miércoles, 28 de noviembre de 2012

Welcome to U.S.A.!


Disculpándome una vez más por lo tardío de estos escritos... les cuento que ya nos queda tan sólo un poco más de un mes antes de regresar a nuestro país. Llevamos alrededor de 4 meses en Estados Unidos, y ahora intentaremos actualizar este blog al máximo antes de que el viaje concluya! 

Para comenzar a retomar esto les cuento que después de mucho ansiarlo, el día 27 de Julio, finalmente llegamos a la frontera con Estados Unidos. Para quienes no lo saben, yo nací y viví hasta mis 10 años de edad en este país y las cosas de la vida no me habían permitido regresar... hasta ahora.

Hasta ese momento, el día había sido muy largo y bastante cansador, y la verdad es que no habíamos tomado el camino más directo ni el más obvio. La frontera de Nogales, que si nos quedaba bastante más cerca, es conocida por ser la más transitada del sector y por ende la más congestionada. Esto quería decir que sería probable tener que permanecer en fila por hasta 2 horas (los trámites se hacen desde el vehículo así que la mayoría de las personas esperan dentro de sus autos y con aire acondicionado, pero nosotros sobre la moto y vestidos con nuestros trajes simplemente nos habríamos calcinado del calor), además al ser tan transitado pensamos que podrían dificultar más la entrada de Roberto al país. Él obtuvo la visa de turista y ambos tenemos todos nuestros papeles en órden, pero aún así preferimos evitar complicaciones. Debido a esto, optamos por tomar una ruta un poco más larga que nos llevaba a la frontera de Agua Prieta (una frontera mucho más pequeña y tranquila). 

Al encontrarnos con el muro limítrofe (que mencioné al final del capítulo anterior) nos impresionamos bastante porque se sintió frío y antipersonal pero, de algún modo, lo comprendimos porque siempre han habido problemas de inmigración a EEUU y sobretodo desde México... pero aún así fue extraño.


Como en todas las fronteras, primero debíamos hacer los trámites de salida de México y luego los de ingreso a Estados Unidos. Pero llegamos a la fila vehicular y sin darnos cuenta ni entender nada, estábamos ingresando a EEUU! Debimos explicarle al oficial que nos atendió que no habíamos "salido" de México y nos autorizó a dar vuelta en U y regresar para hacer los trámites. En teoría uno podría salir no más de un país sin tramitarlo ya que no es tan importante en realidad... pero como nosotros habíamos ingresado un vehículo y habíamos pagado una "garantía de salida" de unos considerables $200USD por la moto, debíamos hacer los trámites correctamente. Así que volvimos a la oficina de migración mexicana y felizmente nos dieron los comprobantes de salida, los cuales garantizaban que en máximo 48 horas el dinero sería devuelto a la tarjeta de crédito (lo cual si se cumplió).


Finalmente después de eso pudimos ingresar definitivamente a Estados Unidos. Ahora si pude disfrutar del momento... ver las banderas flameantes y el hermoso atardecer que estaba recién asomándose. Hacer el ingreso como tal al país fue sorprendentemente simple, claramente yo sólo debí mostrar mi pasaporte (tengo doble nacionalidad) y Roberto su pasaporte con la visa estadounidense anexada. Le estamparon el pasaporte y nos dijeron que éramos libres de avanzar. Nos pareció demasiado simple y a Roberto se le ocurrió preguntar si no necesitábamos hacer más trámite, a lo que le respondieron que debía preguntar adentro de la oficina porque tal vez si debía! Resultó que en la oficina lo interrogaron y tuvo que pagar sólo unos $6USD para un permiso de turista (debido a que andaríamos recorriendo el país por harto rato). Después preguntamos dónde debíamos hacer el registro del ingreso de la moto... y no había que hacer nada! Ni siquiera nos revisaron el equipaje!! Fue extrañísimo, muy simple, y nos alegramos mucho por finalmente estar en este país tan esperado y tan diferente a todos los anteriores en los que habíamos estado.


