domingo, 24 de junio de 2012

Bienvenidos a Venezuela!... o no?



Y llegamos a la frontera venezolana... de pronto todo se volvió más rojo, más político, más militarizado. Fué raro empezar a hablar español con otras personas que no fueramos nosotros dos. Los trámites fueron bastante rápidos, salvo que nos exigían un seguro obligatorio para poder andar en la moto. Nos dijeron que podíamos ir a comprarlo a Santa Elena de Uairen (el pueblo fronterizo) y volver con el papel para que nos entreguen todo lo necesario para circular tranquilos. Así que eso hicimos, buscamos la hostal que nos había recomendado Christian, nuestro amigo argentino que conocimos en el barco a Manaus. Era bastante buena y su precio era MUY económico. 







Nos cambiamos de ropa, nos pusimos más cómodos y fuimos a comprar el famoso seguro. El único lugar que lo vendía cobraba 100 dólares, ridículamente caro pero era el único lugar, y no queríamos problemas con la "famosa" policía venezolana. Luego, fuimos a la frontera otra vez (15 kms.) para dejar el papel y así obtendríamos el pase para circular tranquilos. Más tarde nos encontraríamos nuevamente con nuestro amigo Christian y salimos a comer los tres.


Santa Elena de Uairen es una ciudad pequeña pero tiene de todo y es muy desordenada. Tambien tiene mucho turismo porque es la ciudad más cercana a la "Gran Sabana" el paraíso del trekking. Hay muchas agencias de turismo y cientos de vehículos todo terreno que ya los quisiéramos en Chile. También hay mucha gente en las calles vendiendo o comprando dólares. Allí nos dimos cuenta que en Venezuela había 2 tipos de cambio: el oficial, que es de 4,3 bolívares por cada dólar, y el cambio del mercado negro, que puede llegar a 8,5 o 9 bolívares por cada dólar. No había donde perderse, cambiamos todos nuestros dólares en el mercado negro. Asi, con esa tasa de cambio, los precios eran bastante normales para nosotros, y en algunos casos, como los alojamientos, era más barato que en todos los otros países donde hemos estado.

Una de las cosas que mas escuchábamos en Brasil y en Chile era que la gasolina en Venezuela tiene un precio casi regalado, y es verdad, pero en esa ciudad no le venden gasolina a vehículos con placas extranjeras, eso lo supimos a la mañana del día siguiente, antes de partir a nuestro siguiente destino. Ahí comenzaba nuestro primer dilema en este nuevo país. Fuí a mirar a las gasolineras por si podía convencer a los vendedores que me vendan un poco, pero en las 2 estaciones que hay, habían filas de varias cuadras para llenar el estanque, y ambas estaban custodiadas por militares. Entonces decidí ir a la frontera... otra vez... para comprar gasolina en una estación que hay allí que si le vende a extranjeros pero a un precio superior. 15 kilómetros después me doy cuenta que la estación esa estaba cerrada, no tiene horario de atención (era una hora bastante normal, cualquier gasolinera o negocio estaría abierto a esa hora) y había un poco de gente esperando pero nadie sabía si abrirían o no, ni los militares en la frontera. Esperé un rato pero me aburrí y me devolví a Santa Elena. Tenía algo de gasolina aún pero no alcanzaría para la proxima estación (que si le vende a extranjeros) que queda a 150 kms. Llegando al pueblo empiezo a preguntar si se vendía gasolina en el "mercado negro" y asi fué, después de unos minutos estaba llenando la moto con un bidón gigante y una manguera, en la casa de un alemán que tenía gasolina para sus motosierras.


Ya como a las 11:30 de la mañana, bastante después de lo presupuestado, empacamos todo, nos preparamos, nos despedimos de Christian y nos fuimos hacia el norte. Dormiríamos en alguno de los pueblos a mitad de camino hacia Puerto Ordaz. Teníamos un itinerario venezolano más o menos armado gracias a nuestro amigo Gabriel Scott, a quien conocimos en Río Gallegos cuando él tambien viajaba en su moto, saliendo desde su casa en Maracaibo, Venezuela.


A la salida de Santa Elena, nos encontraríamos con nuestro segundo problema del día: la salida de la ciudad tenía una barricada y cientos de personas, protestando por un problema entre el gobierno y los mineros de la zona. Se veía dificil pasar, porque era mucha gente y no teníamos ganas de pasar a la mala. Daniella se bajó de la moto y fue a conversar con los organizadores, y después de unos minutos y de poner ojitos de pena, nos dejaron pasar. 


Fué agradable andar sin más vehiculos en la carretera (no dejaban pasar a nadie). Después de unos pocos kilómetros, el paisaje cambió bruscamente: nos metimos en la Gran Sabana, en el Parque Nacional Canaima. Los paisajes eran simplemente increíbles: ni un solo árbol pero mucho verde, valles, quebradas, caídas de agua, y Tepuyes, así se les llama a las mesetas: grandes montañas que son planas en su punta. Uno de los paisajes más increíbles y hermosos que hemos visto hasta ahora. Muchas curvas, aldeas indígenas y nubes amenazantes nos acompañaron en esos kilómetros. 





