Y llegamos a la frontera venezolana... de pronto todo se volvió más rojo, más político, más militarizado. Fué raro empezar a hablar español con otras personas que no fueramos nosotros dos. Los trámites fueron bastante rápidos, salvo que nos exigían un seguro obligatorio para poder andar en la moto. Nos dijeron que podíamos ir a comprarlo a Santa Elena de Uairen (el pueblo fronterizo) y volver con el papel para que nos entreguen todo lo necesario para circular tranquilos. Así que eso hicimos, buscamos la hostal que nos había recomendado Christian, nuestro amigo argentino que conocimos en el barco a Manaus. Era bastante buena y su precio era MUY económico.
Nos cambiamos de ropa, nos pusimos más cómodos y fuimos a comprar el famoso seguro. El único lugar que lo vendía cobraba 100 dólares, ridículamente caro pero era el único lugar, y no queríamos problemas con la "famosa" policía venezolana. Luego, fuimos a la frontera otra vez (15 kms.) para dejar el papel y así obtendríamos el pase para circular tranquilos. Más tarde nos encontraríamos nuevamente con nuestro amigo Christian y salimos a comer los tres.
Santa Elena de Uairen es una ciudad pequeña pero tiene de todo y es muy desordenada. Tambien tiene mucho turismo porque es la ciudad más cercana a la "Gran Sabana" el paraíso del trekking. Hay muchas agencias de turismo y cientos de vehículos todo terreno que ya los quisiéramos en Chile. También hay mucha gente en las calles vendiendo o comprando dólares. Allí nos dimos cuenta que en Venezuela había 2 tipos de cambio: el oficial, que es de 4,3 bolívares por cada dólar, y el cambio del mercado negro, que puede llegar a 8,5 o 9 bolívares por cada dólar. No había donde perderse, cambiamos todos nuestros dólares en el mercado negro. Asi, con esa tasa de cambio, los precios eran bastante normales para nosotros, y en algunos casos, como los alojamientos, era más barato que en todos los otros países donde hemos estado.
Una de las cosas que mas escuchábamos en Brasil y en Chile era que la gasolina en Venezuela tiene un precio casi regalado, y es verdad, pero en esa ciudad no le venden gasolina a vehículos con placas extranjeras, eso lo supimos a la mañana del día siguiente, antes de partir a nuestro siguiente destino. Ahí comenzaba nuestro primer dilema en este nuevo país. Fuí a mirar a las gasolineras por si podía convencer a los vendedores que me vendan un poco, pero en las 2 estaciones que hay, habían filas de varias cuadras para llenar el estanque, y ambas estaban custodiadas por militares. Entonces decidí ir a la frontera... otra vez... para comprar gasolina en una estación que hay allí que si le vende a extranjeros pero a un precio superior. 15 kilómetros después me doy cuenta que la estación esa estaba cerrada, no tiene horario de atención (era una hora bastante normal, cualquier gasolinera o negocio estaría abierto a esa hora) y había un poco de gente esperando pero nadie sabía si abrirían o no, ni los militares en la frontera. Esperé un rato pero me aburrí y me devolví a Santa Elena. Tenía algo de gasolina aún pero no alcanzaría para la proxima estación (que si le vende a extranjeros) que queda a 150 kms. Llegando al pueblo empiezo a preguntar si se vendía gasolina en el "mercado negro" y asi fué, después de unos minutos estaba llenando la moto con un bidón gigante y una manguera, en la casa de un alemán que tenía gasolina para sus motosierras.
Ya como a las 11:30 de la mañana, bastante después de lo presupuestado, empacamos todo, nos preparamos, nos despedimos de Christian y nos fuimos hacia el norte. Dormiríamos en alguno de los pueblos a mitad de camino hacia Puerto Ordaz. Teníamos un itinerario venezolano más o menos armado gracias a nuestro amigo Gabriel Scott, a quien conocimos en Río Gallegos cuando él tambien viajaba en su moto, saliendo desde su casa en Maracaibo, Venezuela.
A la salida de Santa Elena, nos encontraríamos con nuestro segundo problema del día: la salida de la ciudad tenía una barricada y cientos de personas, protestando por un problema entre el gobierno y los mineros de la zona. Se veía dificil pasar, porque era mucha gente y no teníamos ganas de pasar a la mala. Daniella se bajó de la moto y fue a conversar con los organizadores, y después de unos minutos y de poner ojitos de pena, nos dejaron pasar.
Fué agradable andar sin más vehiculos en la carretera (no dejaban pasar a nadie). Después de unos pocos kilómetros, el paisaje cambió bruscamente: nos metimos en la Gran Sabana, en el Parque Nacional Canaima. Los paisajes eran simplemente increíbles: ni un solo árbol pero mucho verde, valles, quebradas, caídas de agua, y Tepuyes, así se les llama a las mesetas: grandes montañas que son planas en su punta. Uno de los paisajes más increíbles y hermosos que hemos visto hasta ahora. Muchas curvas, aldeas indígenas y nubes amenazantes nos acompañaron en esos kilómetros.
Al fin encontramos la estación de gasolina que si le vende a extranjeros y llenamos el estanque... que felicidad! La llenamos con 2 moneditas que yo pensaba que no servían para nada: cada litro costaba 6 pesos chilenos, al cambio que hicimos en Santa Elena.
