sábado, 3 de noviembre de 2012

Adiós México (Parece que no querías que nos fuéramos!)


Luego de salir de la ciudad de Los Mochis, nos encaminamos un poco hacia el interior, camino hacia el desierto Sonora de México. Decidimos ir hasta Ciudad Obregón, ya que era uno de los puntos intermedios entre Los Mochis y la frontera con Estados Unidos.


Una vez más, nos fue inevitable pasar por peajes (esta vez fueron dos, que en total nos costaron $93 pesos mexicanos - $3.500 pesos chilenos, lo cual no fue tan terrible como otros días) y para nuestra sorpresa, nos tocó revisión militar una vez más. (Se me había olvidado comentarles que desde que entramos a México, las revisiones se nos hicieron costumbre ya que dependiendo del estado pueden llegar a detener a los vehículos cada 50km o incluso menos. Esto es a modo de evitar contrabando de drogas o de armas y no tan sólo provenientes de otros paises, sino que de otros estados del país.) Nos detuvieron unas 4 veces tan sólo el primer día que viajamos dentro del país, lo que significó desmontar y/o abrir los equipajes frente a ellos cada vez. Nos dijeron que esto nos podría suceder infinitamente mientras siguiéramos viajando en México, y que esto era por "nuestra" seguridad. Bueno, no hay como evitarlo... así que a ser simpáticos con los señores para que nos pidieran menos cosas. Esta última revisión del cual les comentaba nos tomó de sorpresa porque nunca nos habían detenido en una carretera con cuota, y pensábamos que no lo hacían. Nos hablaron bastante, nos hicieron muchísimas preguntas del viaje (por curiosos más que nada) y nos dejaron ir sin revisar los bolsos. Qué bueno! Nosotros claramente no andamos trayendo nada que no se permita en la moto, pero no es agradable andar desmontando, abriendo, y mostrando y explicando todas nuestras pertenencias.


Ese día llegamos a Ciudad Obregón relativamente temprano, y podríamos haber avanzado unos cuantos kilómetros más hasta la siguiente ciudad, pero hacía demasiado calor y nos sentimos abatidos. Dando un par de vueltas por la ciudad, encontramos un hotel que cumplía con nuestros requisitos y tenía aire acondicionado en la pieza, lo cual era imprescindible en ese momento. Nos instalamos en la habitación y ni nos movimos hasta la hora de cenar, cuando cenamos en un restaurante chino que se encontraba cruzando la calle. Lo bueno fue que se fue el calor, lo malo que la comida apestó. En méxico hay una comida que se llama "carnitas" y es como si trozan un cerdo entero en pedacitos pequeños y lo fríen, con huesos y todo. Hay harta gente que le gusta, pero a nosotros nos cargó y resulta que esta "tradición" se mezcló con nuestra comida china. Pedimos cerdo agridulce (el típico plato que viene rebosado con salsa tamarindo), y los pedacitos de carne eran extrañísimos y con huesos cortados. Debimos pensarlo antes y pedir otra cosa, pero uno siempre piensa que las cosas van a ser iguales a como uno las pide en el restaurante cercano a su hogar (error de turistas). Debemos recordar que todo cambia en cada país, incluso lo simple!

No conocimos nada de Ciudad Obregón y a la mañana siguiente emprendimos nuevamente nuestro viaje. Nuestra idea era llegar unos 250km más al norte, a Hermosillo - la que sería nuestra última ciudad de estadía en México. Vimos en el mapa que teníamos dos opciones de ruta: la con cuota y la libre. Entre ambas opciones habían sólo unos 30km y unos $85 pesos mexicanos - $3.000 pesos chilenos de diferencia. Nosotros ya estábamos aburridos de gastar dinero en los peajes, y pensamos que 30km más de andar no era nada. Así que optamos por la ruta libre. Asi partió el camino:


Y a los pocos kilómetros, la ruta atravesó un pueblo y luego sentimos que nos metíamos a unas calles traseras (como para salir de un estacionamiento o industrias o algo así). Y de la nada, así continuó:


Nos encontramos con un camino de tierra. No nos importaba andar un rato en tierra, ya que nuestra moto está totalmente preparada para eso... pero no sabíamos cuántos kilómetros podrían ser así. En el mapa, aparece la carretera completamente asfaltada. Pensamos que esta situación sería por unos pocos kilómetros y seguimos andando no más, además se veía en super buen estado. Pero luego nos encontramos con esto:


Este fue el punto de decidir si seguir por aquí o dar la vuelta. El día antes había llovido y pensamos que esto era el resultado de aquello, el resto del camino se veía bien así que nos lanzamos no más y seguimos andando.





