Al fin encontramos la estación de gasolina que si le vende a extranjeros y llenamos el estanque... que felicidad! La llenamos con 2 moneditas que yo pensaba que no servían para nada: cada litro costaba 6 pesos chilenos, al cambio que hicimos en Santa Elena.

De un momento a otro el camino se puso tortuoso y empinado, nos metimos a una selva tupidísima, y la lluvia se dejó caer, pero como todas las lluvias tropicales fue fuerte pero corta. Pasamos por un par de pueblos que daban miedo, parecían una mezcla entre el viejo oeste y alguna aldea africana: cientos de motos yendo en todas direcciones, mucha suciedad, música a todo volumen, gente que te mira raro, mucho desorden. Y de apoco se fue oscureciendo, además que la lluvia se veía venir más fuerte. Decidimos parar en el próximo pueblo, que según el mapa era "mediano". Se llamaba El Dorado, y una vez que lo encontramos (estaba medio perdido por unos caminitos) nos dimos cuenta que era tal cual eran los 2 pueblos que habíamos pasado pocos kilómetros atrás. Nos dio mala espina, pero ya estábamos ahí y era más peligroso seguir andando, ya estaba totalmente de noche. Encontramos el único hotel del pueblo y se veía terrible, lo más triste de todo es que por dentro era peor: no tenia agua, el aire acondicionado estaba malo y las ventanas no se podían cerrar (cosa mala en estas tierras llenas de mosquitos). Era nuestra única opción y ahí nos quedamos. Salimos a comer algo y nos devolvimos rápidamente, no se sentía seguro andar caminando por ahí.

Al otro día despertamos temprano para alejarnos pronto de allí. Al salir a empacar la moto, me di cuenta que nos habían robado un espejo de la moto y que intentaron sacar otras cosas sin éxito, para nuestra suerte. Se suponía que el estacionamiento del hotel estaría cerrado durante la noche y era seguro, pero no fue así. Indignados fuimos a reclamarle al dueño y nos trató pésimo, dijo que nosotros habíamos sacado el espejo y se lo estábamos cobrando para "ganar algo". Discutimos mucho rato, realmente era gente MUY mala clase. Al final nos dimos por vencidos y tirándole un par de adefesios al final el tipo nos pidió algo asi como disculpas y nos ofreció conseguir otro espejo en una desarmaduría de motos que estaba al frente. Lo recibimos para no tener problemas con la policía por no tener el espejo, y nos largamos de ahí.


Seguimos hacia nuestro próximo destino: Puerto Ordaz, a orillas del río Orinoco, y con tantos malos ratos decidimos simplificar nuestro itinerario y dirigirnos de una vez a lo más turístico del país (seguiríamos con destino final en Venezuela hasta Maracaibo pero sin tantas paradas intermedias).


En el camino hacia Puerto Ordaz nos llovió un poco pero nada del otro mundo. Al llegar a Puerto Ordaz, buscamos un hotel que habíamos visto por internet con anticipación pero no lo pudimos encontrar. En esa búsqueda, se largó a llover al más puro estilo diluvio. Puerto Ordaz es algo diferente a otras ciudades, no se reconoce nada que sea como un "centro" y está pegada a otras ciudades relativamente grandes: Ciudad Bolívar y San Félix. Al final Puerto Ordaz es casi un "barrio" dentro de esta gran área metropolitana. Por esa misma condición fue más complicado encontrar un barrio con hoteles así que, bajo la lluvia, recorrimos las calles hasta que encontramos un hotel... y estaba completo. Rato después encontramos otro hotel pero tenía precio fuera de nuestro alcance. A esa altura, completamente empapados, decidimos simplemente darnos el gusto. Allí nos quedamos 2 noches, descansamos e intentamos conocer. Nosotros acostumbramos visitar el centro de cada ciudad, así nos damos una idea de ella, pero cuando preguntábamos donde estaba el centro nadie sabía. Una funcionaria del hotel nos dijo que teníamos que tomar un taxi e ir a "Orinoquia" y le hicimos caso. El taxi nos dejó en un Mall... eso era Orinoquia! un Shopping Center! quedamos PLOP! pero bueno, ya estábamos allí y paseamos un rato. Nunca me había sentido tan en Estados Unidos: estaban todas las cadenas de comida gringa, muchas ni existen en Chile, tiendas de deportes completísimas, y mucho, muuucho baseball.

Había que seguir adelante, por lo que al día siguiente seguimos hacia el norte. Nuestra próxima parada sería Cumaná, la puerta a la Isla Margarita, el destino turístico más conocido de Venezuela. 


El camino comenzó tomando un ferry que cruza el río Orinoco. Cruzándolo, el paisaje cambió, se puso más caluroso (aún), caminos más rectos y un poco mas aburridos. Como todo el resto de Venezuela, había "alcabalas" o puestos de control de la policía bolivariana, están muy seguido, a veces hasta cada 10 kilómetros. Uno debe pasar lento para que te vean, y si se les da la gana te paran y te revisan y/o piden papeles... a veces solo te conversan y preguntan respecto al viaje. 

De golpe el paisaje nuevamente cambia bruscamente, ahora se vuelve sinuoso y montañoso, muy lindo. La carretera, a pesar de ser la que une 2 zonas muy pobladas del país, es muy pequeña, llena de casas a la orilla, parece que nunca se acaban, y por lo mismo a veces es algo peligrosa. La zona montañosa de Venezuela es muy hermosa. 