Se nos había hecho tarde y cuando comenzamos a interiorizarnos al país ya estaba atardeciendo. Los colores eran maravillosos mientras cruzamos la carretera en pleno desierto del estado de Arizona. Al poco andar, ingresamos por primera vez a una carretera interestatal gringa. Se sintió un cambio gigante comparándola con la sufrida experiencia del día anterior (cuando por error habíamos andado en un pésimo camino de tierra por el desierto de Sonora en México). Muy pronto se nos hizo de noche. Generalmente evitamos andar a oscuras, pero ese día definitivamente queríamos llegar a la ciudad de Tucson -donde nos estaba esperando un amigo para recibirnos. Pasamos por varios pueblos pequeños en el camino, lugares que se sentían muy típicos del "viejo oeste" en los que sólo faltaba encontrarnos con unos cowboys o plantas rodantes cruzando el camino. Buscamos un teléfono público para avisarle a nuestro amigo que íbamos a llegar bastante más tarde de lo pensado, pero en cada pueblo había ocurrido algo y no había. Finalmente logramos comunicarnos con él alrededor de las 9pm y nos faltaba más de una hora de camino. La ciudad de Tucson es bastante grande, pero a la vez muy ordenada y nos fue bastante simple encontrar la dirección en la cual nos quedaríamos. Después de un muy largo día y de mucho andar, llegamos fuera de la casa de nuestro amigo a las 10:30pm y todas las luces estaban apagadas. Con miedo de habernos equivocado de casa, tocamos el timbre... y en instantes Pablo (chileno e hijo de una de las mejores amigas de mi mamá) nos abrió la puerta con mucha alegría. Nos explicó que él y su novia debían despertar muy temprano al día siguiente, por lo que se habían ido a dormir, pero que nosotros nos acomodáramos y nos sintiéramos en casa. Qué pena llegar tan tarde! Pero así son las cosas de viaje. Nos pasaron una habitación muy cómoda y dormimos extremadamente bien. 

A la mañana siguiente dejamos la moto descansando porque la cadena estaba muy suelta y la debíamos cambiar por una nueva que Roberto había comprado en línea y debía llegar luego a la casa de nuestros amigos. Tomamos prestada la camioneta de Pablo y fuimos a un diner a comer nuestro primer gran desayuno gringo! (consistiendo en huevos, papas, pan y tocino... lo típico).


Hacía muchísimo calor, como suele hacer en Arizona. Llegamos en pleno verano a una de las zonas más calurosas de Estados Unidos y aquí comenzamos a notar la gran dependencia de toda la gente hacia el aire acondicionado y a los autos para absolutamente cada trámite. En esta ciudad prácticamente no hay veredas, ya que en general nadie camina y la ciudad está muy esparcida, todo tiene mucho espacio y está muy alejado entre sí. Volvimos a la casa y nos quedamos ahí todo el día, poniéndonos al día con internet y recuperando nuestros cuerpos cansados. En la tarde Pablo y su novia Danielle nos llevaron de paseo. Fuimos a Mount Lemmon, un hermoso lugar muy cerca de la ciudad, he hicimos un pequeño picnic.





Al día siguiente fuimos todos juntos a tomar "brunch", que es muy típico y significa una comida que une el desayuno con el almuerzo (breakfast+lunch). Y luego salimos a recorrer un poco el centro de la ciudad. 



Había llegado ya la cadena de la moto por encomienda a la casa de Pablo, junto a otras piezas que debíamos cambiar pronto (el piñón y la catalina) y además un nuevo espejo! Para finalmente reponer el que nos había sido robado en Venezuela. Roberto comenzó a trabajar en la moto, para hacer un cambio completo de la transmisión final (cadena, catalina, y piñón) ya que todas esas piezas ya estaban bastante desgastadas. Ahí notó que la tuerca del piñón estaba demasiado apretada y además de una medida para la cual no teníamos la herramienta correcta con nosotros. Decidimos ir al día siguiente a comprar un dado de ese tamaño. Era domingo, así que no todo estaría abierto pero nos habían dicho que la tienda Sears podría tener y definitivamente estaría abierto. Supuestamente estaba muy cerca de la casa y llegaríamos caminando en unos 10 minutos. No fue así, ya que el calor se nos hizo imposible y la situación que describí anteriormente de las pocas veredas y la ciudad poco amigable con el peatón nos demoró más aún. Llegamos practicamente deshidratados al mall donde se encuentra el Sears. Al ingresar nos sentimos increíble porque obviamente había aire acondicionado y no quisimos salir más de ahí! Nuestra ida al mall fue muy provechosa ya que ahí,además de encontrar la herramienta que necesitábamos, pudimos adquirir 2 chips de AT&T para nuestros celulares y así tener números propios para hacer llamadas en este país (ya que pretendimos permanecer por varios meses). 


