lunes, 27 de agosto de 2012

Guatemala


Dejar El Salvador fue extremadamente fácil, ya que la aduana era muy ordenada. Al llegar a Guatemala cruzamos un puente con una vista muy hermosa e inmediatamente sentimos que nos gustaría ese país. 


Llegando al lado guatamalteco, los trámites de migración (timbre de pasaportes) fueron expeditos pero el trámite de ingreso de la moto se nos hizo eterno. Roberto se desapareció un buen rato mientras lo tramitaban sacando fotocopias y demás. Cuando regresó, venía con una mujer que debía colocar una calcomanía en la moto (un permiso de circulación) el cual tuvimos que pagar obligadamente, con un valor de $12.000 pesos chilenos ($24 dólares). No teníamos conocimiento de este gasto, así que nos sentimos robados una vez más... pero no se podía evitar. 

Tan pronto pudimos, seguimos camino y se largó a llover. Nos detuvimos a un lado del camino y nos colocamos los trajes de lluvia. Pocos kilómetros después nos vimos obligados a parar una vez más, ya que se nos había cortado la cadena. Esta fue la segunda vez del viaje en que se nos cortó, pero fue más extraño ya que se enredó y no la pudimos sacar de alrededor del piñón. 


Una moto-taxi se detuvo a nuestro lado y el conductor (que era un niño) nos preguntó si necesitábamos ayuda. Solamente le preguntamos si había algún taller cerca y afortunadamente faltaba muy poco por llegar a un taller que estaba en la entrada del siguiente pueblo. Mejor aún, el camino era siempre en bajada por lo que no tuvimos que empujar la moto a pie. Llegamos aún bajo la lluvia al taller y nos atendieron de inmediato. Nos comenzamos a dar cuenta que existe mucho trabajo infantil en Guatemala, ya que aquí también todos se veían muy jóvenes. El "mecánico" que nos atendió usó toda su fuerza bruta para soltar nuestra cadena. Incluso usó una sierra eléctrica para cortarla y así sacarla de su enredo para después colocar una cadena nueva (que por suerte andábamos trayendo como repuesto desde la primera vez que nos había ocurrido esto). 


Luego de esta pausa, seguimos hacia Antigua Guatemala. El camino sencillo comenzó rodear cerros tupidos en verde. Al avanzar, el camino se tornó autopista y el campo, ciudad. Llegando a la Ciudad de Guatemala (la capital) nos encontramos con gran atochamiento vehicular y estuvimos muchísimo rato intentando cruzar la ciudad. Nos tuvimos que detener un poco en una estación de gasolina para estirar nuestros cuerpos ya cansados y comer y beber algo. Aprovechamos el momento para sacarnos los trajes de goma que ya incomodaban. Saliendo de ahí, la autopista retomó su carácter sinuoso entre cerros. Ya era totalmente de noche cuando llegamos a la ciudad de Antigua Guatemala.

Dimos varias vueltas hasta encontrar la dirección del hotel en el cual habíamos hecho reservación. Las calles de esta ciudad son todas de adoquines y/o piedras y en la moto se dificulta el equilibrio. No es difícil encantarse de esta ciudad -patrimonio de la humanidad- desde un comienzo, las antiguas edificaciones coloniales alumbradas con los faroles llaman la atención de cualquiera. Encontramos el hotel alrededor de las 8pm y fue muy aliviante instalarnos y por fin descansar nuestros cuerpos. Estábamos muy cansados después de un largo día, y yo lo estaba más que de costumbre porque dos días antes me había lesionado la pierna al descender de la "puerta del diablo" en San Salvador. A esa hora, todos los locales cercanos estaban cerrados así que para cenar tuvimos que ir al centro. Encontramos un restaurant chino que vendía de todo, pero era caro por lo que sólo ordenamos unos sandwichs. Compramos algunas cosas para llevar para el desayuno de la mañana siguiente y nos devolvimos con la moto al hotel a dormir.


La mañana siguiente queríamos conocer bien la ciudad, así que llevamos la moto al centro y nos estacionamos fuera del local de una persona que Roberto había contactado por internet. Conversamos con él un poco pero estaba muy ocupado atendiendo a sus clientes y decidimos irnos a recorrer la ciudad. No es una ciudad muy cómoda para recorrer en la moto porque salta mucho con tanta piedra... y además dan ganas de sacarle fotos a todo por lo que es mejor recorrerla a pie. Mi pierna contracturada era un obstáculo para esto, pero nos fuimos con calma y terminamos paseando muchísimo rato después de todo. 




