más baratos a través de internet... así que finalmente los compramos en Avianca.com más tarde desde el hotel.
Siguiendo el día de trámites, nos faltaba uno sólo: sacar el seguro obligatorio para la moto, que nos habían exigido desde la frontera. Aquí finalmente encontramos una empresa que lo vendía por 3 meses en vez del año y a un precio más razonable. Teníamos nuestras dudas si adquirirlo o no, ya que ningún policía hasta ese momento nos lo había pedido, pero decidimos irnos a la segura para no tener problemas... y qué creen? Al día siguiente nos detuvo un policía de tránsito que solamente nos pidió ese seguro, y luego nos dejó ir! Uf, de la que nos salvamos!
Terminando todo ese agetreo, salimos de la ciudad amurallada y conocimos la tan renombrada playa de Cartagena. Tomamos una micro que nos llevó por toda la avenida costera hasta el sector de nuestro hotel y bajamos en una de las tantas playas bonitas del lugar, donde terminamos de admirar el atardecer en el mar.
Cartagena de Indias es una ciudad que tiene de todo lo que puedas buscar, atracciones turísticas, arquitectura antigua y moderna, playas, restaurantes y vida nocturna, oficinas, sectores residenciales de toda clase, etc etc. Lo único que le quitaríamos para convertirla en la ciudad soñada sería su calor! Sin eso, viviría ahí feliz.
Una de las cosas que más nos gustó de las carreteras colombianas fueron los peajes. Ustedes se preguntarán ¿a quién le pueden gustar los peajes?, y la respuesta es a los motociclistas! Ya que en Colombia todos los peajes tienen una pista lateral exclusivo para las motos, por donde se pasa legalmente y sin cobro.
El camino entre Cartagena de Indias y la ciudad de Medellín (nuestro próximo destino sugerido) es muy bonito. Es una carretera entre cerros verdes, que pasa por muchos ríos y pueblos en los cuales se aprecian techos de paja en la mayoría de las casas, muy típico de la zona. Esa noche alojamos en un pequeño pueblo a mitad de camino llamado Planeta Rica ya que el camino, a pesar de no ser tan largo en kilometraje, es muy lento por tanta curva, tanto camión y tanto reductor de velocidad.
La tarde siguiente llegamos a Medellín, directamente al Hostal Medellín. Nuestros amigos maracuchos (Gabriel y Maximiliano) nos dieron el dato, ya que son amigos de Claudia, la dueña del lugar. Ella es muy simpática y da un excelente servicio para que uno se sienta en casa así que, si van a Medellín, ya saben donde quedarse! Inmediatamente nos hicimos un amigo nuevo, Micah, un gringo que se enamoró de Medellín y ahora vive en el hostal hasta que decida qué rumbo tomar (y también es motociclista). Esa noche salimos a cenar a la avenida 70, una de las calles más turísticas de la ciudad ya que ahí se concentra la mayor cantidad y variedad de restaurantes (todo muy rico).
El día siguiente era lunes y feriado, lamentable para nosotros ya que teníamos planeado hacer algunas compras para la moto y estaba todo cerrado. Sin embargo en esta ciudad siempre hay mucho para hacer, y lo turístico si estaba abierto. Tomamos el metro y luego caminamos muchísimo, recorriendo todo lo que alcanzamos a ver del centro de la ciudad en un día: la plaza del famoso escultor Botero, el centro cultural, monumentos urbanos, edificios muy antiguos y otros muy modernos, la plaza mayor y la plaza de los pies descalzos son sólo algunas de las cosas que vimos.
El metro de Medellín es algo muy especial ya que, además de que la gran parte de su trayecto va sobre tierra y puedes ir admirando la ciudad, tiene 2 líneas de "Metro Cable". Esto es algo muy novedoso para nosotros: un teleférico con estaciones que hace combinación con una línea normal del metro trén, para llegar hasta las poblaciones que están en lo alto de los cerros de la ciudad. Muchas personas al día lo utilizan para transportarse a su hogar, y muchos turistas como nosotros lo usamos a modo de paseo.
En la cima del cerro se encuentra una gran biblioteca donada por el gobierno español, que llama la atención por su arquitectura imponente y moderna. Este es un paseo turístico común, y en sus alrededores hay varias plazas repletas de niños jugando y, tal vez por ser un día feriado, familias paseando y vendedores ambulantes por todos lados. Es un ambiente muy modesto y muy alegre a la vez.