Ese día el camino se nos hizo muy largo, pero de todas maneras llegamos de día y rápidamente encontramos hotel, uno que aparecía recomendado en horizonsunlimited, la mejor página de viajeros en moto. Casi todo lo que ahí aparece está aprovado por otros viajeros en moto, que se dan datos y consejos, y por lo mismo por lo general son muy buenos consejos, y este no era la excepción: el hotel era barato, cómodo, tenía buen estacionamiento y lo mejor de todo: un rico restaurante dentro del mismo hotel. Al otro día debíamos cruzar el mar Caribe para llegar a la Isla Margarita..

martes, 5 de junio de 2012

¡Hasta pronto, Brasil!

La llegada a la ciudad de Manaus, bastante agotadora como describimos anteriormente, dio un giro de 360° cuando conocimos a nuestros nuevos amigos y anfitriones. Apenas llegamos al departamento de Clark, nos dimos ricas duchas y nos cambiamos a ropa limpia para luego cenar una exquisita comida casera hecha por Helena. Resultó que ellos estaban esperando nuestra llamada desde mediodía e incluso Clark nos había ido a buscar al puerto, pero por cosas de la vida no nos encontró. Qué pena haber hecho preocuparse a gente tan buena, por error de comprensión. Lo bueno es que nos encontramos y finalmente estábamos en su hogar. Esa noche dormimos maravillosamente. 

La mañana siguiente despertamos tarde y desayunamos. Descansamos bastante y en la tarde salimos con Clark y Helena para conocer un poco el centro de la ciudad. Primero fuimos a un sector de barrio alto, donde hay una concha acústica y playas donde en verano hacen todo tipo de actividades. Ahora estaban haciendo reparaciones, pero se veía muy lindo de todos modos. Desde ahí se aprecia el único puente que cruza el río Amazonas. 




Tipo 7:00 de la tarde llegamos a la plaza del teatro, donde nos dijeron que debíamos probar una de las comidas más típicas del lugar. Acordamos encontrarnos ahí con Christian, nuestro amigo Argentino del barco. Para nuestra sorpresa, cuando llegamos a la plaza comenzaron a llegar varios amigos de Clark también. No lo sabíamos pero él les había avisado que nosotros llegamos y les dijeron que fueran para conocernos. La mesa se llenó y fue una tarde bien agradable, todos los amigos motoqueros con muchas historias para contar y querían saber muchas cosas de nosotros. Christian no podía creer la situación, pero nosotros estábamos comenzando a acostumbrarnos de la buena hospitabilidad brasileña que hemos recibido. Probamos el plato de comida que nos habían dicho, se llama Tacacá y es una sopa de sabor bien fuerte que, como dicen, la amas o la odias. Tiene camarones, una especie de maicena, una hoja similar a la menta pero que adormece la boca al masticarla, y además es picante. A Roberto y a Christian les gustó, a mi no mucho pero siempre hay que probar! 




Más tarde nos despedimos del montón y fuimos junto a Clark, Helena y dos nuevos amigos -Genghis y Brasil- a un pub para ver un gran acuario que tiene al interior. Ahí vimos un pez llamado pirarucú... el pez más grande que hemos visto en la vida! Realmente bonito. Además nos presentaron el pez tambaqui, que dicen que es el pez más sabroso y rico de estas zonas. Ambos peces de agua dulce. También habían tortugas grandes y otros peces raros. Muy interesante. 



Uno de los motivos principales por los que fuimos a Manaus (a parte de ser la ciudad principal del norte de Brasil), es que el abuelo de Roberto nació ahí. Su bisabuelo fue Cónsul de Perú en Manaus y, por ende, su abuelo nació en su casa que era el Consulado de Perú en el año 1925. La familia no conoce la dirección de esa casa y sólo tienen unas fotos antiguas. Nosotros queríamos encontrarla, para tomarle fotos y enviárselas a su familia para que la vieran. Así que el siguiente día lo dedicamos exclusivamente a esa búsqueda. Averiguamos la dirección del actual consulado y fuimos ahí con el objetivo de conseguir información histórica de los consulados anteriores y así hallar la dirección exacta. Con la dirección actual en mano, salimos en la moto en busca del consulado. Nos demoramos mucho en hallarlo ya que los nombres de las calles habían cambiado y por más que preguntábamos a la gente, no supieron darnos con la dirección. De todos modos lo encontramos. El barrio en el cual se encuentra es demasiado nuevo, así que estaba clarísimo que no sería la misma casa donde nació el abuelo de Roberto. 


Al entrar y explicar nuestra situación, la secretaria nos contactó directamente con el Cónsul actual. Él nos recibió muy interesado en nuestra historia. Es una persona muy simpática y muy apasionada por su trabajo. Conversamos con él durante horas, pero lamentablemente no nos pudo ayudar ya que no existen registros históricos de los consulados. A través del tiempo, el consulado en Manaus ha abierto y cerrado en varias ocasiones y, cada vez que eso sucede, los archivos se envían a la casa central en la capital. Además, cada vez que se abre, es en una casa nueva. Es triste, ya que probablemente en otro país, o en otra ciudad, si existiría el archivo histórico... pero por tratarse de una ciudad tan desligada del resto del país, la situación es diferente. Lo que si nos indicó es que por la época, la casa debió ubicarse a orillas del río... por lo cual probablemente ya no debe existir con tantas subidas de agua. Después de esa reunión, recorrimos un poco el casco histórico de la ciudad y buscamos la biblioteca para investigar... pero está en restauración y no pudimos ingresar. Por lo que pudimos averiguar, Manaus no posee otro centro de información histórica. Así que lamentablemente nuestra búsqueda no obtuvo buenos resultados. Fue una pena, porque no le pudimos enviar las fotos que quisimos a la familia... pero de todos modos recorrimos las calles por las cual su abuelo debió transitar todos los días de su infancia, y eso es algo especial. 