Nosotros no solemos comprar nada, ya que no tenemos espacio extra para andarlo llevando ni dinero extra para este propósito... pero en esta ciudad se nos vinieron todas las ganas de consumismo que habíamos dejado olvidados. Nos asombró tanta oferta de artesanía, tanta variedad y destreza de los artistas. Es uno de esos lugares que uno va y dice "lo quiero todo". Además de eso, la gran mayoría de las mujeres que no eran turistas estaban vestidas con vestimenta autóctona lo cual es muy bonito. Nos encontramos con músicos tocando en el medio de la plaza central. Tiendas muy entretenidas para vitrinear, locales de comida que se veían muy apetitosos... y lo obvio: la arquitectura. 



Esta ciudad se llama Antigua Guatemala porque es, por lo cierto, la antigua capital de Guatemala. En el pasado sufrió grandes terremotos e inundaciones que la destruyeron, por lo cual se decidió reconstruir la ciudad en un lugar más seguro, llamándola Nueva Guatemala lo cual ahora es la Ciudad de Guatemala y está sólo a 40km de distancia. La Antigua Guatemala es una ciudad que pareciera detenida en el tiempo, manteniendo su estilo colonial y recordando un glorioso pasado.



Ese día no lo pudimos evitar y, embobados como turistas, caminamos mucho más de la cuenta. Volvimos a la moto, yo muy adolorida pero extremadamente contenta. No queríamos que terminara el día tan entretenido así que decidimos recorrer un poco más lejos con la moto y en ese momento comenzaron a notarse algunos problemas con las piolas del acelerador, se quedaban pegadas y por ende al acelerar no se podía desacelerar normalmente. Nos volvimos al hotel y pensamos en posibles soluciones para el día siguiente. A la noche encontramos un local de pizzas justo en frente que estaba abierto y pudimos cenar ahí. 

Nuestros planes eran seguir viajando al otro día, pero primero había que arreglar el problema del acelerador. Mientras yo empacaba todo, Roberto intentó de varias formas solucionarlo. Lo primero fue ir al local de la persona que habíamos visto el día anterior, ya que él trabajaba arreglando KLR's. Hubo mala suerte ahí, ya que ese día no le tocaba ir a la tienda. Roberto intentó soltar el acelerador con aceite pero no hubo resultados. También intentó cambiando una de las piolas por otra que teníamos de reserva y no sirvió de nada. Debido a que avanzaba la hora y había que entregar la habitación del hotel, decidimos quedarnos ahí una noche más y así solucionar el problema con más tranquilidad. Entre los intentos de solucionar el problema, se le ocurrió a Roberto que podría servir aplicarle grasa. Ya que no teníamos, habría que comprar. Era día sábado y lo único que había abierto eran locales del centro... así que se fue para allá caminando, en busca de una ferretería. Yo me quedé descansando la pierna, que estaba extremadamente adolorida por tanto caminar el día anterior. 


Mientras Roberto andaba por el centro, se largó a llover con escándalo. Para evitar mojarse de más se devolvió en lo que le llaman "Tuk", que son estas moto-taxi de 3 ruedas y carrocería. Me alegró el día cuando llegó de vuelta, ya que traía con él almuerzo del Mc Donald's para comer en la habitación. Una vez más, después de almorzar, siguió con los arreglos del acelerador. La grasa no sirvió de nada después de todo, pero volvió a cambiar las piolas y las ajustó de alguna forma que de la nada volvieron a funcionar! Bueno, jamás sabremos cual exactamente habría sido la falla... pero lo bueno es que se solucionó y gracias a la insistencia de Roberto, no hubo que pagarle a un mecánico para hacerlo!

Yo siempre había querido andar en tuk, y Roberto me había contado que fue una experiencia muy chistosa ya que saltaba muchísimo debido a las calles tan rugosas. Así que esa noche salimos a tomar tuk hacia el centro y cenamos tacos (aquí la comida es muy similar a la mexicana). Paseamos un poco por la plaza, contemplando las luces de la ciudad y buscamos otro tuk para devolvernos, sin embargo llegamos caminando de vuelta al hotel sin haber encontrado alguno. La mañana siguiente logramos retomar camino. Igual nos dio pena irnos de esa ciudad, nos encantó y ojalá volvamos en el futuro (cuando podamos comprar muchos souvenirs para llevar de vuelta)!


