domingo, 3 de junio de 2012

la Amazonia en Barco


Al comenzar este relato me disculpo con ustedes, lectores constantes de nuestro blog, por lo desactualizado que está la página. Tenemos todas las ganas de que siempre se mantenga al día... pero los acontecimientos suceden todos los días y a cada hora, mientras que el acceso que tenemos a internet y nuestras energías para dedicarle el tiempo merecido es muy limitado. Les cuento que ahora estamos en Venezuela... y llegamos a este país hace una semana y media. 
A pesar de que los escritos no siempre vayan a la par con los sucesos, en la pestaña superior de la página donde dice "¿Dónde estamos?" siempre podrán ver con exactitud nuestra ubicación actual! 
Ahora, a lo que seguía:

El 5 de Mayo finalmente nos tocó comenzar nuestro esperado viaje en barco por los ríos Madeira y Amazonas (Brasil aún). Era sábado y nos habían advertido que debíamos llegar muy temprano con la moto para embarcarla mientras aún quedara espacio de carga. Nos recomendaron llegar a las 8 de la mañana, pero como la noche anterior nos acostamos tarde, nos fue dificil y salimos de la casa de Papaleguas hacia el puerto tipo 9:30. El barco zarparía a las 12 del día, así que nuestros amigos nos dijeron que no había necesidad de apurarnos tanto. 



Cuando llegamos al pequeño puerto vimos por primera vez el Almirante Moreira VIII, el cual sería nuestro hogar por unos días. Era bastante similar al barco que habíamos visto el día que compramos los pasajes. El barco es de carga y pasajeros a la vez. Su primer nivel almacena la carga (y llevaba de todo lo que se puedan imaginar, desde bananas y cebollas hasta una mudanza completa de casa, 2 autos y 5 motos), mientras que el segundo nivel es exclusivo de pasajeros. Ahí se encuentran algunos "cuartos de camarotes" exclusivos que no son la gran cosa pero que valen mucho más caro, baños, un comedor chiquitito, y un gran espacio común donde cada uno cuelga su propia hamaca para dormir (dejando sus pertenencias debajo en el suelo. Hay un tercer nivel, que es la cubierta y tiene un techito para sentarse bajo algo de sombra y un kiosko donde venden cosas para comer a deshoras y chancherías. 




Claramente, el descuento que conseguimos fue sobre el valor del pasaje más barato, es decir, viajaríamos en hamacas. Al llegar nos hicieron sacarle todo el equipaje a la moto, cajas inclusive. Dijeron que embarcar la moto era muy difícil y peligroso ya que se podría caer al agua... por lo que era exigencia aceptar que personas del barco hicieran ese trabajo (lo cual cobraban a parte del pasaje). El primer paso fue cruzar la moto por una tabla de madera para llevarla hasta una casita flotante que recibía toda la carga que iría en el barco y de ahí había que embarcarla. Resulta que fue inútil llegar tan temprano ya que, contrario a lo que nos dijeron, le dieron cero prioridad a la moto y la dejaron ahí hasta pocos minutos antes de zarpar e incluso la taparon con las pertenencias de otras personas. Ya con esto notamos que esta travesía no sería de las más cómodas ni tranquilas de nuestro viaje. 



Tan pronto pudimos, subimos al nivel de pasajeros e instalamos nuestras hamacas (con algo de ayuda) y ubicamos nuestras pertenencias debajo de ellas, las cual amarramos entre sí para evitar "pérdidas" inoportunas. Papaleguas y su mamá nos acompañaron hasta ese momento. Con un abrazo bien grande y promesas de volvernos a ver, nos despedimos para que él pudiera ir a trabajar. Hacía un calor de los mil demonios así que nos subimos a las hamacas para tranquilizarnos un poco. Pasó y pasó el tiempo y no se veían señales de que fuésemos a zarpar pronto. Nos habían dicho que saldríamos al mediodía, pero escuchamos de otros pasajeros que saldríamos cerca de las 6 de la tarde! Que fastidio. Así que no quedaba otra y nos armamos de paciencia. Debido al retraso, no nos sirvieron almuerzo (el cual supuestamente estaba incluido en el precio) así que compramos unos panes con jamón y queso y una bebida grande para pasar el rato. Justo en ese momento, apareció nuestro querido amigo Jack quien nos había prometido que iría a despedirnos. Fue una excelente sorpresa ya que nos subió el ánimo y conversamos un poco antes de despedirnos para que él también pudiera ir a trabajar. Realmente nos encariñamos con nuestro nuevo amigo, y estamos seguros que nuestros caminos volverán a juntarse!