Lo logramos cruzar super bien, Roberto andando y yo a pie (con menos peso se hace más sencillo maniobrar en casos así... y si se cae, se moja uno no más jaja). Un poco después pasamos por una represa, por lo que pensamos que este camino mejoraría una vez estando al otro lado. ERROR.


Debimos haber dado la vuelta, todo lo que siguió ese día fue sufrimiento... el camino jamás se convirtió en asfalto, hacía un calor más que infernal (como corresponde al medio de un desierto), y la poza que mostré en la secuencia de fotos no fue la única sino la primera de innumerables pozas. Además, no sólo habían pozas sino incontables veces que la tierra era barro y le tememos al barro porque es muy fácil caerse y muy difícil levantar la moto cargada después. Sumándole a todo esto, cada ciertos kilómetros habían unas barreras para los animales que se convertían en trampas mortales para las motos!


Cada vez que alguno de estos obstáculos aparecía yo me debía bajar de la moto, cruzar los dedos para que Roberto lograra atravesarlos sin caerse, caminar hasta él, y volverme a subir. Suena poca cosa pero en ese calor y vestidos con esos trajes de moto, no lo fue. Para rematar todo, no teníamos agua con nosotros y nos comenzamos a deshidratar. Algunas veces tuvimos que detenernos en lo más similar a una sombra que encontráramos y recuperar la respiración para no desmayarnos (de ser así, quizás nos comen los cuervos jaja). 


Después de un tiempo, ya no me bajaba de la moto cada vez que veíamos barro porque, sino, pasaría más tiempo caminando que sobre la moto. Cada vez que veíamos barro o agua, Roberto analizaba si creía que pasaríamos bien o no y en base a eso me quedaba o me bajaba. Finalmente, uno de los tramos de barro nos la ganó y nos caímos de lado. La moto quedó sobre nosotros y nosotros quedamos enterrados en el barro. Para variar, mi pie izquierdo quedó atrapado debajo de la moto y Roberto sacó fuerzas extras para quitármela de encima. Nos costó muchísimo levantar la moto del barro en esas condiciones, pero lo logramos porque se me ocurrió desmontar el bolso grande y dejarlo a un lado del camino. Una vez que la moto estaba bien y nosotros también, nos sentamos a orillas del camino desesperados. Me dolía bastante el tobillo, pero estaba segura de que no estaba quebrado y no sería nada grave porque aún podía caminar. Eso si, se rompió una de las hebillas de mi bota.

Mientras estábamos ahí sentados, apareció una camioneta que venía en sentido contrario a nosotros lleno de pescadores quienes iban a trabajar a la represa. Nos vieron detenidos con malas caras y nos preguntaron si necesitábamos algo. Sólo les preguntamos si íbamos bien encaminados (porque a todo esto, habían varias bifurcaciones y ninguna señalética). Nos dijeron que si, y que había un pueblo a unos 20km. más adelante. Les agradecimos y con esa nueva información hicimos fuerzas para seguir delante hasta ese pequeño pueblo al medio de la nada.


A penas llegamos al pequeño pueblo al medio del desierto, buscamos algún lugar para detenernos a tomar agua. Había un solo local, lo que no nos sorprendió. El pueblo entero consistía en una decena de casas. La pareja que era dueña del local era de lo más buena onda que hay, conversamos harto rato con ellos mientras nos hidratábamos tomando tanto líquido posible. Todo bebestible estaba muy caro y nosotros pensamos que era por estar tan lejos de toda ciudad grande, pero resulta que era también porque ahí no había electricidad entonces mantenían refrigeradas las cosas con hielo comprado y traído desde otra ciudad! El tremendo trabajo tan sólo para mantener las bebidas heladas. Además tenían un pequeño generador para el resto de sus necesidades básicas. Me revisé el tobillo y se veía bien, debía ser sólo un moretón pero pucha que dolía! La señora me preguntó si quería algo para el dolor, así que le acepté una pastilla y no me dejó pagársela (siendo que sólo tenía un par de remedios y eran para su uso personal). Todo lo que tenían debía ser traído desde la ciudad. 


Esta pareja estaba sorprendida por ver a un par de turistas como nosotros por ahí, no era algo común y por esto quizás nos trataron tan bien. Al despedirnos de ellos les preguntamos si el camino que quedaba hasta Hermosillo era igual de malo, o mejoraba, y nos respondieron que era igual o peor hasta Tecoripa (a unos 40km más adelante), que desde ahí era asfaltado. 40km! Eso quizás no sea mucho, pero en este camino para nosotros significaba la eternidad. Era prácticamente la misma distancia que ya habíamos recorrido ese día hasta ese momento, pero no quedaba otra opción... era seguir o devolverse y las dos opciones eran igual de terrible. Así que seguimos hacia el norte por el mismo camino, que siguió empeorando.





