Quedamos agotados con tanto pasear, pero amamos la ciudad. Hasta ahora diríamos que es la ciudad que hemos conocido en nuestro viaje en el cual más nos gustaría vivir... además de tener de todo, tiene buen clima y su gente es muy buena también.
El día siguiente si estaban abiertos los negocios, así que pudimos comprar los repuestos que queríamos para la moto. En el centro de Medellín hay un barrio muy amplio que se dedica exclusivamente a repuestos y arreglos de motocicletas, y además es barato. Compramos un neumático trasero de repuesto y un juego de pastillas de freno trasero. Originalmente queríamos mandar a retapizar el asiento de la moto (que a estas alturas del viaje está duro como tabla), pero no podrían hacer el trabajo en un sólo día así que ni lo cotizamos. Teníamos un par de trámites más que hacer y mientras caminábamos en busca de un centro impresiones, se largó a llover con todo. Nos tuvimos que refugiar un ratito y aprovechamos de comer unos ricos donuts casi idénticos al Dunkin Donuts (dicen que los Colombianos son los reyes de la copia, tanto así que ni se nota que algo no es original).
Esa noche volvimos al hostal y cocinamos una rica cena mientra esperamos a un amigo de Claudia, Gabriel y Max. Diego es otro viajero en moto y tenía muchas ganas de conocernos, así que nos fue a visitar y conversamos varias horas, hasta que se hizo de noche y nos despedimos. Otro ejemplo de la facilidad de amistad entre motociclistas! La mañana siguiente nos levantamos temprano, armamos una vez más la moto y nos despedimos de nuestros nuevos amigos Micah y Claudia para seguir rumbo a la capital Bogotá.
La ruta hacia Bogotá continuó hermoso entre cerros y ríos, con los tan típicos animales atravesando el camino. Repentinamente el tránsito de puso lento y nos encontramos con una hilera de al menos 3km de autos y camiones detenidos. No teníamos idea del motivo de esto y hasta ese entonces no habíamos visto nada similar, supusimos que había habido algún accidente. Nos aprovechamos del hecho de ser moto y avanzamos lentamente a un costado de los vehículos hasta el comienzo de la fila y supimos lo que había ocurrido: un derrumbe. Las carreteras entre los cerros en este país no son como en Chile, donde antes de hacerlas reafirman los cerros, sino que simplemente colocan las carreteras y con el tiempo, el suelo se afloja con las lluvias y se generan derrumbes. No es tan poco común, pero no nos había tocado encontrarnos con un camino cerrado hasta ese momento.
No podían dejar pasar autos ni camiones, pero estaban trabajando una ruta alternativa y mientras tanto dejaron pasar las motos por ahí. Así que por varios kilómetros tuvimos el camino sólo para nosotros. Cuando se terminó el desvío y nos volvimos a encontrar con una cola eterna de vehículos detenidos al otro lado del desvío, comenzaron los problemas para nosotros. Algunos vehículos tomaban la mala decisión de adelantar la fila, ocupando toda nuestra pista. Aparecían de la nada autos y buses en nuestra contra (ya que no se veían avanzar debido a las curvas pronunciadas). La irresponsabilidad de esos conductores hicieron que nosotros tuviéramos que andar con extremo cuidado, como si fuésemos nosotros los equivocados... y aún así una moto nos chocó por atrás 2 veces. A nosotros no nos pasó nada, más que el susto, pero la otra moto parece que se dañó. En todo caso no fue nuestra culpa, sino que esa moto no tenía frenos!! No nos paramos de sorprender de lo mal que se conduce en otros países.
Esa noche, después de varias horas de conducción y cansancio, llegamos a la ciudad de Bogotá. Como novedad, nos quedamos en un hotel casi lujoso. Esto gracias a Groupon.cl, ya que aprovechamos un muy buen cupón de descuento que compramos en anticipación. Fue lo más increíble llegar agotados a disfrutar de un lugar con todas las comodidades. Pedimos una pizza con entrega a domicilio y comimos en cama viendo televisión, simplemente lo máximo!
La mañana siguiente despertamos temprano para tomar el desayuno incluído y luego salimos a conocer el centro histórico en la moto. Caminamos bastante por la avenida principal, visitamos el Museo de Oro (que posee una maravillosa colección de elementos de culturas prehispánicas) y también unas ferias artesanales bien lindas. Se nos hizo de noche antes de lo previsto así que pasamos a un supermercado y luego de vuelta a la habitación (tenía además una mini-cocina) donde hicimos algo de cena.