De un momento a otro el camino se puso tortuoso y empinado, nos metimos a una selva tupidísima, y la lluvia se dejó caer, pero como todas las lluvias tropicales fue fuerte pero corta. Pasamos por un par de pueblos que daban miedo, parecían una mezcla entre el viejo oeste y alguna aldea africana: cientos de motos yendo en todas direcciones, mucha suciedad, música a todo volumen, gente que te mira raro, mucho desorden. Y de apoco se fue oscureciendo, además que la lluvia se veía venir más fuerte. Decidimos parar en el próximo pueblo, que según el mapa era "mediano". Se llamaba El Dorado, y una vez que lo encontramos (estaba medio perdido por unos caminitos) nos dimos cuenta que era tal cual eran los 2 pueblos que habíamos pasado pocos kilómetros atrás. Nos dio mala espina, pero ya estábamos ahí y era más peligroso seguir andando, ya estaba totalmente de noche. Encontramos el único hotel del pueblo y se veía terrible, lo más triste de todo es que por dentro era peor: no tenia agua, el aire acondicionado estaba malo y las ventanas no se podían cerrar (cosa mala en estas tierras llenas de mosquitos). Era nuestra única opción y ahí nos quedamos. Salimos a comer algo y nos devolvimos rápidamente, no se sentía seguro andar caminando por ahí.
Al otro día despertamos temprano para alejarnos pronto de allí. Al salir a empacar la moto, me di cuenta que nos habían robado un espejo de la moto y que intentaron sacar otras cosas sin éxito, para nuestra suerte. Se suponía que el estacionamiento del hotel estaría cerrado durante la noche y era seguro, pero no fue así. Indignados fuimos a reclamarle al dueño y nos trató pésimo, dijo que nosotros habíamos sacado el espejo y se lo estábamos cobrando para "ganar algo". Discutimos mucho rato, realmente era gente MUY mala clase. Al final nos dimos por vencidos y tirándole un par de adefesios al final el tipo nos pidió algo asi como disculpas y nos ofreció conseguir otro espejo en una desarmaduría de motos que estaba al frente. Lo recibimos para no tener problemas con la policía por no tener el espejo, y nos largamos de ahí.
Seguimos hacia nuestro próximo destino: Puerto Ordaz, a orillas del río Orinoco, y con tantos malos ratos decidimos simplificar nuestro itinerario y dirigirnos de una vez a lo más turístico del país (seguiríamos con destino final en Venezuela hasta Maracaibo pero sin tantas paradas intermedias).
En el camino hacia Puerto Ordaz nos llovió un poco pero nada del otro mundo. Al llegar a Puerto Ordaz, buscamos un hotel que habíamos visto por internet con anticipación pero no lo pudimos encontrar. En esa búsqueda, se largó a llover al más puro estilo diluvio. Puerto Ordaz es algo diferente a otras ciudades, no se reconoce nada que sea como un "centro" y está pegada a otras ciudades relativamente grandes: Ciudad Bolívar y San Félix. Al final Puerto Ordaz es casi un "barrio" dentro de esta gran área metropolitana. Por esa misma condición fue más complicado encontrar un barrio con hoteles así que, bajo la lluvia, recorrimos las calles hasta que encontramos un hotel... y estaba completo. Rato después encontramos otro hotel pero tenía precio fuera de nuestro alcance. A esa altura, completamente empapados, decidimos simplemente darnos el gusto. Allí nos quedamos 2 noches, descansamos e intentamos conocer. Nosotros acostumbramos visitar el centro de cada ciudad, así nos damos una idea de ella, pero cuando preguntábamos donde estaba el centro nadie sabía. Una funcionaria del hotel nos dijo que teníamos que tomar un taxi e ir a "Orinoquia" y le hicimos caso. El taxi nos dejó en un Mall... eso era Orinoquia! un Shopping Center! quedamos PLOP! pero bueno, ya estábamos allí y paseamos un rato. Nunca me había sentido tan en Estados Unidos: estaban todas las cadenas de comida gringa, muchas ni existen en Chile, tiendas de deportes completísimas, y mucho, muuucho baseball.
Había que seguir adelante, por lo que al día siguiente seguimos hacia el norte. Nuestra próxima parada sería Cumaná, la puerta a la Isla Margarita, el destino turístico más conocido de Venezuela.
El camino comenzó tomando un ferry que cruza el río Orinoco. Cruzándolo, el paisaje cambió, se puso más caluroso (aún), caminos más rectos y un poco mas aburridos. Como todo el resto de Venezuela, había "alcabalas" o puestos de control de la policía bolivariana, están muy seguido, a veces hasta cada 10 kilómetros. Uno debe pasar lento para que te vean, y si se les da la gana te paran y te revisan y/o piden papeles... a veces solo te conversan y preguntan respecto al viaje.
De golpe el paisaje nuevamente cambia bruscamente, ahora se vuelve sinuoso y montañoso, muy lindo. La carretera, a pesar de ser la que une 2 zonas muy pobladas del país, es muy pequeña, llena de casas a la orilla, parece que nunca se acaban, y por lo mismo a veces es algo peligrosa. La zona montañosa de Venezuela es muy hermosa.
Ese día el camino se nos hizo muy largo, pero de todas maneras llegamos de día y rápidamente encontramos hotel, uno que aparecía recomendado en horizonsunlimited, la mejor página de viajeros en moto. Casi todo lo que ahí aparece está aprovado por otros viajeros en moto, que se dan datos y consejos, y por lo mismo por lo general son muy buenos consejos, y este no era la excepción: el hotel era barato, cómodo, tenía buen estacionamiento y lo mejor de todo: un rico restaurante dentro del mismo hotel. Al otro día debíamos cruzar el mar Caribe para llegar a la Isla Margarita..