Al parecer en Tucson es algo común que todas las tardes de verano se largue a llover. Así fue prácticamente todos los días que nosotros permanecimos ahí. Protegido del agua bajo la cubierta del estacionamiento, Roberto trabajó muchísimo para soltar la endemoniada tuerca pero no se pudo ya que hacía falta algo firme para hacer palanca y así tener mayor fuerza. De todos modos, procedió a hacer el cambio de cadena y catalina para que pudiéramos hacer uso de la moto.


Al día siguiente aprovechamos que por fin podíamos sacar la moto y nos fuimos por el día al pueblo de Tombstone -un típico pueblo turístico del viejo oeste- que queda a un poco más de 100km de Tucson. El camino fue el mismo que habíamos tomado al ingresar a Estados Unidos unos días antes, pero al recorrerlo de noche no lo habíamos podido disfrutar. Es un camino desértico, con lindos paisajes y pequeños pueblos cada cierto tiempo que llaman la atención por su carácter de vaqueros. Al llegar a Tombstone se nota muchísimo que el pueblo se sustenta al 100% por su turismo. Alguna vez en el pasado fue realmente una ciudad del oeste, con sus cantinas y peleas... pero lo que queda son restauraciones de las edificaciones antiguas, con todo tipo de local turístico y atracciones. Fuimos a un mini teatro donde hacen muestras de "balaceras" típicas entre un vaquero malo y el Sheriff. Es bastante entretenido, y fue un paseo muy divertido y especial para ser uno de los primeros que hiciéramos dentro de este país.





Esa tarde fuimos al Pima Air & Space Museum, que está dentro de la ciudad de Tucson y es uno de los más grandes del mundo. Debido a que llegamos sólo una hora antes de que cerrara, nos dejaron entrar a mitad de precio. El museo consta de más de 300 aeronaves en unos 320.000 m2, así que imagínense lo gigante que es! La gran mayoría de la muestra es al aire libre y también hay mucho que se puede ver dentro de diferentes galpones, pero está todo súper lejos entre sí así que diría no alcanzamos a ver ni la mitad de las muestras. Recomendamos totalmente ir a visitar este museo si es que andan por la zona, ya que no se aburrirán!







Éste fue nuestro último día en Tucson. Al día siguiente nos despertamos temprano y continuamos nuestro viaje. Nos despedimos rápidamente de Pablo y Danielle, ya que ambos debían trabajar. Estamos muy agradecidos de ellos por abrirnos las puertas de su casa y permitirnos sentir en casa por unos días, con perro y todo! 


La mañana siguiente retomamos nuestro viaje, con destino al famoso Gran Cañón! Nos despedimos de la ciudad de Tucson y nos interiorizamos al desierto de Arizona. 



Algunas horas después, llegamos a la ciudad de Phoenix (la capital del estado de Arizona) y una de las más grandes del país. Fue tanto el calor que hacía y tanto viento caliente, que sobre la moto literalmente sentimos que un gigante secador de cabello nos soplaba directamente a la cara. Creo que ha sido uno de los lugares en los que hemos sentido más calor. Tuvimos que detenernos varias veces para beber algo. Al almorzar, nos detuvimos en un Denny's -cadena de comida, tipo diner que hay en todo el país. Fue la primera vez que comimos ahí, y le agarramos un cariño especial desde ese momento ya que tenía comida muy rica y a precios muy convenientes (opciones desde tan sólo $2USD).




Seguimos atravesando el desierto, hasta encontrarnos repentinamente con unas bellas formaciones rocosas de tonos rojos en las cercanías a la ciudad de Sedona. Casi al mismo instante, nos encontramos de frente con unas tremendas nubes grises cargadas de lluvia haciendo aún más dramático el paisaje... realmente hermoso.