Después de eso, aprovechamos lo que quedaba de luz de día y recorrimos un poco el centro histórico. Quisimos conocer el interior del teatro porque nos habían dicho que tenía una mezcla muy grande de estilos arquitectónicos y que por lo tanto no tenía identidad cultural. Entramos e hicimos un tour del lugar... y lo que opinamos al respecto es que su gran mezcla de estilos le generó una identidad cultural más especial aún. El lugar simplemente nos deslumbró! Es hermosísimo.





Esa noche estábamos invitados a la casa de otro amigo de Clark, donde llegaron varios amigos más. Volvimos tarde otra vez, pero la mañana siguiente nos despertamos tempranito. Nuestro nuevo amigo Brasil nos invitó a dar un paseo en moto de agua... nada más que por el Amazonas!!! Yo jamás había andado en jetski y me daba un poco de susto debido a que le tengo temor al agua por no saber nadar, pero cómo rechazar una invitación tan buena? Nos juntamos con él en la marina donde estaba guardada la moto. Estaba totalmente inundada a causa de las grandes subidas del río por la temporada de lluvias. Primero fuimos a cargar gasolina a un puesto flotante en el río y luego comenzamos nuestro paseo. La moto era grande y se puede ir de a tres personas, y fue genial! 



Anduvimos por el río Negro y otros ríos más pequeños que se juntaban. Vimos paisajes hermosos, naturaleza pura. Territorio indígena y también casas millonarias construidas al borde del río. Nos metimos a pequeños canales de agua invadidos de floresta. Con las subidas del río, habían más canales que lo normal e incluso se podía llegar a los patios de algunas casas. Anduvimos por horas, con el viento en la cara y el agua en los pies. Fue una experiencia maravillosa. Quién diría que pasearíamos así por el Amazonas? Brasil nos invitó a almorzar a un restaurante flotante sobre el río, donde comimos el pescado tambaqui que nos habían recomendado y realmente era delicioso. Nuestro amigo nos motivó a manejar la moto también, así que primero se subió Roberto y anduvo muy bien, y luego yo (que no sé manejar moto, ni auto siquiera) con susto lo intenté y al parecer no anduve tan mal jeje. Fue un paseo muy bueno, y volvimos agotados! 




A la noche otra vez estábamos invitados a una junta motociclística, pero esta vez fue un asado organizado por el motoclub más grande y antiguo de Manaus -Almas Livres- en la casa del club (tenían una casa propia!). Conocimos a muchas personas más y todos nos preguntaban de nuestro viaje. Una vez más lo pasamos muy bien. Estos motoqueros brasileños son otra cosa! 



Al otro día salimos los dos a dar un pequeño paseo en lancha por el río, a ver "el encontro das aguas". El encuentro de las aguas es una de las cosas más turísticas del lugar, es un fenómeno natural que se da en la unión de los ríos Negro (de color negro) y Solimões (de color café). Estos dos ríos corren lado a lado por 6km sin mezclarse debido a diferencias de temperatura, densidad y velocidad de ambos. Es una cosa bien particular. 



Esa tarde empacamos todas nuestras cosas ya que partiríamos temprano a la mañana siguiente, rumbo al norte. Estando las cosas listas, bajamos al centro de eventos del edificio a otro rico asado, esta vez en nuestro honor. Lo organizaron nuestros amigos para despedirnos. La verdad es que todos los días hicimos algo, son un grupo muy alegre, y fueron unos días maravillosos. La vida nos sigue sorprendiendo con la buena gente que nos aparece en el camino, no nos esperábamos esto al comenzar el viaje... y definitivamente es algo a lo que podríamos acostumbrarnos! Somos muy felices de decir que ahora tenemos buenos amigos brasileños. Sinceramente esperamos poderlos ver nuevamente, de vuelta en Brasil, o en nuestro país donde serán recibidos con nuestros brazos abiertos. Gracias!



Despertamos temprano para despedirnos de Helena y Leandro (su hijo) antes de que fueran a misa, ya que era domingo y día de las madres. Había llovido toda la noche y aún llovía un poco. Clark quizo acompañarnos hasta la ciudad de Presidente Figueiredo que queda a unos 80km de Manaus para despedirnos ahí, así que salimos juntos y atravesamos la ciudad. La moto de Clark llevaba mucho tiempo detenida sin uso, así que estaba con un problema eléctrico y repentinamente se detuvo. Era un cable que se soltaba con la vibración, pero por precaución prefirió devolverse a la casa y despedirnos ahí. Esta familia fue estremadamente cariñosa con nosotros y nos sentimos como si despidiésemos familiares nuestros. Nos dimos un gran abrazo, y a seguir nuestro camino!