El camino volvió a tornarse en campos verdes y plantaciones. A los pocos kilómetros nos encontramos con la entrada a Iximché, un sitio arqueológico precolombino que fue la capital del reino maya Kaqchikel. Teníamos muchas ganas de conocer la mayor cantidad de ruinas arqueológicas posibles en estas zonas, ya que desde Honduras a México es donde hay más sitios para visitar. Para llegar a Iximché cruzamos un par de pequeños pueblos bonitos y sencillos, y cuando llegamos a la entrada de las ruinas nos dimos cuenta que no podríamos entrar ya que no traíamos suficiente dinero para las entradas. ¡Qué pena! Es poco lo que cobran, pero aún así para los turistas cuesta 10 veces el valor de la entrada de los Guatamaltecos. Se nos había olvidado girar dinero y no había un cajero automático cerca, así que nos quedamos con las ganas de entrar. De todos modos veríamos otros sitios más adelante, en México.



Volviendo a retomar la carretera, disfrutamos de caminos verdes con lindos paisajes, pueblos tradicionales y mucha artesanía. Nos detuvimos en un mirador para apreciar la vista y unos niños se nos acercaron tratando de vendernos canastos para guardar tortillas, les tuvimos que decir que no podíamos comprar nada. Tenían cara de tristes y nos dio mucha pena, estaban a cargo de unos puestos artesanales muy grandes y eran sólo unos pequeños niños. 




El tiempo comenzó a empeorar y comenzó la lluvia. Nos tuvimos que orillar para colocarnos los trajes, y lo hicimos justo a tiempo ya que poco después se largó con todo. Paramos al rato a almorzar en un pequeño comedor a orilla del camino. Era atendido por la dueña de casa y sus dos hijas, quienes hablaban entre sí en idioma indígena. Comimos el almuerzo económico, que consistía en carne o pollo apanado con frijoles negros. Nos sirvió perfectamente para refugiarnos de la lluvia, la cual estuvo muy fuerte mientras comíamos. Cuando pareció disminuir, decidimos seguir andando hacia la frontera con México. El camino siguió hermoso hasta la frontera, a la cual llegamos alrededor de las 5pm. Los trámites de salida del país fueron asombrosamente rápidos... 

Y así nos despedimos de nuestro último país Centroamericano para entrar a México, país al cual queríamos llegar rápido para encontrarnos con la familia de Roberto. Nos encantó América Central... un conjunto de países similares pero cada uno con identidad propia (uno suele meterlos a todos en un mismo saco, pero ahora a mi parecer es un gran error)!

martes, 21 de agosto de 2012

El Salvador


Los trámites para salir de Honduras se hacen en el lugar más desordenado que hemos visto. Es una mezcla de feria callejera y lo que parecen edificios abandonados. Hacía un calor tremendo y obviamente no había sombra. Aparecieron los "tramitadores" una vez más, pero haciéndoles el quite averiguamos en qué edificio había que tramitar los pasaportes y conseguí los timbres muy rápido. El hombre de la ventanilla incluso me coqueteó, diciendo que a una mujer como yo no se le debía hacer esperar... jajaja qué risa me dio ya que en estos países aprovechan toda oportunidad de hacerse los lindos con las extranjeras. 


Después de lo de los pasaportes, hubo que tramitar la salida de la moto. Eso debería de haber sido muy rápido, pero justamente llegamos a la hora de almuerzo de la única persona que hacía ese trámite (nos dijeron que estaban cortos de personal) y no quedó otra que esperarlo una hora completa a que volviera a su puesto de trabajo (una pequeña caseta a la entrada de un puente que une Honduras con El Salvador). Cuando finalmente regresó, generó un simple documento escrito a mano y en unos segundos quedamos libres para irnos. 


Por el lado de Salvador era todo mucho más simple, pero había una fila enorme de gente. Así que con paciencia salimos de ahí relativamente rápido. En cada frontera aparece un personaje nuevo tratando de ganarse la vida a cuesta de los turistas, en esta destacó un niño que cobraba por transportar las maletas de los pasajeros de lugar en lugar. 


La aduana (para hacer el ingreso legal de la moto) se encontraba a unos pocos kilómetros del edificio de migración. Estaba vacío cuando llegamos, pero aún así fue estremadamente larga la espera ya que los encargados no tenían ganas de trabajar y hacían todo lo más lento posible. Nosotros mientras tanto esperábamos en un galpón que tenía efecto de invernadero, por lo tanto muertísimos de calor. Salimos de ahí como una hora más tarde y lo primero que hicimos fue almorzar en una estación de gasolina, escapando del calor con el aire acondicionado del local. 