Pensamos que habíamos logrado hacer el quite a la lluvia, pero a los pocos kilómetros entramos directamente a la tormenta y no pudimos evitarlo. Tratamos de luchar contra el frío y el agua... pero decidimos que no sería buena idea llegar al parque nacional del Gran Cañón a acampar completamente mojados. Así que comenzamos a buscar un lugar para quedarnos esa noche. Todos los moteles del sector eran extremadamente caros así que aguantamos un poco más y llegamos hasta la ciudad de Flaggstaff, donde encontramos un motel más acorde a nuestro presupuesto. Nos refugiamos en ese lugar y desarmamos todo nuestro equipaje, para secarlo. A la mañana siguiente el tiempo estaba mucho mejor y seguimos camino. Pudimos conocer un poco de Flaggstaff y nos gustó bastante. Es una pequeña ciudad muy diferente a todas las demás del sector. Está al medio del desierto, pero cerca de las montañas y tiene un poco de todo... incluso mucho verde. 


Un poco antes de ingresar al parque del Gran Cañón, nos encontramos con un monumento nacional llamado Sunset Crater Volcano e ingresamos de puro curiosos. No pudimos ver el cráter en sí pero el bosque que lo rodea, que es hermoso. En este lugar aprovechamos de adquirir una tarjeta para los parques nacionales de Estados Unidos. Esta tarjeta cuesta $80 USD y sirve para ingresar a todos los parques nacionales del país, durante todo un año... cuantas veces quieras. Debido a que cada parque cobra mínimo $20 USD para ingresar con moto, estábamos seguros que sería una buena inversión ya que planeamos ir a muchos más que 4 parques durante nuestra permanencia en el país. 

Al salir del bosque, volvimos atravesar el desierto camino al gran cañón y vimos paisajes hermosos... notándose cada vez más nuestra cercanía a tan importante hito.






Finalmente llegamos al acceso este del parque nacional del Gran Cañón. En un comienzo se ve muy poco del cañón en sí, luego se ingresa a un bosque de pinos. Nosotros estábamos en busca de un lugar para acampar, así que nos dirigimos directamente a un camping que está cerca de ese acceso. El lugar tenía unos espacios disponibles pero no nos agradó mucho como para quedarnos ahí, ya que era un camping muy urbanizado y con los sitios muy cerca entre sí. Según el mapa, había otro camping cerca del acceso sur del parque... así que decidimos continuar andando y ver la opción de quedarnos en ese otro lugar. Pasamos por algunas vistas rápidas del cañón y ya nos comenzó a asombrar su magnitud y belleza. 



Llegamos al camping en el cual pretendíamos quedarnos y nos encontramos con un cartel indicando que estaba lleno. Pedimos un poco de ayuda y nos enteramos de otro camping que estaba relativamente cerca, pero que se encontraba fuera de los límites del parque. Nos demoramos alrededor de 15 minutos en llegar desde el pueblo dentro del parque hasta el camping en el cual decidimos quedarnos... y era realmente hermoso. Fue una muy buena decisión, ya que es mucho más tranquilo y menos congestionado de gente y es incluso más cerca de las vistas del parque que el primer camping que vimos en su interior. 


Debido a que nos demoramos mucho en instalarnos, se nos había hecho muy tarde para ir a conocer el parque ese día... así que lo dejamos para la mañana siguiente. Tuvimos sólo un día para recorrer todo el parque y se nos simplificó gracias al sistema de buses gratuitos que tiene, eso si que se llenan muchísimo.


En el único día que tuvimos para recorrer el parque vimos practicamente todo lo que se puede ver desde su borde sur (también se pueden hacer paseos en burro, bicicleta o a pie al fondo del cañón, pero nosotros no bajamos). La inmensidad y belleza de lo que verán en las fotos siguientes ni se acerca a lo maravilloso que es este lugar en persona! 





Increíble, verdad? Paseamos hasta que oscureció y regresamos al camping a cocinar y disfrutar de las estrellas y la quietud. Al día siguiente nos fuimos del camping y entramos una última vez al parque para sacar unas últimas fotos antes de irnos definitivamente. Qué lugar tan hermoso!!!





Es definitivamente un lugar al que valdría la pena volver, pero en ese momento era hora de seguir camino por la mítica Ruta 66 hacia la Fabulosa Las Vegas! Nos vemos en el próximo reporte!

sábado, 3 de noviembre de 2012

Adiós México (Parece que no querías que nos fuéramos!)


Luego de salir de la ciudad de Los Mochis, nos encaminamos un poco hacia el interior, camino hacia el desierto Sonora de México. Decidimos ir hasta Ciudad Obregón, ya que era uno de los puntos intermedios entre Los Mochis y la frontera con Estados Unidos.