El camino que nos quedaba ese día sería largo, queríamos llegar a la ciudad Boa Vista. Para eso primero teníamos que atravesar 120 kilómetros de una reserva indígena que permanece cerrado después de las 6:00 de la tarde. En ese trayecto uno no se debe detener ni sacar fotos, y por supuesto no arrojar basura ni atropellar animales (cosa que no se debe hacer en ningún lugar), no hay locales de comida ni estaciones de servicio... pero hay justo antes y justo después. Habíamos investigado algo sobre esa ruta y la información dice que la reserva es hogar de indígenas hostiles y no es bueno tratar de desobedecer lo que dicen los carteles. 




Los paisajes hacia la reserva son muy lindos por lo que queríamos llegar rápido a la reserva, que imaginábamos aún más linda. Al llegar a la última estación de gasolina previa a la reserva, nos detuvimos para llenar el estanque y seguir. Pero cuando estábamos listos para continuar la moto no encendió. No sabíamos que sucedía, esto jamás había pasado antes. Veníamos hace rato con problemillas de conexión eléctrica, pero sólo son los focos. Roberto buscó el problema y no pudo resolverlo, desarmó toda la moto incluso, movió todos los cables y nada. Estuvimos bastante rato detenidos en ese lugar, y nos comenzamos a desesperar. Yo hacia tiempo que estaba con dolores estomacales, y ese día me estaba doliendo muchísimo y quería llegar rápido a acostarme en una cama. Pensamos en llamar por teléfono a alguno de nuestros amigos de Manaus para pedirles ayuda, pero no quisimos molestarlos a menos que fuera totalmente necesario. Y repentinamente, de la nada, se arregló el problema y la moto se encendió! Ya que no supimos descifrar el problema, preferimos no volverla a apagar. Así que rearmamos la moto y seguimos nuestro camino. Con la moto andando, no habían problemas... sólo habría problema si la detuviéramos, así que había que andar contínuo. Qué nervio meterse a la reserva en la que estaba prohibido detenerse, en este estado!! Pero lo bueno es que aún estaba de día y nos quedaban unas dos horas y media antes que cerraran el camino. 


Así, decidimos darle para adelante no más, y seguimos rumbo al norte interiorizándonos a la reserva de los indígenas Waimiri Atroari. Es un lugar realmente impresionante, tierra totalmente vírgen (excepto por la carretera de asfalto que la atraviesa). No podía parar de sacar fotos, era una escena bella tras otra. Y nos puso a pensar en cómo sería todo el resto de territorio del país si fuera totalmente reserva en vez de plantaciones y propiedades privadas, ya que el contraste es insólito. 



Iba cruzando mis dedos para que saliéramos de ese lugar tan maravilloso pero potencialmente peligroso a la vez sin problemas con la moto... y gracias a dios que no tuvimos fallas en el camino. 



Pocos kilómetros después de salir de la reserva indígena se encuentra el monumento que marca la línea del Ecuador. Nos dijeron que teníamos que estar muy atentos, ya que si uno no lo busca, no lo encuentra. Y es muy cierto, el monumento no está bien señalado. Llegamos al punto en el que el GPS nos marcó S 00° 00' 00.0" y estuvimos seguros de nuestro paraje! Qué emoción, llegamos a la mitad del mundo! Nos estacionamos en frente del monumento para tomarnos la fotografía... pero debido a nuestro miedo a que la moto volviera a fallar, dejamos el motor andando y sacamos la foto increíblemente rápido para seguir andando. 



El resto del camino siguió muy hermoso, con muchas lagunas de agua lluvia y floresta muy verde. Tuvimos que quedarnos a dormir en un pequeño pueblo llamado Nova Colina ya que se nos hizo de noche, en un hotel muy malo, pero al otro día despertamos temprano para seguir camino. Llegando a Boa Vista, buscamos el terminal de buses ya que nuestros amigos de Manaus nos habían recomendado un hotel. Ese hotel en particular no tenía habitación disponible, pero en ese sector habían muchos así que fue fácil encontrar otra opción. Nos quedamos en un hotel bueno, bonito y barato que tenía estacionamiento, aire acondicionado, y un pequeño restaurante. Todo bien. Tan pronto nos instalamos, Roberto salió en busca de un mecánico para reparar cualquier desperfecto eléctrico que nos estaba generando estos problemas. Recorrió bastante pero logró encontrar uno bueno que accedió a ayudarnos temprano la mañana siguiente. Así que volvió al hotel, cenamos ahí mismo y dormimos agotados. 

El mecánico revisó la moto temprano, descartó un montón de posibles causas a modo de "prueba y error" y finalmente parece haber dado en el clavo y el problema se solucionó. La verdad es que no es una ciencia exacta debido a que todo el ensamblado eléctrico fue hecho artesanalmente por Roberto mismo y no por fábrica. Según parece, lo que hacía falta era simplemente afirmar mejor la batería. Cuando Roberto preguntó cuanto le debía al mecánico, él le dijo que nada... nada! Eso si que fue sorpresa, ya que generalmente lo que menos tienen los mecánicos desconocidos es generosidad. Pero dijo que los viajeros en moto debían cuidar la plata para poder seguir avanzando, y solidarizó con nosotros. Que buena! 



