Dejar El Salvador fue extremadamente fácil, ya que la aduana era muy ordenada. Al llegar a Guatemala cruzamos un puente con una vista muy hermosa e inmediatamente sentimos que nos gustaría ese país.
Llegando al lado guatamalteco, los trámites de migración (timbre de pasaportes) fueron expeditos pero el trámite de ingreso de la moto se nos hizo eterno. Roberto se desapareció un buen rato mientras lo tramitaban sacando fotocopias y demás. Cuando regresó, venía con una mujer que debía colocar una calcomanía en la moto (un permiso de circulación) el cual tuvimos que pagar obligadamente, con un valor de $12.000 pesos chilenos ($24 dólares). No teníamos conocimiento de este gasto, así que nos sentimos robados una vez más... pero no se podía evitar.
Tan pronto pudimos, seguimos camino y se largó a llover. Nos detuvimos a un lado del camino y nos colocamos los trajes de lluvia. Pocos kilómetros después nos vimos obligados a parar una vez más, ya que se nos había cortado la cadena. Esta fue la segunda vez del viaje en que se nos cortó, pero fue más extraño ya que se enredó y no la pudimos sacar de alrededor del piñón.
Una moto-taxi se detuvo a nuestro lado y el conductor (que era un niño) nos preguntó si necesitábamos ayuda. Solamente le preguntamos si había algún taller cerca y afortunadamente faltaba muy poco por llegar a un taller que estaba en la entrada del siguiente pueblo. Mejor aún, el camino era siempre en bajada por lo que no tuvimos que empujar la moto a pie. Llegamos aún bajo la lluvia al taller y nos atendieron de inmediato. Nos comenzamos a dar cuenta que existe mucho trabajo infantil en Guatemala, ya que aquí también todos se veían muy jóvenes. El "mecánico" que nos atendió usó toda su fuerza bruta para soltar nuestra cadena. Incluso usó una sierra eléctrica para cortarla y así sacarla de su enredo para después colocar una cadena nueva (que por suerte andábamos trayendo como repuesto desde la primera vez que nos había ocurrido esto).
Luego de esta pausa, seguimos hacia Antigua Guatemala. El camino sencillo comenzó rodear cerros tupidos en verde. Al avanzar, el camino se tornó autopista y el campo, ciudad. Llegando a la Ciudad de Guatemala (la capital) nos encontramos con gran atochamiento vehicular y estuvimos muchísimo rato intentando cruzar la ciudad. Nos tuvimos que detener un poco en una estación de gasolina para estirar nuestros cuerpos ya cansados y comer y beber algo. Aprovechamos el momento para sacarnos los trajes de goma que ya incomodaban. Saliendo de ahí, la autopista retomó su carácter sinuoso entre cerros. Ya era totalmente de noche cuando llegamos a la ciudad de Antigua Guatemala.
Dimos varias vueltas hasta encontrar la dirección del hotel en el cual habíamos hecho reservación. Las calles de esta ciudad son todas de adoquines y/o piedras y en la moto se dificulta el equilibrio. No es difícil encantarse de esta ciudad -patrimonio de la humanidad- desde un comienzo, las antiguas edificaciones coloniales alumbradas con los faroles llaman la atención de cualquiera. Encontramos el hotel alrededor de las 8pm y fue muy aliviante instalarnos y por fin descansar nuestros cuerpos. Estábamos muy cansados después de un largo día, y yo lo estaba más que de costumbre porque dos días antes me había lesionado la pierna al descender de la "puerta del diablo" en San Salvador. A esa hora, todos los locales cercanos estaban cerrados así que para cenar tuvimos que ir al centro. Encontramos un restaurant chino que vendía de todo, pero era caro por lo que sólo ordenamos unos sandwichs. Compramos algunas cosas para llevar para el desayuno de la mañana siguiente y nos devolvimos con la moto al hotel a dormir.
La mañana siguiente queríamos conocer bien la ciudad, así que llevamos la moto al centro y nos estacionamos fuera del local de una persona que Roberto había contactado por internet. Conversamos con él un poco pero estaba muy ocupado atendiendo a sus clientes y decidimos irnos a recorrer la ciudad. No es una ciudad muy cómoda para recorrer en la moto porque salta mucho con tanta piedra... y además dan ganas de sacarle fotos a todo por lo que es mejor recorrerla a pie. Mi pierna contracturada era un obstáculo para esto, pero nos fuimos con calma y terminamos paseando muchísimo rato después de todo.
Nosotros no solemos comprar nada, ya que no tenemos espacio extra para andarlo llevando ni dinero extra para este propósito... pero en esta ciudad se nos vinieron todas las ganas de consumismo que habíamos dejado olvidados. Nos asombró tanta oferta de artesanía, tanta variedad y destreza de los artistas. Es uno de esos lugares que uno va y dice "lo quiero todo". Además de eso, la gran mayoría de las mujeres que no eran turistas estaban vestidas con vestimenta autóctona lo cual es muy bonito. Nos encontramos con músicos tocando en el medio de la plaza central. Tiendas muy entretenidas para vitrinear, locales de comida que se veían muy apetitosos... y lo obvio: la arquitectura.
Esta ciudad se llama Antigua Guatemala porque es, por lo cierto, la antigua capital de Guatemala. En el pasado sufrió grandes terremotos e inundaciones que la destruyeron, por lo cual se decidió reconstruir la ciudad en un lugar más seguro, llamándola Nueva Guatemala lo cual ahora es la Ciudad de Guatemala y está sólo a 40km de distancia. La Antigua Guatemala es una ciudad que pareciera detenida en el tiempo, manteniendo su estilo colonial y recordando un glorioso pasado.