Una vez más, nos fue inevitable pasar por peajes (esta vez fueron dos, que en total nos costaron $93 pesos mexicanos - $3.500 pesos chilenos, lo cual no fue tan terrible como otros días) y para nuestra sorpresa, nos tocó revisión militar una vez más. (Se me había olvidado comentarles que desde que entramos a México, las revisiones se nos hicieron costumbre ya que dependiendo del estado pueden llegar a detener a los vehículos cada 50km o incluso menos. Esto es a modo de evitar contrabando de drogas o de armas y no tan sólo provenientes de otros paises, sino que de otros estados del país.) Nos detuvieron unas 4 veces tan sólo el primer día que viajamos dentro del país, lo que significó desmontar y/o abrir los equipajes frente a ellos cada vez. Nos dijeron que esto nos podría suceder infinitamente mientras siguiéramos viajando en México, y que esto era por "nuestra" seguridad. Bueno, no hay como evitarlo... así que a ser simpáticos con los señores para que nos pidieran menos cosas. Esta última revisión del cual les comentaba nos tomó de sorpresa porque nunca nos habían detenido en una carretera con cuota, y pensábamos que no lo hacían. Nos hablaron bastante, nos hicieron muchísimas preguntas del viaje (por curiosos más que nada) y nos dejaron ir sin revisar los bolsos. Qué bueno! Nosotros claramente no andamos trayendo nada que no se permita en la moto, pero no es agradable andar desmontando, abriendo, y mostrando y explicando todas nuestras pertenencias.


Ese día llegamos a Ciudad Obregón relativamente temprano, y podríamos haber avanzado unos cuantos kilómetros más hasta la siguiente ciudad, pero hacía demasiado calor y nos sentimos abatidos. Dando un par de vueltas por la ciudad, encontramos un hotel que cumplía con nuestros requisitos y tenía aire acondicionado en la pieza, lo cual era imprescindible en ese momento. Nos instalamos en la habitación y ni nos movimos hasta la hora de cenar, cuando cenamos en un restaurante chino que se encontraba cruzando la calle. Lo bueno fue que se fue el calor, lo malo que la comida apestó. En méxico hay una comida que se llama "carnitas" y es como si trozan un cerdo entero en pedacitos pequeños y lo fríen, con huesos y todo. Hay harta gente que le gusta, pero a nosotros nos cargó y resulta que esta "tradición" se mezcló con nuestra comida china. Pedimos cerdo agridulce (el típico plato que viene rebosado con salsa tamarindo), y los pedacitos de carne eran extrañísimos y con huesos cortados. Debimos pensarlo antes y pedir otra cosa, pero uno siempre piensa que las cosas van a ser iguales a como uno las pide en el restaurante cercano a su hogar (error de turistas). Debemos recordar que todo cambia en cada país, incluso lo simple!

No conocimos nada de Ciudad Obregón y a la mañana siguiente emprendimos nuevamente nuestro viaje. Nuestra idea era llegar unos 250km más al norte, a Hermosillo - la que sería nuestra última ciudad de estadía en México. Vimos en el mapa que teníamos dos opciones de ruta: la con cuota y la libre. Entre ambas opciones habían sólo unos 30km y unos $85 pesos mexicanos - $3.000 pesos chilenos de diferencia. Nosotros ya estábamos aburridos de gastar dinero en los peajes, y pensamos que 30km más de andar no era nada. Así que optamos por la ruta libre. Asi partió el camino:


Y a los pocos kilómetros, la ruta atravesó un pueblo y luego sentimos que nos metíamos a unas calles traseras (como para salir de un estacionamiento o industrias o algo así). Y de la nada, así continuó:


Nos encontramos con un camino de tierra. No nos importaba andar un rato en tierra, ya que nuestra moto está totalmente preparada para eso... pero no sabíamos cuántos kilómetros podrían ser así. En el mapa, aparece la carretera completamente asfaltada. Pensamos que esta situación sería por unos pocos kilómetros y seguimos andando no más, además se veía en super buen estado. Pero luego nos encontramos con esto:


Este fue el punto de decidir si seguir por aquí o dar la vuelta. El día antes había llovido y pensamos que esto era el resultado de aquello, el resto del camino se veía bien así que nos lanzamos no más y seguimos andando.





