Así que la moto quedó lista para seguir. Salimos a dar unas vueltas por el centro de la ciudad para conocerla y almorzar, luego de vuelta al hotel para dejar todo empacado para el día siguiente. Nosotros también estábamos listos para seguir, pero a la vez tristes de dejar este país tan hermoso y que nos ha brindado tanto. Unos 200km después, llegaríamos a la frontera con Venezuela. Ese camino sigue siendo hermoso, pero de a poco se comienza a convertir en "tierra de nadie" (típico de los caminos fronterizos) y los pavimentos están en peores condiciones ya que no los mantienen bien. De a poco también se comienzan a ver asentamientos indígenas, chozas aisladas que van conformando vistas nuevas y diferentes a todo lo que vimos antes en Brasil. Se nota la cercanía a la frontera. 



Pasos antes de la frontera con Venezuela nos detuvimos en una tienda de artesanías típicas brasileñas. Llevábamos unos 50 días en el país y lo habíamos atravesado de extremo sur a extremo norte, y hasta el momento no habíamos podido comprar una calcomanía con la bandera de Brasil para colocarla en la moto. Impresionantemente, la encontramos 5 minutos antes de irnos. Cosas del destino, y una bonita forma de decir adiós.


Qué rico seguir adelante y qué ganas de conocer un nuevo país, pero es triste dejar éste... el país que tanto cariño nos entregó, tantos paisajes hermosos, tanta diversidad cultural, tantos amigos y tantas emociones. Brasil, volveremos a ti! Ni lo dudes! 


domingo, 3 de junio de 2012

la Amazonia en Barco


Al comenzar este relato me disculpo con ustedes, lectores constantes de nuestro blog, por lo desactualizado que está la página. Tenemos todas las ganas de que siempre se mantenga al día... pero los acontecimientos suceden todos los días y a cada hora, mientras que el acceso que tenemos a internet y nuestras energías para dedicarle el tiempo merecido es muy limitado. Les cuento que ahora estamos en Venezuela... y llegamos a este país hace una semana y media. 
A pesar de que los escritos no siempre vayan a la par con los sucesos, en la pestaña superior de la página donde dice "¿Dónde estamos?" siempre podrán ver con exactitud nuestra ubicación actual! 
Ahora, a lo que seguía:

El 5 de Mayo finalmente nos tocó comenzar nuestro esperado viaje en barco por los ríos Madeira y Amazonas (Brasil aún). Era sábado y nos habían advertido que debíamos llegar muy temprano con la moto para embarcarla mientras aún quedara espacio de carga. Nos recomendaron llegar a las 8 de la mañana, pero como la noche anterior nos acostamos tarde, nos fue dificil y salimos de la casa de Papaleguas hacia el puerto tipo 9:30. El barco zarparía a las 12 del día, así que nuestros amigos nos dijeron que no había necesidad de apurarnos tanto. 



Cuando llegamos al pequeño puerto vimos por primera vez el Almirante Moreira VIII, el cual sería nuestro hogar por unos días. Era bastante similar al barco que habíamos visto el día que compramos los pasajes. El barco es de carga y pasajeros a la vez. Su primer nivel almacena la carga (y llevaba de todo lo que se puedan imaginar, desde bananas y cebollas hasta una mudanza completa de casa, 2 autos y 5 motos), mientras que el segundo nivel es exclusivo de pasajeros. Ahí se encuentran algunos "cuartos de camarotes" exclusivos que no son la gran cosa pero que valen mucho más caro, baños, un comedor chiquitito, y un gran espacio común donde cada uno cuelga su propia hamaca para dormir (dejando sus pertenencias debajo en el suelo. Hay un tercer nivel, que es la cubierta y tiene un techito para sentarse bajo algo de sombra y un kiosko donde venden cosas para comer a deshoras y chancherías. 




Claramente, el descuento que conseguimos fue sobre el valor del pasaje más barato, es decir, viajaríamos en hamacas. Al llegar nos hicieron sacarle todo el equipaje a la moto, cajas inclusive. Dijeron que embarcar la moto era muy difícil y peligroso ya que se podría caer al agua... por lo que era exigencia aceptar que personas del barco hicieran ese trabajo (lo cual cobraban a parte del pasaje). El primer paso fue cruzar la moto por una tabla de madera para llevarla hasta una casita flotante que recibía toda la carga que iría en el barco y de ahí había que embarcarla. Resulta que fue inútil llegar tan temprano ya que, contrario a lo que nos dijeron, le dieron cero prioridad a la moto y la dejaron ahí hasta pocos minutos antes de zarpar e incluso la taparon con las pertenencias de otras personas. Ya con esto notamos que esta travesía no sería de las más cómodas ni tranquilas de nuestro viaje. 