Ese día no lo pudimos evitar y, embobados como turistas, caminamos mucho más de la cuenta. Volvimos a la moto, yo muy adolorida pero extremadamente contenta. No queríamos que terminara el día tan entretenido así que decidimos recorrer un poco más lejos con la moto y en ese momento comenzaron a notarse algunos problemas con las piolas del acelerador, se quedaban pegadas y por ende al acelerar no se podía desacelerar normalmente. Nos volvimos al hotel y pensamos en posibles soluciones para el día siguiente. A la noche encontramos un local de pizzas justo en frente que estaba abierto y pudimos cenar ahí.
Nuestros planes eran seguir viajando al otro día, pero primero había que arreglar el problema del acelerador. Mientras yo empacaba todo, Roberto intentó de varias formas solucionarlo. Lo primero fue ir al local de la persona que habíamos visto el día anterior, ya que él trabajaba arreglando KLR's. Hubo mala suerte ahí, ya que ese día no le tocaba ir a la tienda. Roberto intentó soltar el acelerador con aceite pero no hubo resultados. También intentó cambiando una de las piolas por otra que teníamos de reserva y no sirvió de nada. Debido a que avanzaba la hora y había que entregar la habitación del hotel, decidimos quedarnos ahí una noche más y así solucionar el problema con más tranquilidad. Entre los intentos de solucionar el problema, se le ocurrió a Roberto que podría servir aplicarle grasa. Ya que no teníamos, habría que comprar. Era día sábado y lo único que había abierto eran locales del centro... así que se fue para allá caminando, en busca de una ferretería. Yo me quedé descansando la pierna, que estaba extremadamente adolorida por tanto caminar el día anterior.
Mientras Roberto andaba por el centro, se largó a llover con escándalo. Para evitar mojarse de más se devolvió en lo que le llaman "Tuk", que son estas moto-taxi de 3 ruedas y carrocería. Me alegró el día cuando llegó de vuelta, ya que traía con él almuerzo del Mc Donald's para comer en la habitación. Una vez más, después de almorzar, siguió con los arreglos del acelerador. La grasa no sirvió de nada después de todo, pero volvió a cambiar las piolas y las ajustó de alguna forma que de la nada volvieron a funcionar! Bueno, jamás sabremos cual exactamente habría sido la falla... pero lo bueno es que se solucionó y gracias a la insistencia de Roberto, no hubo que pagarle a un mecánico para hacerlo!
Yo siempre había querido andar en tuk, y Roberto me había contado que fue una experiencia muy chistosa ya que saltaba muchísimo debido a las calles tan rugosas. Así que esa noche salimos a tomar tuk hacia el centro y cenamos tacos (aquí la comida es muy similar a la mexicana). Paseamos un poco por la plaza, contemplando las luces de la ciudad y buscamos otro tuk para devolvernos, sin embargo llegamos caminando de vuelta al hotel sin haber encontrado alguno. La mañana siguiente logramos retomar camino. Igual nos dio pena irnos de esa ciudad, nos encantó y ojalá volvamos en el futuro (cuando podamos comprar muchos souvenirs para llevar de vuelta)!
El camino volvió a tornarse en campos verdes y plantaciones. A los pocos kilómetros nos encontramos con la entrada a Iximché, un sitio arqueológico precolombino que fue la capital del reino maya Kaqchikel. Teníamos muchas ganas de conocer la mayor cantidad de ruinas arqueológicas posibles en estas zonas, ya que desde Honduras a México es donde hay más sitios para visitar. Para llegar a Iximché cruzamos un par de pequeños pueblos bonitos y sencillos, y cuando llegamos a la entrada de las ruinas nos dimos cuenta que no podríamos entrar ya que no traíamos suficiente dinero para las entradas. ¡Qué pena! Es poco lo que cobran, pero aún así para los turistas cuesta 10 veces el valor de la entrada de los Guatamaltecos. Se nos había olvidado girar dinero y no había un cajero automático cerca, así que nos quedamos con las ganas de entrar. De todos modos veríamos otros sitios más adelante, en México.
Volviendo a retomar la carretera, disfrutamos de caminos verdes con lindos paisajes, pueblos tradicionales y mucha artesanía. Nos detuvimos en un mirador para apreciar la vista y unos niños se nos acercaron tratando de vendernos canastos para guardar tortillas, les tuvimos que decir que no podíamos comprar nada. Tenían cara de tristes y nos dio mucha pena, estaban a cargo de unos puestos artesanales muy grandes y eran sólo unos pequeños niños.
El tiempo comenzó a empeorar y comenzó la lluvia. Nos tuvimos que orillar para colocarnos los trajes, y lo hicimos justo a tiempo ya que poco después se largó con todo. Paramos al rato a almorzar en un pequeño comedor a orilla del camino. Era atendido por la dueña de casa y sus dos hijas, quienes hablaban entre sí en idioma indígena. Comimos el almuerzo económico, que consistía en carne o pollo apanado con frijoles negros. Nos sirvió perfectamente para refugiarnos de la lluvia, la cual estuvo muy fuerte mientras comíamos. Cuando pareció disminuir, decidimos seguir andando hacia la frontera con México. El camino siguió hermoso hasta la frontera, a la cual llegamos alrededor de las 5pm. Los trámites de salida del país fueron asombrosamente rápidos...
Y así nos despedimos de nuestro último país Centroamericano para entrar a México, país al cual queríamos llegar rápido para encontrarnos con la familia de Roberto. Nos encantó América Central... un conjunto de países similares pero cada uno con identidad propia (uno suele meterlos a todos en un mismo saco, pero ahora a mi parecer es un gran error)!