Aguantamos, aunque sinceramente no sé cómo. Logramos llegar hasta Suaqui Grande,  donde por fin comenzó el asfalto y nos detuvimos a comprar agua. Nos tomamos una botella de 1.5 litros en menos de 5 minutos! Tanto así era la deshidratación que sentíamos. Hasta este momento comentábamos la famosa Ruta 40 (de la Patagonia Argentina) como la más complicada del viaje... pero ahora ésta le hizo la pelea en grande. Y todo esto por culpa del mapa mal hecho que indicaba la carretera como asfaltada!

Llevábamos unas 6 horas peleando con el camino y sólo avanzamos 150km. Podríamos haber seguido hasta la ciudad de Hermosillo, pero no nos quedaban fuerzas. Decidimos avanzar unos pocos kilómetros más, hasta Tecoripa (ya que no nos sentimos muy a gusto en Suaqui Grande). Al llegar, vimos que Tecoripa era un pueblo muy chico, pero al menos tenía un hotel decente y muy barato y decidimos quedarnos ahí. Al desmontar todo de la moto y colgar nuestra ropa embarrada, nos desmoronamos sobre la cama. Un poco más tarde logramos juntar un poco de fuerza para ir en busca de comida y lo único que había era un puesto de tacos y un minimarket muy caro. Comimos los tacos a modo de almuerzo (tipo 6pm) y compramos cosas en el minimarket para comer más tarde sin tener que volver a salir. Desde ahí nos sentimos en el paraíso simplemente por no estar sobre la moto, y tener aire acondicionado. Una cosa curiosa de ese lugar fue la cantidad tremenda de insectos que entraban a la habitación, no les exagero, amanecimos cubiertos en zancudos, polillas, hormigas, termitas, baratas, y no sé qué más... fue muy desagradable y sobretodo curioso, mientras más matábamos más habían. Se notó lo agotada que estaba, porque me tapé la cabeza con la sabana y logré dormir igual.


Felices de emprender el viaje por asfalto al día siguiente, nos encontramos con un camino "bombardeado" (lleno de hoyos) en su comienzo. Pero nada nos podía sorprender ni molestar a esa altura, mientras no apareciera un trayecto de tierra. Después de eso el camino mejoró, vimos a lo lejos un par de yacimientos mineros muy grandes y hermosos. 




140km. después, llegamos a la ciudad de Hermosillo y nos detuvimos en una estación de gasolina, para hidratarnos y planear la ruta. Desde aquí teníamos dos opciones para cruzar a Estados Unidos: la frontera de Nogales y la de Agua Prieta. La ciudad de Nogales estaba más cerca de Hermosillo y también era la ruta más directa hasta Tucson -Arizona, donde queríamos llegar ese día. Suena como la opción obvia a tomar, pero es la frontera más transitada de la zona y por ende la con mayor congestión vehicular y la más complicada en cuanto a papeleo. Habíamos escuchado de filas eternas de vehículos esperando cruzar la frontera, y en nuestro caso eso significaría esperar demasiado bajo el sol y volvernos a sentir mal. Debido a esto es que optamos por la opción menos común y más expedita.


Desde Hermosillo seguimos camino a Agua Prieta (a una distancia considerable de 380km. más) y el camino siguió igual de desértico y tranquilo que el trayecto anterior. Nos demoramos bastante, pero llegamos aún con luz de día a Agua Prieta. La ciudad es bastante grande y tuvimos que pedir indicaciones para encontrar la frontera. Nos dijeron "cuando lleguen al muro, doblen a la izquierda"... y nos encontramos literalmente con un muro que separa ambos países!



Qué extraña realidad que no nos esperábamos... nos sentimos como frente al muro de Berlín, pero a una escala mucho menor y más amigable. Sea como sea, logramos cruzar el tremendo país de México en tan sólo 25 días (los últimos días un tanto agetreados, pero todo lo anterior muy bello) y ahora llegamos a la frontera con un país muy diferente... a comenzar una nueva aventura!

2 comentarios:

  1. duro en verdad mas ya es historia.abrazos

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  2. De seguro fue un tramo dificil, pero lo lograron. Los felicito por el aguante.
    Ya pus no sean flojitos y ponganse mas al dia con las historias. Un beso para los 2.
    Teruca

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