Tan pronto pudimos, subimos al nivel de pasajeros e instalamos nuestras hamacas (con algo de ayuda) y ubicamos nuestras pertenencias debajo de ellas, las cual amarramos entre sí para evitar "pérdidas" inoportunas. Papaleguas y su mamá nos acompañaron hasta ese momento. Con un abrazo bien grande y promesas de volvernos a ver, nos despedimos para que él pudiera ir a trabajar. Hacía un calor de los mil demonios así que nos subimos a las hamacas para tranquilizarnos un poco. Pasó y pasó el tiempo y no se veían señales de que fuésemos a zarpar pronto. Nos habían dicho que saldríamos al mediodía, pero escuchamos de otros pasajeros que saldríamos cerca de las 6 de la tarde! Que fastidio. Así que no quedaba otra y nos armamos de paciencia. Debido al retraso, no nos sirvieron almuerzo (el cual supuestamente estaba incluido en el precio) así que compramos unos panes con jamón y queso y una bebida grande para pasar el rato. Justo en ese momento, apareció nuestro querido amigo Jack quien nos había prometido que iría a despedirnos. Fue una excelente sorpresa ya que nos subió el ánimo y conversamos un poco antes de despedirnos para que él también pudiera ir a trabajar. Realmente nos encariñamos con nuestro nuevo amigo, y estamos seguros que nuestros caminos volverán a juntarse!





Después de eso, sólo esperar y esperar: a que montaran la moto al barco y a zarpar. Cada vez habían más cosas sobre la moto... colchones, peluches, cajas y demás. La inseguridad hizo que Roberto saliera del barco y esperara horas sentado cuidando la moto bajo el calor. Ahí conoció a Nicolás, un Uruguayo que llevaba varios años lejos de su casa y viajaba gracias a trabajar como malabarista en las esquinas de la ciudad donde decidiera permanecer un período. Conversaron harto mientras todos esperábamos zarpar, lo que sucedió finalmente alrededor de las 7pm (minutos antes embarcaron la moto junto a cuatro motos más, de las cuales ninguna le pagó a alguien para hacerlo -así que nos habían visto la cara de turistas). Poco después nos llamaron a cenar (sopa) y de ahí quedamos libres. Apagaron las luces temprano... y antes de las 10 ya estábamos durmiendo. 




Es raro dormir en hamaca si nunca lo haz hecho antes y si no sabes las claves para hacerlo... porque tiene sus trucos. La clave: acostarse en diagonal, así tu cuerpo queda estirado en vez de pies hacia arriba. Lo descubrimos al poco rato. Lo otro incómodo es que había sobrepoblación de hamacas... todos demasiado juntos y en un comienzo me tocó dormir con los pies de mi vecino casi encima. Después aprendí a acomodar esa situación, es cosa de costumbre. Calor a esa hora ya no hacía, y frío tampoco... así que dormir sin paredes no fue extraño como lo habíamos imaginado. 





Muy temprano llegó la luz natural y abrimos los ojos para encontrarnos con el paisaje de un hermoso amanecer amazónico. Fue un despertar mágico. La sensación fue muy corta eso si, ya que al instante sonó una campana que deducimos significaba que había comenzado el desayuno. Nos levantamos y nos colocamos los zapatos y cuando llegamos a la puerta del comedor nos dijeron que habíamos llegado muy tarde y que el servicio de desayuno ya se había cerrado! Qué absurdo! Duró 15 minutos o menos abierto y no nos habían informado previamente que ese era el sistema. Pésimo, me peleé con la cocinera y salimos indignados. Qué rabia despertar así. Bueno, nos volvimos a dormir... ya que eran a penas las 6:30am! Volvimos a abrir los ojos tipo 9:00, cuando ya era inevitable por tanta luz y tanta actividad de las personas. 

Ese día comenzamos a conversar más con Nicolás, el amigo que se había hecho Roberto el día anterior. Él, con el afán de encontrar a más pasajeros a bordo que hablaran español, había conocido a un Argentino llamado Christian quien se fue de su casa dejando todo atrás hace tan solo una semana... y repentinamente también nos hicimos amigos suyos. A bordo del barco no había mucho que hacer, casi todos permanecían el día entero tendidos en sus hamacas, o se sentaban en algún lugar para mirar los paisajes pasar. Nosotros nos instalamos en la terraza superior y ahí pasamos largas horas conversando de la vida. Ambos tenían historias muy entretenidas, y al parecer nuestras aventuras también les causaron gracia a ellos.  





Las instalaciones del barco no tenían nada de maravilloso, pero los paisajes que vimos pasar son incomparables. Kilómetros de selva vírgen, animales libres, pequeñas agrupaciones de viviendas totalmente inundadas (este año ha habido una gran crecida de río, una de las mayores de los últimos tiempos). Cada cierto tiempo pasábamos por una aldea o un pueblo y algunos pasajeros descendían del barco mientras que otros llegaban, pero el barco nunca se detenía. Si había movimiento de pasajeros se hacía a través de una lancha que los transportaba entre el barco y el puerto. Si lo que había que descargar era carga... se hacía de igual forma. Nos pareció bien interesante.








Las comidas eran simples, el comedor muy pequeño y la gente debía entrar a comer por turnos. La gente que atendía en el barco era pesadísima... como que odiaban trabajar, y eso hacía menos grato el paseo. Pero aún así disfrutamos mucho la buena conversa con nuestros amigos y las vistas que nunca paraban de modificarse. Y así pasaron las horas, los días y las noches... conversamos con algunas personas más pero no nos hicimos más amigos. Los 4 éramos casi los únicos del barco que no éramos brasileños y la mayoría había hecho este viaje infinitas veces para llegar a su casa. 