Lo logramos cruzar super bien, Roberto andando y yo a pie (con menos peso se hace más sencillo maniobrar en casos así... y si se cae, se moja uno no más jaja). Un poco después pasamos por una represa, por lo que pensamos que este camino mejoraría una vez estando al otro lado. ERROR.


Debimos haber dado la vuelta, todo lo que siguió ese día fue sufrimiento... el camino jamás se convirtió en asfalto, hacía un calor más que infernal (como corresponde al medio de un desierto), y la poza que mostré en la secuencia de fotos no fue la única sino la primera de innumerables pozas. Además, no sólo habían pozas sino incontables veces que la tierra era barro y le tememos al barro porque es muy fácil caerse y muy difícil levantar la moto cargada después. Sumándole a todo esto, cada ciertos kilómetros habían unas barreras para los animales que se convertían en trampas mortales para las motos!


Cada vez que alguno de estos obstáculos aparecía yo me debía bajar de la moto, cruzar los dedos para que Roberto lograra atravesarlos sin caerse, caminar hasta él, y volverme a subir. Suena poca cosa pero en ese calor y vestidos con esos trajes de moto, no lo fue. Para rematar todo, no teníamos agua con nosotros y nos comenzamos a deshidratar. Algunas veces tuvimos que detenernos en lo más similar a una sombra que encontráramos y recuperar la respiración para no desmayarnos (de ser así, quizás nos comen los cuervos jaja). 


Después de un tiempo, ya no me bajaba de la moto cada vez que veíamos barro porque, sino, pasaría más tiempo caminando que sobre la moto. Cada vez que veíamos barro o agua, Roberto analizaba si creía que pasaríamos bien o no y en base a eso me quedaba o me bajaba. Finalmente, uno de los tramos de barro nos la ganó y nos caímos de lado. La moto quedó sobre nosotros y nosotros quedamos enterrados en el barro. Para variar, mi pie izquierdo quedó atrapado debajo de la moto y Roberto sacó fuerzas extras para quitármela de encima. Nos costó muchísimo levantar la moto del barro en esas condiciones, pero lo logramos porque se me ocurrió desmontar el bolso grande y dejarlo a un lado del camino. Una vez que la moto estaba bien y nosotros también, nos sentamos a orillas del camino desesperados. Me dolía bastante el tobillo, pero estaba segura de que no estaba quebrado y no sería nada grave porque aún podía caminar. Eso si, se rompió una de las hebillas de mi bota.

Mientras estábamos ahí sentados, apareció una camioneta que venía en sentido contrario a nosotros lleno de pescadores quienes iban a trabajar a la represa. Nos vieron detenidos con malas caras y nos preguntaron si necesitábamos algo. Sólo les preguntamos si íbamos bien encaminados (porque a todo esto, habían varias bifurcaciones y ninguna señalética). Nos dijeron que si, y que había un pueblo a unos 20km. más adelante. Les agradecimos y con esa nueva información hicimos fuerzas para seguir delante hasta ese pequeño pueblo al medio de la nada.


A penas llegamos al pequeño pueblo al medio del desierto, buscamos algún lugar para detenernos a tomar agua. Había un solo local, lo que no nos sorprendió. El pueblo entero consistía en una decena de casas. La pareja que era dueña del local era de lo más buena onda que hay, conversamos harto rato con ellos mientras nos hidratábamos tomando tanto líquido posible. Todo bebestible estaba muy caro y nosotros pensamos que era por estar tan lejos de toda ciudad grande, pero resulta que era también porque ahí no había electricidad entonces mantenían refrigeradas las cosas con hielo comprado y traído desde otra ciudad! El tremendo trabajo tan sólo para mantener las bebidas heladas. Además tenían un pequeño generador para el resto de sus necesidades básicas. Me revisé el tobillo y se veía bien, debía ser sólo un moretón pero pucha que dolía! La señora me preguntó si quería algo para el dolor, así que le acepté una pastilla y no me dejó pagársela (siendo que sólo tenía un par de remedios y eran para su uso personal). Todo lo que tenían debía ser traído desde la ciudad. 


Esta pareja estaba sorprendida por ver a un par de turistas como nosotros por ahí, no era algo común y por esto quizás nos trataron tan bien. Al despedirnos de ellos les preguntamos si el camino que quedaba hasta Hermosillo era igual de malo, o mejoraba, y nos respondieron que era igual o peor hasta Tecoripa (a unos 40km más adelante), que desde ahí era asfaltado. 40km! Eso quizás no sea mucho, pero en este camino para nosotros significaba la eternidad. Era prácticamente la misma distancia que ya habíamos recorrido ese día hasta ese momento, pero no quedaba otra opción... era seguir o devolverse y las dos opciones eran igual de terrible. Así que seguimos hacia el norte por el mismo camino, que siguió empeorando.





