El camino desde la frontera hasta la ciudad de San Salvador fue muy bonito y bastante largo. Llegamos a la ciudad de noche y nos internamos en una de las avenidas principales a la hora de más congestión vehicular. Tanto agetreo y tanta señalización hicieron que nos metiéramos con la moto a un pista equivocada (que era sólo para virar), y al tratar de salir de ese encierro un automovilista nos preguntó si sabíamos para donde ir. Cuando le dijimos que no sabíamos con exactitud, sino que nos dirigíamos a centro de la ciudad, nos dijo que lo siguiéramos a una estación de gasolina para que nos diera indicaciones. Así que así hicimos, y al conversar con la pareja que estaba en el auto resultó que también eran motoqueros y que nos habían seguido para ver de dónde veníamos viajando. Se encantaron con nuestra historia y nos dijeron que tenían un muy buen dato de hotel, que eran amigos del dueño y que era barato. También nos indicaron que meterse al centro de San Salvador de noche a buscar hotel era una locura porque estaba todo bien desordenado y lleno de comercio ambulante. Así que nos fuimos tras ellos al llamado "barrio rosa", donde habían muchos hoteles y restaurantes. Al llegar al hotel notamos que no era nada barato (una pista fue el peculiar automóvil del dueño, que estaba estacionado justo en frente), pero Roberto entró con nuestro guía para preguntar bien. Resultó que era más caro de lo que podíamos pagar, pero Olger (así se llamaba) se sintió responsable por habernos llevado hasta ahí y nos pagó la mitad de la habitación. Una vez más nos asombramos de la generosidad de un total extraño hacia nosotros. Mientras desmontamos nuestras cosas de la moto, conversamos bastante con él y Lili (su esposa) y decidimos que deberíamos salir a cenar juntos. Así que nos instalamos, duchamos y cambiamos de ropa y más tarde nuestros nuevos amigos nos fueron a buscar al hotel. 


Nos llevaron a la cima de lo que se llama los Planes de Renderos, un sector sobre los cerros que miran toda la ciudad. Ahí comimos la comida típica "pupusas" (tortilla gruesa de harina de maíz, rellena con carne, queso, chicharrón, o lo que se te ocurra) en uno de los locales más típicos de la zona. Habían turistas de muchos países y mariachis cantando. Estuvo muy bueno. Nos llevaron de vuelta al hotel y durante el camino vimos las luces de la ciudad desde lo alto. 

Al día siguiente nos levantamos tarde, aprovechamos de descansar. Escribí un poco para este blog, mientras subía fotos del viaje al facebook y trágicamente se me cayó el netbook al suelo. Dejó de funcionar de inmediato. Este netbook es el único que trajimos al viaje y es de Roberto... no mío, así que la desesperación fue más aún. Intentamos encenderlo de nuevo y nada. Claramente lo siguiente a hacer fue buscar un técnico para que lo reparara, así que gracias a las páginas amarillas llegamos a un local que se veía confiable y lo dejamos encargado. Según nos dijo, podría ser algo tan simple como un cable suelto, o algo tan grave como el disco duro muerto (de ser así saldría muy caro el arreglo y además probablemente perderíamos toda la información: las fotos!!!).


No sacábamos nada con quedarnos ahí a esperar así que, mientras lo revisaban, fuimos a recorrer la ciudad. Dimos algunas vueltas por el centro, y vimos lo mismo que nos dijo Olger: mucho comercio ambulante, bastante desorden y caos... pero igual se veía entretenido. Decidimos seguir andando en la moto, sin destino fijo, y por casualidad llegamos a los planes de renderos (donde nos habían llevado nuestros amigos la noche anterior) y seguimos andando unos kilómetros más hasta llegar a uno de los puntos más turísticos de la ciudad: "la puerta del diablo", un peculiar vacío entre dos formaciones rocosas, que deja entre-ver todo el valle. Es un lugar muy bonito. Hay varios puestos de artesanía y claramente habían muchos turistas. Nos conversó harta gente, debido a la moto... todas personas muy simpáticas. 



Bajamos del cerro en busca de un lugar para almorzar y no encontramos uno que nos llamara la atención, así que nos dirijimos hacia el servicio técnico (donde habíamos dejado el netbook) y almorzamos en un Wendy's que encontramos en el camino. Desde ahí nos fuimos en busca del computador. Ibamos preocupados y el técnico nos alegró el día. Resultó que sólo se había soltado el cable de la pantalla, por lo que el arreglo fue inmediato! Qué alivio! Desde ese momento no pasamos información al netbook sin pasarlo al mismo tiempo al disco duro externo para tener el respaldo. Los netbook son tan frágiles y con tanta vibración con la moto, tenemos suerte que éste aún siga con vida! 