El día siguiente debíamos llevar la moto al aeropuerto para mandarla en avión a Panamá, por lo que esa noche reordenamos todo nuestro equipaje (dejando lo que no podíamos cargar con nosotros en el avión de pasajeros y también las cosas más pesadas dentro de las maletas de la moto) y ordenamos todo el papeleo que nos exigían para el envío. Nos habían dicho que mientras más temprano llegáramos al terminal de carga, mejor. Así que llegamos tipo 8:30am a las oficinas de Girag S.A. (empresa que nos haría el envío). Nos habían advertido que los trámites podían ser lentos, pero pensamos que alcanzaríamos a llegar a almorzar al hotel. La realidad fue otra... tuvimos que esperar horas ahí en el terminal de cargas, ya que había que tramitar un montón de papeles en la Aduana y con la policía internacional. Luego hubo que esperar a que un policía revisara todo el equipaje (si, tuvimos que desempacar y re-empacar todo una vez más) y cuando finalmente estaba todo listo, se estaba haciendo de noche.
Rápidamente arrancamos de ahí y tomamos un bus de vuelta al centro, donde pudimos conocer la plaza mayor con todos sus edificios emblemáticos y comer unos ricos patacones fritos para engañar el hambre.
Desde ahí no sabíamos con exactitud como devolvernos al hotel en transporte público, así que decidimos tomar taxi. Sin exagerar, esperamos más de una hora un taxi. Comenzó a llover y ya estaba de noche, caminamos mucho buscando un lugar mejor para parar un taxi sin éxito. Varios iban vacíos, pero no nos pararon (creímos que es un tema de seguridad, no les gusta tomar pasajeros en cualquier parte). Las micros decían lugares que no conocíamos... y finalmente un taxista se apiadó de nosotros y pudimos regresar sanos y salvos para cenar, empacar y dormir. Perdimos casi todo el día en el trámite lento... así que lamentablemente no alcanzamos a conocer más de la ciudad, pero aún así nos gustó mucho y quisiéramos volver algún día.
La mañana siguiente fuimos al aeropuerto de pasajeros para tomar nuestro vuelo que era a las 2:30pm (ya saben que hay que llegar con 3 horas de anticipación). Todo estaba bien con nuestro equipaje, que pensábamos que se pasaría del peso máximo. La persona que nos atendió nos puso problemas por tener sólo pasaje de ida a Panamá y no pasaje de salida del país. Le explicamos que saldríamos en moto, teníamos todos los papeles del envío con nosotros y no entendíamos el problema. Para hacer el cuento corto, tuvimos que hacer una reserva ficticia para un vuelo de regreso, y así recién recibió nuestros pasajes (a pesar de que ella sabía que era una farsa). Después esa misma señora nos dijo que no nos dejarían pasar nuestros bolsos de mano ya que en su interior estaban nuestros cascos, que ella consideraba "objetos contundentes"... otra ridiculez, ya que no tienen puntas peligrosas ni partes metálicos ni nada. Esta vez no le hicimos caso. Cuando pasamos por aduana, nos preguntaron que traíamos en los bolsos y cuando respondimos que eran cascos de moto, nos dijeron "muy bien, pueden pasar". Jajaja para que vean lo que cambia ser atendido por una persona o por otra!
Llegamos a la sala de embarque a la hora perfecta, pero como era de esperarse hubo retraso y el vuelo salió una hora y media tarde. Ya una vez arriba del avión, a Roberto le vino una jaqueca bien fuerte de esas que le dan a veces... así que tomó un remedio y durmió la primera parte del vuelo. Después de eso, las cosas estuvieron mejor ya que hay muchas cosas para entretenerse (sobretodo para gente como nosotros que volamos muy poco seguido) y vimos un buen episodio de "The Big Bang Theory", jugamos "¿Quién Quiere Ser Millonario?" y otras cosas gracias a las pantallas individuales tras los asientos. La verdad es que paradójicamente se nos hizo demasiado corto el vuelo.
El proceso de desembarque fue expedito, pensamos que nos podían volver a poner problemas por eso de no tener vuelo de salida del país... pero ni nos preguntaron siquiera! Jaja y bueno... llegamos a Panama!!! Adiós a Colombia, un país realmente maravilloso al cual hay que volver. Como dice su lema: Colombia, "el único riesgo es que te quieras quedar" (el riesgo de venir a Colombia es enamorarse de sus paisajes, de su gente, de su gastronomía, de sus ferias y sus fiestas, de sus artesanías y de sus colores)... y así fue!