Dormimos tres noches en esas hamacas y el cuarto día de viaje alrededor del mediodía llegamos por fin a la ciudad de Manaos. Es la ciudad más industrial de Brasil y esto se notó al llegar, ya que se veía inmensa desde el agua. Tardamos como media hora en atracar al puerto y tan pronto llegamos los pasajeros pudieron descender. Algunos, más desafortunados, tuvimos que esperar para descargar nuestros vehículos. Ese fue el momento del adiós... nos dimos un gran abrazo con nuestros amigos, quienes se fueron en busca de hotel. Que bueno fue que nuestros caminos se hayan cruzado, ya que ellos hicieron de un viaje complicado algo mucho más grato!



Al zarpar, nos habían dicho que las motos serían lo primero en bajar pero al llegar sucedió lo contrario. Varios camiones se estacionaron paralelos al barco para acomodar su carga ahí. Veíamos bananas volar y cajas de tomates salir por montones y los cargadores agacharse y levantarse vez tras otra hasta que el cargamento estuviese completo. Luego de un camión llegaba otro... y con los camiones tapando la pasada no se podía bajar la moto. 




El encargado del barco nos miraba sin decir nada y si nosotros no preguntamos, hasta hoy mismo seguiría la moto a bordo debido a la incompetencia de esa gente. Después de mucho conversar y prácticamente rogar, nos dieron la chance de bajar la moto... pero hubo que pagarle a la persona que ayudó a hacerlo. La moto salió del barco de una forma bien artesanal, sobre una tablita para el desnivel y varias manos afirmándola y por suerte que no pasó nada. Después de esa hazaña, hubo que bajar nuestro equipaje y, para hacerlo un poco menos difícil, le tiré las cosas a Roberto una a una desde el piso de pasajeros. Fue todo un desafío ya que en condiciones normales yo no me puedo el peso de las cajas metálicas sola. Sin embargo, lo logramos con un poquito de ayuda de la única persona que nos la ofreció sin cobrarnos. Una vez realizado eso, bajé del barco... lo cual también fue difícil porque no había un lugar establecido para hacerlo y había que saltar por medio de cajas y personas moviendo carga. Realmente un despelote, como se diría en buen chileno. Cargamos la moto, nos hicimos un espacio entre dos camiones y logramos alejarnos del barco... que a estas alturas ya odiábamos. Cuando pensamos que habíamos logrado salir de todo eso, nos encontramos con una barrera y una persona que nos indicó que debíamos pagar una tasa de desembarque. No teníamos idea de esto... y otra vez nos vimos obligados a pagar algo extra que no teníamos presupuestado. 



Finalmente, logramos salir de ahí... y salimos arrancando, con muchísimo calor, fatiga y poca paciencia. Eran las 3:30 de la tarde, habíamos llegado más de tres horas antes y fuimos los últimos pasajeros en salir de ahí. Nuestro amigo Indio Velho (de Ubatuba -Sao Paulo, Brasil) nos había dado el contacto de su hijo quien vive en Manaos para que nos quedáramos con él en su casa. Durante la espera tratamos de llamarlo varias veces pero no pudimos ubicarlo al celular. Papaleguas (amigo de Porto Velho) nos había dado también el contacto de uno de sus amigos y nos dijo que cualquier cosa, lo llamáramos. Pero tampoco lo pudimos contactar desde nuestros celulares. Al salir del puerto de carga salimos rumbo a la dirección de la casa del hijo de Indio Velho, que se ubica al otro lado de la ciudad. Buscamos teléfono público por todo el camino para llamarlo antes de ir, pero en ningún local vendían la tarjeta telefónica que se requiere. Así que nos acercamos lo más posible a su dirección, sin llegar a su casa y finalmente logramos contactarlo gracias a un dueño de local que le prestó el teléfono a Roberto. Para nuestra sorpresa, el hijo de nuestro amigo nos rechazó. Dijo que tenía mucho trabajo, que no tenía tiempo y que no nos podía recibir. Tiempo perdido. 

Nos vino toda la desesperación después de tantas horas de cansancio acumulado y malos ratos pasados, además que ya se hacía de noche. Estábamos estacionados en una estación de servicio que no tenía teléfono y lo único que se nos ocurrió fue ofrecer pagarle a alguien por usar su celular. Un hombre accedió, a cambio de unas cervezas. Llamamos a Clark, el amigo de Papaleguas. Respondió inmediatamente y dijo que nos iría a buscar ahí mismo donde estábamos. Cuando llegó, nos dijo que nos había estado esperando todo el día y que ya estaba preocupado, que su familia también nos estaba esperando y que nos tenía un cuarto preparado para recibirnos el tiempo que quisiéramos. Nos sorprendimos mucho y fue maravilloso. Nosotros le habíamos dicho a Papaleguas que ya teníamos donde quedarnos en Manaos y pensamos que nos había dado el dato de su amigo con el propósito de juntarnos y conversar... pero no teníamos idea que nos estaban esperando de esta forma. Fue muy lamentable no habernos podido contactar con él desde un comienzo!!! Pero que agradable giro de circunstancias. 

Nos montamos en las motos y volvimos a atravesar la ciudad hasta su hogar, donde su esposa Helena nos estaba esperando con la cena lista, la cama hecha y el aire acondicionado encendido. Nos sentimos en casa de inmediato!