Nos quedaba un poco de tarde aún, así que fuimos a pasear a un mercado bien bonito de artesanías, que quedaba por lo demás muy cerca del barrio rosa. De ahí volvimos al hotel y descansamos viendo tele. 


Al día siguiente nos juntaríamos una vez más con nuestros amigos Olger y Lili, quienes nos invitaron a pasar una noche con ellos en su casa en la playa de San Blas. La ciudad de San Salvador está a muy pocos kilómetros de la costa, así que llegamos a la playa en una hora más o menos. Nos asombramos de la belleza natural de estas playas tan pronto las vimos. Llevamos nuestras cosas a la casa, las dejamos ahí, y siguió el paseo en moto (ellos andaban en su KTM) por unos 20 minutos más ya que nos quisieron llevar a almorzar a su picada favorita de la costa. Recorrimos el inicio de una ruta conocida por sus túneles escavados entre las montañas, un camino con muchas curvas y vista hermosa. En la picada probamos el ceviche salvadoreño y las "conchas", un marisco que se caracteriza por su jugo de tinte negro y por comerse crudo con limón. Disfrutamos de la hermosa vista al mar y de la buena conversa.




Volvimos a la casa de playa y recorrimos la playa privada del condominio, todo muy hermoso... y a la noche salimos a cenar. Nos llevaron a la playa El Tunco, una playa conocida por sus buenas condiciones para el surf. El lugar tiene mucha vida nocturna, muchos surfistas y turistas y música y buen ambiente. Cenamos en un local que había inagurado hace muy poco y se hacía llamar "Teikirisi", sonaba la música de Gondwana (grupo de reggae chileno), tanto las mesas como las sillas estaban hechas de palettes de madera, y estaban experimentando con los ítemes del menú por lo que había poca variedad: hamburguesa con piña, y burritos de res. Fue un ambiente muy entretenido.


La mañana siguiente Olger debía ir a trabajar muy temprano (es piloto de aviones), así que nos despedimos de nuestro nuevo amigo esa noche. Pudimos levantarnos y empacar todo más relajadamente esa mañana y tipo 11am salimos del condominio. Nos despedimos ahí de nuestra amiga Lili, quien se había quedado por nosotros. Siempre lo digo, pero cada vez nos es más difícil despedirnos de nuestros amigos del camino... este tipo de generosidad sin esperar nada a cambio, hacia personas totalmente desconocidos como lo éramos nosotros, simplemente se puede agradecer con palabras. Esto es lo que ha hecho tan especial nuestro viaje.


Volvimos a tomar la ruta costera del día anterior, pasando esta vez por unos 5 túneles. El camino cada vez se puso más lindo, y luego nos internamos en una ruta que nos fue muy recomendada: la Ruta de las Flores. Es un hermoso paseo que atraviesa varios pueblos y deja ver una gran variedad de artesanías diferentes y mucha cultura. La mayoría de las personas (sobre todo las mujeres) con vestimenta autóctona y personas transportando grandes cargas sobre sus cabezas. En la ruta se veía mucho transporte de leña sobre carritos que usan como skateboards en las bajadas, y buses viejos sobrecargados en sus techos. 




Nos detuvimos a almorzar en un restaurant que parecía sacado de un cuento de duendes, con jardines de ensueño y mesas y sillas pintadas con flores. Hamacas estaban colgadas de los pilares y en todos lados refranes y adivinanzas escritas sobre madera. La comida por lo demás estaba esquisita, aquí ya comenzamos a sentir la influencia Guatamalteca y Mexicana.


El clima se puso un poco incierto, e incluso llovió un poco por lo que salimos arrancando para dejar el mal tiempo atrás y al poco rato llegamos a la frontera con Guatemala. Nuestra experiencia en El Salvador fue increible, llegamos con pocas espectativas y nos sorprendió. Aquí una vez más probamos que no hay que creer todo lo que a uno le dicen, sino que verlo por uno mismo. El país tiene un pasado muy complicado y esto disminuyó muchisimo el turismo que recibe hasta el día de hoy. Pero esos problemas tan mencionados ya no están y la gente está feliz por recibir turistas, por lo que nos trataron mucho mejor que en otros países que son conocidos como "menos peligrosos". Así que no le hagan caso ciego a lo que les digan, y vamos descubriendo lugares nuevos!!!