Aguantamos, aunque sinceramente no sé cómo. Logramos llegar hasta Suaqui Grande,  donde por fin comenzó el asfalto y nos detuvimos a comprar agua. Nos tomamos una botella de 1.5 litros en menos de 5 minutos! Tanto así era la deshidratación que sentíamos. Hasta este momento comentábamos la famosa Ruta 40 (de la Patagonia Argentina) como la más complicada del viaje... pero ahora ésta le hizo la pelea en grande. Y todo esto por culpa del mapa mal hecho que indicaba la carretera como asfaltada!

Llevábamos unas 6 horas peleando con el camino y sólo avanzamos 150km. Podríamos haber seguido hasta la ciudad de Hermosillo, pero no nos quedaban fuerzas. Decidimos avanzar unos pocos kilómetros más, hasta Tecoripa (ya que no nos sentimos muy a gusto en Suaqui Grande). Al llegar, vimos que Tecoripa era un pueblo muy chico, pero al menos tenía un hotel decente y muy barato y decidimos quedarnos ahí. Al desmontar todo de la moto y colgar nuestra ropa embarrada, nos desmoronamos sobre la cama. Un poco más tarde logramos juntar un poco de fuerza para ir en busca de comida y lo único que había era un puesto de tacos y un minimarket muy caro. Comimos los tacos a modo de almuerzo (tipo 6pm) y compramos cosas en el minimarket para comer más tarde sin tener que volver a salir. Desde ahí nos sentimos en el paraíso simplemente por no estar sobre la moto, y tener aire acondicionado. Una cosa curiosa de ese lugar fue la cantidad tremenda de insectos que entraban a la habitación, no les exagero, amanecimos cubiertos en zancudos, polillas, hormigas, termitas, baratas, y no sé qué más... fue muy desagradable y sobretodo curioso, mientras más matábamos más habían. Se notó lo agotada que estaba, porque me tapé la cabeza con la sabana y logré dormir igual.


Felices de emprender el viaje por asfalto al día siguiente, nos encontramos con un camino "bombardeado" (lleno de hoyos) en su comienzo. Pero nada nos podía sorprender ni molestar a esa altura, mientras no apareciera un trayecto de tierra. Después de eso el camino mejoró, vimos a lo lejos un par de yacimientos mineros muy grandes y hermosos. 




140km. después, llegamos a la ciudad de Hermosillo y nos detuvimos en una estación de gasolina, para hidratarnos y planear la ruta. Desde aquí teníamos dos opciones para cruzar a Estados Unidos: la frontera de Nogales y la de Agua Prieta. La ciudad de Nogales estaba más cerca de Hermosillo y también era la ruta más directa hasta Tucson -Arizona, donde queríamos llegar ese día. Suena como la opción obvia a tomar, pero es la frontera más transitada de la zona y por ende la con mayor congestión vehicular y la más complicada en cuanto a papeleo. Habíamos escuchado de filas eternas de vehículos esperando cruzar la frontera, y en nuestro caso eso significaría esperar demasiado bajo el sol y volvernos a sentir mal. Debido a esto es que optamos por la opción menos común y más expedita.


Desde Hermosillo seguimos camino a Agua Prieta (a una distancia considerable de 380km. más) y el camino siguió igual de desértico y tranquilo que el trayecto anterior. Nos demoramos bastante, pero llegamos aún con luz de día a Agua Prieta. La ciudad es bastante grande y tuvimos que pedir indicaciones para encontrar la frontera. Nos dijeron "cuando lleguen al muro, doblen a la izquierda"... y nos encontramos literalmente con un muro que separa ambos países!



Qué extraña realidad que no nos esperábamos... nos sentimos como frente al muro de Berlín, pero a una escala mucho menor y más amigable. Sea como sea, logramos cruzar el tremendo país de México en tan sólo 25 días (los últimos días un tanto agetreados, pero todo lo anterior muy bello) y ahora llegamos a la frontera con un país muy diferente... a comenzar una nueva aventura!