Después de eso, sólo esperar y esperar: a que montaran la moto al barco y a zarpar. Cada vez habían más cosas sobre la moto... colchones, peluches, cajas y demás. La inseguridad hizo que Roberto saliera del barco y esperara horas sentado cuidando la moto bajo el calor. Ahí conoció a Nicolás, un Uruguayo que llevaba varios años lejos de su casa y viajaba gracias a trabajar como malabarista en las esquinas de la ciudad donde decidiera permanecer un período. Conversaron harto mientras todos esperábamos zarpar, lo que sucedió finalmente alrededor de las 7pm (minutos antes embarcaron la moto junto a cuatro motos más, de las cuales ninguna le pagó a alguien para hacerlo -así que nos habían visto la cara de turistas). Poco después nos llamaron a cenar (sopa) y de ahí quedamos libres. Apagaron las luces temprano... y antes de las 10 ya estábamos durmiendo. 




Es raro dormir en hamaca si nunca lo haz hecho antes y si no sabes las claves para hacerlo... porque tiene sus trucos. La clave: acostarse en diagonal, así tu cuerpo queda estirado en vez de pies hacia arriba. Lo descubrimos al poco rato. Lo otro incómodo es que había sobrepoblación de hamacas... todos demasiado juntos y en un comienzo me tocó dormir con los pies de mi vecino casi encima. Después aprendí a acomodar esa situación, es cosa de costumbre. Calor a esa hora ya no hacía, y frío tampoco... así que dormir sin paredes no fue extraño como lo habíamos imaginado. 





Muy temprano llegó la luz natural y abrimos los ojos para encontrarnos con el paisaje de un hermoso amanecer amazónico. Fue un despertar mágico. La sensación fue muy corta eso si, ya que al instante sonó una campana que deducimos significaba que había comenzado el desayuno. Nos levantamos y nos colocamos los zapatos y cuando llegamos a la puerta del comedor nos dijeron que habíamos llegado muy tarde y que el servicio de desayuno ya se había cerrado! Qué absurdo! Duró 15 minutos o menos abierto y no nos habían informado previamente que ese era el sistema. Pésimo, me peleé con la cocinera y salimos indignados. Qué rabia despertar así. Bueno, nos volvimos a dormir... ya que eran a penas las 6:30am! Volvimos a abrir los ojos tipo 9:00, cuando ya era inevitable por tanta luz y tanta actividad de las personas. 

Ese día comenzamos a conversar más con Nicolás, el amigo que se había hecho Roberto el día anterior. Él, con el afán de encontrar a más pasajeros a bordo que hablaran español, había conocido a un Argentino llamado Christian quien se fue de su casa dejando todo atrás hace tan solo una semana... y repentinamente también nos hicimos amigos suyos. A bordo del barco no había mucho que hacer, casi todos permanecían el día entero tendidos en sus hamacas, o se sentaban en algún lugar para mirar los paisajes pasar. Nosotros nos instalamos en la terraza superior y ahí pasamos largas horas conversando de la vida. Ambos tenían historias muy entretenidas, y al parecer nuestras aventuras también les causaron gracia a ellos.  





Las instalaciones del barco no tenían nada de maravilloso, pero los paisajes que vimos pasar son incomparables. Kilómetros de selva vírgen, animales libres, pequeñas agrupaciones de viviendas totalmente inundadas (este año ha habido una gran crecida de río, una de las mayores de los últimos tiempos). Cada cierto tiempo pasábamos por una aldea o un pueblo y algunos pasajeros descendían del barco mientras que otros llegaban, pero el barco nunca se detenía. Si había movimiento de pasajeros se hacía a través de una lancha que los transportaba entre el barco y el puerto. Si lo que había que descargar era carga... se hacía de igual forma. Nos pareció bien interesante.








Las comidas eran simples, el comedor muy pequeño y la gente debía entrar a comer por turnos. La gente que atendía en el barco era pesadísima... como que odiaban trabajar, y eso hacía menos grato el paseo. Pero aún así disfrutamos mucho la buena conversa con nuestros amigos y las vistas que nunca paraban de modificarse. Y así pasaron las horas, los días y las noches... conversamos con algunas personas más pero no nos hicimos más amigos. Los 4 éramos casi los únicos del barco que no éramos brasileños y la mayoría había hecho este viaje infinitas veces para llegar a su casa. 







Dormimos tres noches en esas hamacas y el cuarto día de viaje alrededor del mediodía llegamos por fin a la ciudad de Manaos. Es la ciudad más industrial de Brasil y esto se notó al llegar, ya que se veía inmensa desde el agua. Tardamos como media hora en atracar al puerto y tan pronto llegamos los pasajeros pudieron descender. Algunos, más desafortunados, tuvimos que esperar para descargar nuestros vehículos. Ese fue el momento del adiós... nos dimos un gran abrazo con nuestros amigos, quienes se fueron en busca de hotel. Que bueno fue que nuestros caminos se hayan cruzado, ya que ellos hicieron de un viaje complicado algo mucho más grato!



Al zarpar, nos habían dicho que las motos serían lo primero en bajar pero al llegar sucedió lo contrario. Varios camiones se estacionaron paralelos al barco para acomodar su carga ahí. Veíamos bananas volar y cajas de tomates salir por montones y los cargadores agacharse y levantarse vez tras otra hasta que el cargamento estuviese completo. Luego de un camión llegaba otro... y con los camiones tapando la pasada no se podía bajar la moto. 




El encargado del barco nos miraba sin decir nada y si nosotros no preguntamos, hasta hoy mismo seguiría la moto a bordo debido a la incompetencia de esa gente. Después de mucho conversar y prácticamente rogar, nos dieron la chance de bajar la moto... pero hubo que pagarle a la persona que ayudó a hacerlo. La moto salió del barco de una forma bien artesanal, sobre una tablita para el desnivel y varias manos afirmándola y por suerte que no pasó nada. Después de esa hazaña, hubo que bajar nuestro equipaje y, para hacerlo un poco menos difícil, le tiré las cosas a Roberto una a una desde el piso de pasajeros. Fue todo un desafío ya que en condiciones normales yo no me puedo el peso de las cajas metálicas sola. Sin embargo, lo logramos con un poquito de ayuda de la única persona que nos la ofreció sin cobrarnos. Una vez realizado eso, bajé del barco... lo cual también fue difícil porque no había un lugar establecido para hacerlo y había que saltar por medio de cajas y personas moviendo carga. Realmente un despelote, como se diría en buen chileno. Cargamos la moto, nos hicimos un espacio entre dos camiones y logramos alejarnos del barco... que a estas alturas ya odiábamos. Cuando pensamos que habíamos logrado salir de todo eso, nos encontramos con una barrera y una persona que nos indicó que debíamos pagar una tasa de desembarque. No teníamos idea de esto... y otra vez nos vimos obligados a pagar algo extra que no teníamos presupuestado. 



Finalmente, logramos salir de ahí... y salimos arrancando, con muchísimo calor, fatiga y poca paciencia. Eran las 3:30 de la tarde, habíamos llegado más de tres horas antes y fuimos los últimos pasajeros en salir de ahí. Nuestro amigo Indio Velho (de Ubatuba -Sao Paulo, Brasil) nos había dado el contacto de su hijo quien vive en Manaos para que nos quedáramos con él en su casa. Durante la espera tratamos de llamarlo varias veces pero no pudimos ubicarlo al celular. Papaleguas (amigo de Porto Velho) nos había dado también el contacto de uno de sus amigos y nos dijo que cualquier cosa, lo llamáramos. Pero tampoco lo pudimos contactar desde nuestros celulares. Al salir del puerto de carga salimos rumbo a la dirección de la casa del hijo de Indio Velho, que se ubica al otro lado de la ciudad. Buscamos teléfono público por todo el camino para llamarlo antes de ir, pero en ningún local vendían la tarjeta telefónica que se requiere. Así que nos acercamos lo más posible a su dirección, sin llegar a su casa y finalmente logramos contactarlo gracias a un dueño de local que le prestó el teléfono a Roberto. Para nuestra sorpresa, el hijo de nuestro amigo nos rechazó. Dijo que tenía mucho trabajo, que no tenía tiempo y que no nos podía recibir. Tiempo perdido. 

Nos vino toda la desesperación después de tantas horas de cansancio acumulado y malos ratos pasados, además que ya se hacía de noche. Estábamos estacionados en una estación de servicio que no tenía teléfono y lo único que se nos ocurrió fue ofrecer pagarle a alguien por usar su celular. Un hombre accedió, a cambio de unas cervezas. Llamamos a Clark, el amigo de Papaleguas. Respondió inmediatamente y dijo que nos iría a buscar ahí mismo donde estábamos. Cuando llegó, nos dijo que nos había estado esperando todo el día y que ya estaba preocupado, que su familia también nos estaba esperando y que nos tenía un cuarto preparado para recibirnos el tiempo que quisiéramos. Nos sorprendimos mucho y fue maravilloso. Nosotros le habíamos dicho a Papaleguas que ya teníamos donde quedarnos en Manaos y pensamos que nos había dado el dato de su amigo con el propósito de juntarnos y conversar... pero no teníamos idea que nos estaban esperando de esta forma. Fue muy lamentable no habernos podido contactar con él desde un comienzo!!! Pero que agradable giro de circunstancias. 

Nos montamos en las motos y volvimos a atravesar la ciudad hasta su hogar, donde su esposa Helena nos estaba esperando con la cena lista, la cama hecha y el aire acondicionado encendido. Nos sentimos en casa de inmediato!

4 comentarios:

  1. cuando nos lanzamos al mundo,todo es dable de esperar.hace unos 3 años navegue en uno de esos barcos por el amazonas y todo es como lo cuentan. son otras mentalidades,otros tiempos,otras formas de enfrentar la vida.que sea un buen recuerdo igual.besos

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  2. Enorme río! Me sorprende que no te haya molestado los mosquitos.

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  3. eso es algo que me encantaría hacer también

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